Oviedo, Eduardo GARCÍA

«La poesía de Alfonso Camín es una poesía bella, armoniosa, penetrante y sugestiva. Ella está modulada con sentimientos finos, reales, perennemente humanos. Poemas alejados de la versificación claudicante y desabrida, que muestran el magisterio de un poeta musical. El fecundo poeta que fue Alfonso Camín atrapó con su voz la esencia, la tradición y la historia asturiana, dejando una evocación admirable de color y vida».

Con esta frase resume el poeta y crítico literario Víctor Puertodán, el prologuista de la Antología de Alfonso Camín que el domingo distribuye LA NUEVA ESPAÑA junto con el periódico del día, la poesía del cantor de Asturias, del que están a punto de cumplirse los treinta años de su muerte. Es ese Camín, padre de la poesía afrocubana -primer poeta que convierte al negro en un hecho literario-, «un poeta vital, mirador y creador en la Naturaleza, pintor de músicas para el paisaje y en el paisaje».

De los 92 años de Camín el poeta vive 53 en Asturias -incluidas la niñez y la vejez- y 39 fuera de su tierra natal, a la que curiosamente no dejó de cantar.

La Antología Poética de Camín editada por LA NUEVA ESPAÑA tiene el valor de lo inédito, un compendio de 102 poemas que son como el destilado nunca definitivo de una obra ingente, variada, donde no sólo se cultivó la poesía sino también el relato, las memorias, el ensayo y hasta los guiones cinematográficos.

Estamos ante un personaje único, ante un escritor con alma, ante un portento de fertilidad literaria; heterodoxo, apasionado, vividor a toda máquina, asturiano ejerciente desde la distancia y músico de la palabra.

Fue necesario buscar y rebuscar entre los más de cinco mil poemas escritos por Alfonso Camín para dejar ese centenar que es tan sólo un pequeño atisbo de su poesía asturiana, española, mexicana y cubana, además de otras singularidades que no son pocas.

Han quedado necesariamente excluidas las poesías satíricas, la poesía infantil y juvenil o aquellas que incursionaron por los temas históricos o geográficos. Tampoco están las poesías a los Estados Unidos, centradas sobre todo en su naturaleza. Otra ausencia, la del romancero de guerra, algunos de cuyos ejemplos componen toda una crónica sentimental de su tiempo.

El libro incluye, además del prólogo de quien seleccionó los textos, una poesía de Marcos del Torniello a la figura de Camín.

... Ye un mago del ritmo

sin otro amuleto

que sobra de ingenio,

de fácil parola;

al cual que-i reblinca,

so espíritu inquietu

la musa española...

Marcos del Torniello murió en 1938, por lo que no pudo asistir a buena parte de la vida literaria de Alfonso Camín, quien por aquellas fechas acababa de retornar a Cuba tras una estancia larga en Asturias que a punto estuvo de acabar en tragedia tras su detención durante la Guerra Civil. «Nunca perdió ese estilo leonino de poeta republicano», señala Víctor Puertodán, aunque Alfonso Camín no era hombre de fáciles afiliaciones ni de críticas controladas. Enemigo muy complicado.

«La obra literaria y periodística de Alfonso Camín supondrá, cuando debidamente sea juzgada, depurada y ordenada, una vida sentimental, asturiana e hispanoamericana, un acervo útil y abundante a nuestra cultura y una importante demostración de hasta dónde puede llegar la voluntad humana», se señala en el prólogo.

Que Alfonso Camín sea hoy un poeta olvidado en Cuba genera cierto asombro entre los estudiosos porque la tradición le sitúa como «el gran nexo de la poesía española con América». Poeta polivalente, capaz de cantar a Cuba con la misma pasión que cantaba a Asturias: «La Habana es toda cielo y es toda mar sonora», rimaba Camín en 1964, ya viviendo en México recordando la capital cubana.

En «Carey», una de sus obras imprescindibles (1931), Camín incluye su famosa poesía Macorina, que años más tarde universalizó Chavela Vargas...: «Ponme la mano aquí, Macorina».

La Antología que LA NUEVA ESPAÑA distribuirá el domingo descubrirá a muchos asturianos un poeta de musicalidad extrema y rima rotunda. Que cantaba a la vida, capaz de describir con precisión un paisaje, pero también el dolor, el hambre y la injusticia. El poeta, escribía Marcos del Torniello...

que tién una cara

con güeyos de lince

que non están quietos

de invierno y verano;

que tién una llengua

que fala por quince...

y el palu en la mano.