Las mujeres, y supongo que los hombres también, ganan la batalla al tiempo cuando sobrepasan los 50 años y siguen manteniendo un porcentaje alto de atractivo. Me explico: no se trata del atractivo que, de forma más bien irracional, nos suelen encontrar las personas queridas. Eso no vale. Y tampoco del seudoatractivo que a primera vista y a media distancia pueden generarnos algunos/as. Soy de la opinión que una mujer con pelo rubio, gafas de sol y tacones suele conducirnos a los varones a las más altas cotas de estupidez. Puede ocurrir que detrás del rubio, las «Ray-Ban» y el taconeo se esconda el camarada Stalin, pero a nosotros nos da igual. En fin, iba a escribir sobre Annette Bening, que cumplió 54 años y que pasea estos días por el Festival de San Sebastián ese aura de belleza serena que la acompaña desde sus inicios cinematográficos adolescentes. Con treinta, mejor que con veinte... Con cincuenta, mejor que con cuarenta. Hay bellezas sin edad, sonrisas sin tiempo y miradas que valen su peso en oro. Annette, sin ir más lejos.