Maxi Rodríguez acaba de estrenar por enésima vez una de sus obras cumbre, «Oé, oé, oé», que se subió a las tablas en la cuna del teatro, Atenas, y lo hizo con el mismo éxito internacional que en otros lugares, como ocurrió en Portugal. De igual modo, el dramaturgo asturiano regresa este sábado a Oviedo de la mano de «El Perro Flaco Teatro» con otro de sus proyectos bandera, como es «Teatro precario», «retazos de realidad, jirones de denuncia y unas cuantas gotas de teatro político», describe la compañía. «Teatro precario» es la sección fija que Maxi Rodríguez publica bimestralmente en la revista «Atlántica XXII», una actividad como articulista que también desarrolla en LA NUEVA ESPAÑA con su artículo semanal «Parando en Villalpando». La idea era traspasar los textos a escena, y «El Perro Flanco Teatro», bajo la dirección del propio autor, convierte en un espectáculo que combina varias «perlas» dramáticas «Texto e interpretación. Eso es "Teatro precario"», explica el grupo teatral. Y para ir más allá Maxi Rodríguez redondea en esta entrevista con LA NUEVA ESPAÑA otros detalles del argumento y sus mensajes. Estos días ensayó en la Laboral de Gijón, el sábado la obra se representa en el teatro Filarmónica de Oviedo (20 horas).

-¿Qué es «Teatro precario»?

Un espectáculo inspirado en la cruda realidad, un espejo crítico que combinando drama y humor da voz a los perdedores de esta estafa que llaman crisis, a nuestra indignación.

-¿Facasó el movimiento de los indignados o, más concretamente, cree que perdió fuerza?

Creo que supuso una toma de conciencia sobre el estado de las cosas y que sigue en marcha; y que cada vez engloba a más gente.

-¿El teatro siempre está en precario?

Quizá, pero siempre va a perdurar con su frágil salud de hierro. Lo esencial no son escenografías grandiosas ni enormes aparatajes escénicos, nuestra puesta en escena es muy despojada, seguimos apostando, como decía Cervantes, por el actor, la manta y la pasión.

-Defina la obra en general.

El texto está publicado por la editorial Anagnórisis de Barcelona con el lema «desahogo libertario para cuatro actores». Tal como está el patio, no viene mal invitar al público a «desahogar»...

-¿Es una crítica social severa?

El punto de partida son mis artículos en la revista «Atlántica XXII», todos ellos se caracterizan por recoger temas candentes, de mucho calado social. Como autor trato de comprometerme con lo que me rodea, aportando una perspectiva escénica y teatral al drama que, ya de por sí, nos suministra la realidad.

-¿Nació para activar las conciencias?

Conviene usar el teatro no sólo como fuente de evasión, sino como herramienta de expresión para rebelarnos frente a lo que no nos gusta o creemos que se debería cambiar. Asumo plenamente la carga política de la función, el punto discursivo y de agitación. Es lo que me apetece hacer en este momento frente a las brutales políticas regresivas que están ahogando a la ciudadanía.

-¿De cuándo es esta obra?

Estrenamos una primera versión en 2010. Hace unos meses representamos una escena en la gala por Palestina que hicimos con Leo Bassi y, animados por el gran respaldo del público, decidimos que era el momento de darle otra vuelta al espectáculo. Ahora, «Teatro precario» es un teatro, si cabe, más necesario.

-¿Está vigente su mensaje?

Más que nunca. En dos años, los efectos de la reforma laboral, el recrudecimiento de la corrupción y la asfixiante austeridad no han hecho más que aumentar el nivel de indignación.

-¿Valore el teatro asturiano?

En síntesis, como hace veinticinco años: con grandísimos profesionales y sin política teatral que los quiera respaldar, pero a pesar de todo el teatro persistirá.

-¿Qué sabe de la impresión que causó «Oé, oé, oé, en Atenas?

Genial. Afortunadamente, las historias y los personajes que parimos se hacen mayores y andan solos por el mundo.