Balbuceo, luego existo
Para el pensador zamorano el mundo desarrollado es el único enemigo
Javier Neira
En 1973 apareció «Lalia», un libro deslumbrante de Agustín García Calvo, sólo un año después de que Gustavo Bueno publicase los impresionantes «Ensayos materialistas» y cuando Foucault o Deleuze eran el pan nuestro de cada día. Ahora, sin embargo, ya lo ven, priman Martha Nussbaum, Hans Magnus Enzensberger o Victoria Camps. Es como comparar el caudal del Duero con el agua que sale por uno de los grifos del cuarto de baño.
¿Por qué deslumbraba García Calvo? Porque era libertario. Porque aseguraba que la realidad no existe. Casi nada. O, si se quiere, era apenas una mera fantasía del lenguaje. Ahí estaba la madre del cordero: el lenguaje es el gran embaucador, pero, al mismo tiempo, un posible aliado táctico para salir de la trampa.
Como en el caso de Vellido Dolfos, un asesino para los castellanos y un adalid para los zamoranos de manera que la puerta clave en la historia -o en la leyenda- sea de la traición o de la lealtad según se cuente y mire.
García Calvo fue discípulo en Salamanca de Antonio Tovar, destacado falangista. Cuando al profesor zamorano lo expulsaron de su cátedra, Tovar renunció a la suya, lo que da idea del escenario de nobleza y coraje en que se desenvolvían las élites intelectuales de hace medio siglo. Como en la última entrega de James Bond, todo ha cambiado y no para bien.
La democracia es una forma más de dominación -más sutil, más temible-, según García Calvo, porque construye esa fantasmal realidad con enorme eficacia sobre la que unos cabalgan victoriosos y otros no llegan ni siquiera al papel de escuderos. Pero la democracia tal cual está o puede estar mucho más allá, en la irreductible fuerza del lenguaje luego del pueblo y viceversa.
No hay forma de dominar esos últimos baluartes, así que, compañero, la batalla está ganada para las fuerzas del bien, pero ¿cuándo?
Entrevisté a Agustín García Calvo hace de esto veinte años, cuando, por poner una referencia, Clinton tomaba posesión como presidente de los EE UU -buena cita, ya que estamos hablando de poder y anarquía- y dejó perlas como cañonazos: «El mundo desarrollado es el único enemigo», «España tiene muy poco interés, hace años que perdió interés, casi ni la conozco, ni me entero», «Babel es una rebelión desde abajo para acabar con el dominio del cielo que, de forma muy oportuna, convirtió el lenguaje en idiomas». Lalia: benditos balbuceos.
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