Este zapato papal es blanco inmaculado y en su interior, dispuestas con la forma de una escueta cruz latina, hay unas piedrecitas para uso penitente. Es una pieza que en el imaginario de José Paredes, su autor, bien podría calzarse Francisco, el último pontífice, gran devoto de aquél que llamaba «hermano» al lobo y hablaba con los pájaros. Y forma parte de la singular exposición de treinta y una esculturas que el artista inauguró ayer en el Museo Barjola, convertido así en una sin par zapatería en la que el visitante encuentra modelos únicos y recreados a partir de calzado de desecho.

«No es un zapato de diseño, sino un objeto escultórico, y cada uno de ellos tiene su propia historia», afirma este pintor de acreditada trayectoria, poseedor de un inquieto mundo creativo muy personal. Nacido en San Claudio en 1949, a Paredes le ha interesado siempre el trato con volúmenes, objetos encontrados y otros materiales que recicla desde la ironía, el juego o el hallazgo. Afirma que esta muestra, con la que recupera su vertiente de escultor, tiene antecedentes en exposiciones como «Recuerdos que entierran recuerdos», «Homenaje al dadaísmo» y «Olimpo de coprófagos».

Para buscar el origen de «Zapatos exclusivos», que es el título de la muestra, hay que irse hasta 2005. «Tenía unos zapatos que me gustaban mucho y no quería desprenderme de ellos, así que pinté uno», relata Paredes, que sólo trabaja con uno de los ejemplares del par. Y matiza: «Transformo cada zapato por agregación de materiales. Hay siempre una idea de partida, que va modificándose a medida que busco y encuentro cosas». Aún precisa más: «Es una exposición muy irónica, no simpática, que es término que no me gusta nada; y es una manera de aprovechar las cosas y de sorprender a la gente». El reciclador y el artista se dan así la mano, con las bendiciones seguras, si no de Francisco, sí de Marcel Duchamp, primer «papa» del arte contemporáneo.

Los ventanales del Barjola, en la gijonesa calle Trinidad, se prestan además a hacer de este museo algo así como una zapatería fantástica, imaginada o soñada. Funcionan como un escaparate a pie de acera, con cuatro de estos «zapatos exclusivos». Todas las piezas suman recuerdos, anécdotas, dedicatorias... Una de las esculturas se llama, por ejemplo, «Botín de botines» (incorpora monedas, claro); otra lleva un haiku de Matsu Bashoo; las de más allá están inspiradas por Jimi Hendrix o por los «Rolling Stones». Paredes le concede a cada zapato una historia, casi una biografía.