En 1759 Gaspar Casal escribía: "En todo el Principado somos solo cinco médicos. Uno en Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en esta ciudad de Oviedo". Pocos años más tarde la nómina se incrementó con un médico contratado en Llanes. La asistencia sanitaria a la inmensa mayoría de la población estaba a cargo de cirujanos, sangradores e incluso barberos, entendiendo la palabra "cirujano" no como la entendemos hoy, sino como un "practicón", definido en el diccionario de la RAE como "persona diestra en una facultad, más por haberla practicado mucho que por ser muy docta en ella".

En ese entorno trabajó un sabio. Gaspar Casal, el médico que identificó la enfermedad de la pelagra, el llamado "mal de la rosa", había nacido en Gerona en 1680, ejerció de médico en Atienza y la Alcarria y llega a Oviedo en 1717. En Asturias permaneció hasta su traslado a Madrid en 1751 para hacer carrera exitosa en la Corte. Falleció en la capital en 1759. Fue un 10 de agosto, el mismo día del mismo año en que murió el rey Fernando VI

"La huella de Gaspar Casal" es un libro de los que tardan en gestarse. Una treintena de autores, la mayoría médicos, indaga sobre asuntos muy variopintos de la vida, la obra y el entorno social y científico en el que se movió una de las figuras cumbre de la medicina española. Lo coordinan el hematólogo Joaquín Fernández y el médico de familia Venancio Martínez.

Joaquín Fernández, un médico querido donde los hubiera, falleció repentinamente en 2012 dejando buena parte de su labor escrita. El libro rinde ahora un homenaje a quien fue uno de sus impulsores, "un médico insustituible, multifacético, trabajador constante y de memoria prodigiosa", tal y como lo recuerda ahora su amigo Venancio Martínez, presidente de la Sociedad Española de Pediatría de Atención Primaria, quien tomó el testigo en solitario de una coordinación que no resultó sencilla.

Y es también "La huella de Gaspar Casal" un homenaje a aquel médico legendario, de biografía llena de enigmas, con motivo del 250 aniversario de la publicación de su grandiosa "Historia natural y médica del Principado de Asturias", libro póstumo que vio la luz gracias al empeño de quien fuera su gran amigo y colaborador Juan José García Sevillano.

Corría el año 1762 y la obra fue impresa en las prensas madrileñas de Manuel Martín, impresor que por aquella época trabajaba a destajo y que, tal y como recuerda el director del RIDEA, Ramón Rodríguez, fue artífice de varias ediciones de "El Quijote" en formatos populares.

Aquella edición de la "Historia natural y médica del Principado de Asturias" no fue una maravilla técnica pero tenía el valor de ser la primera y de contener un texto excepcional escrito por alguien que intuía que "el cambio de los alimentos ordinarios por otros más sustanciosos y alimenticios era utilísimo para disminuir esta enfermedad", en alusión directa a la pelagra.

Fue la "Historia natural..." la única obra de Gaspar Casal. Suficiente. En el prólogo a la edición de 1959 el doctor Gregorio Marañón sentencia: "Casal escribió solo un libro y no le hizo falta más", y lo justificaba Marañón a partir de una frase del Nobel Santiago Ramón y Cajal, que decía que si al final de una vida fecunda se pudiera resumir lo fundamental de ella, "tal vez bastaría con una cuartilla".

Gregorio Marañón se deshacía en elogios hacia Gaspar Casal en aquel 1959, fecha en la que se cumplieron los doscientos años de su muerte: escribió Casal sin prisas, se rodeó de "amigos doctos", huyó de las polémicas "dando ejemplo de saber callar" y, sobre todo, supo ver "el sentido de universalidad de la ciencia, ausente en tantos españoles y una de las causas del vacilante paso con que ha progresado el saber en muchas épocas de nuestra Historia".

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