Oviedo, Eduardo GARCÍA

Hay libros raros, hay libros bonitos; y hay libros raros y bonitos. Uno es el «The Natural History of Carolina, Florida and the Bahama Islands», que la Biblioteca Pública Jovellanos, en Gijón, guarda como uno de sus mayores tesoros. Un libro en inglés y en francés, en dos tomos, con 220 páginas de grabados a todo color. La inmensidad del proyecto, al que se le unen otras doscientas páginas de minucioso texto sobre flora y fauna, cobra aún mayor importancia si tenemos en cuenta que la obra fue por vez primera editada en 1731, aunque la impresión de la Biblioteca Jovellanos es de 1754, en Londres.

El libro tiene una historia fascinante. Su autor, el naturalista inglés Mark Catesby (1683-1749) se fue a Virginia y Carolina del Sur cuando éstas eran tierras del imperio británico, una de las trece colonias que tenía en suelo norteamericano. Cuando «The Natural History...» se publica en la edición que se conserva en Asturias (1754) faltaban aún 21 años para el inicio de la guerra de la independencia norteamericana, que desembocó en 1783 en el Tratado de París por el que Gran Bretaña perdía sus posesiones.

Catesby no llegó a vivir la tragedia colonial. Se pasó toda su vida observando la naturaleza, tomando notas, dibujando con precisos detalles, y cuando regresó a su tierra natal en 1726 lo hizo con un portentoso legado científico, los originales de lo que iba a ser la primera obra impresa sobre flora y fauna de Norteamérica.

Una obra patrocinada desde las alturas. Sin duda. Por su envergadura, por lo que pudo haber costado, y por sus dedicatorias a la reina y a la princesa de Gales en cada tomo. Unas dedicatorias barrocas y entregadas; casi se diría que desmedidas. A la princesa le desea Catesby, «junto a su real consorte», todo tipo de «salud, honor, poder, fama, el afecto de las agradecidas naciones» del imperio «y toda clase de bendiciones». La princesa real tenía que ser Ana, segunda hija de Jorge II.