No puede entenderse a Gaspar Casal y su obra sin la presencia en Oviedo de fray Benito Jerónimo Feijoo, catedrático de Teología desde 1709 y eje central que aglutinaba talentos alrededor de su celda. Talentos en medio de un erial. Casal es médico en Oviedo casi 35 años pero no deja de viajar por Asturias.

De esas correrías profesionales surge la identificación de la pelagra, una enfermedad carencial que Casal explica "de forma primorosa, minuciosa y precisa, y hasta con cierto encanto literario". El médico habla de las montañas y de los vientos y lo hace para explicar las enfermedades.

De la pelagra (el Mal de la Rosa) se moría. Hoy lo sabemos casi todo de la enfermedad, que sigue existiendo en países subdesarrolados, pero hace dos siglos y medio había que fiarse de la percepción y de la intuición. La pelagra surge por la falta de ácido nicotínico. Casal es capaz de relacionar el mal con alguna carencia en la nutrición, en unos tiempos en los que no se conocían aún las vitaminas. Con el médico catalán afincado en Asturias nace la medicina ambiental, ésa que es capaz de relacionar climas, paisajes y patologías.

Casal viajaba, escuchaba, veía y anotaba. No solo eso, sacaba conclusiones y consecuencias valiosas. Su labor de despacho era inmensa. En su "Historia natural" hay exactamente 191 referencias a otros autores, probablemente recogidas a través de la biblioteca del padre Feijoo y de quienes asistían a sus reuniones. Cuando relacionamos la "Historia natural..." de Gaspar Casal con otros tratados de la época, las diferencias de criterios son inmensas. Casal nombra 63 veces a Hipócrates, un "dios" médico para los médicos del siglo XVIII. Es la referencia más nombrada pero muy lejos de ser hegemónica, como ocurría con tantos otros libros.

El segundo en número de nominaciones es el político y filósofo inglés Francis Bacon, uno de los padres del empirismo. Nombrar a Bacon en ciertos ambientes científicos de la época y en ciertas latitudes sociales y geográficas era pecado mortal.