La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) continúa enriqueciendo su repertorio con una acertada política de estrenos y de incorporación de obras a su archivo que, por cuestiones de salud de la orquesta, debe convertirse en tónica habitual, por encima de la coyuntura económica, y teniendo en cuenta la nueva etapa que en breve se inaugurará con Rossen Milanov al frente como nuevo director titular de la OSPA.

Una buena ocasión para ello fue el homenaje que la OSPA quiso dedicar al compositor catalán Xavier Montsalvatge (1912-2002), cuyo centenario se celebra ya en Cataluña, aunque todavía sin la trascendencia a nivel nacional que merece un compositor clave en la música española tras la Guerra Civil. Del autor de las famosas canciones antillanas -que, después de más de sesenta años, siguen sonando por todo el mundo- conocimos su «Sinfonía de réquiem», del año 1985, un réquiem -casi- sin palabras que acercó a los aficionados de Avilés y Oviedo la música de la última etapa del compositor gerundense.

En su «Sinfonía de réquiem» Montsalvatge extrae la esencia expresiva de las diferentes partes litúrgicas para hacer más vivo el mensaje a través de la música, a la que incorpora la palabra brevemente en el último número, «Libera me» («Dales, Señor, el eterno descanso. Amén»). Recogimiento por medio de un canto que, protagonizado en esta ocasión por la soprano ovetense Ana Nebot, subrayó el efecto intimista y dramático de la obra a modo de epílogo.

Por su parte, la OSPA respondió con gran oficio a la dirección de Antoni Ros Marbá -uno de los directores que, junto a José Luis Temes, mejor conoce esta sinfonía-, de forma que trasladó el carácter pasional y reflexivo de una obra muy personal, en la que destaca la libertad de desarrollo en la orquesta de los materiales de partida, con una mirada retrospectiva y sintética del autor en cuanto a los lenguajes compositivos empleados, a la vez que representa el carácter ecléctico de la producción de Montsalvatge.

La segunda parte del concierto estuvo dedicada a la sinfonía «Heroica» de Beethoven, en una versión que, sin excesiva brillantez dramática, ganó cada vez más fuerza, en relación al peso y gravedad de la interpretación. El primer movimiento, «allegro con brio» tardó, no obstante, en cuajar, falto de seguridad en sus perfiles, aunque en todo momento con una OSPA preocupada por la continuidad sinfónica de la página. Mayor aplomo de la orquesta se percibió en el movimiento «adagio», la conocida «marcha fúnebre», de bellos perfiles en los maestros de la OSPA. Definición en el ágil «scherzo», aunque con una parte central en la línea del primer «allegro», para desembocar, sin embargo, en un «finale» diáfano, con su monumental construcción, con otra luminosidad y energía vital que, sin duda, supuso el mejor cierre para una cita que no olvidó -como señalaba el público tras el concierto- los imprescindibles del repertorio. La semana que viene, más, y con un nuevo regreso de Milanov para dirigir el siguiente concierto de la temporada.