Casal tenía unas actitudes y unas aptitudes que lo convirtieron en el gran médico español del siglo XVIII. Y lo consiguió desde la más absoluta periferia.

"Era original, observador, minucioso; fue capaz de cambiar la orientación de la medicina y de romper con dogmatismos y extravagancias. Emplea siempre un método científico y se convierte en el primer médico moderno de nuestra Historia". Así lo perfila Venancio Martínez, cuyo interés por la figura de Casal viene de antiguo, "reforzado por quien más sabe del personaje, el profesor de Historia de la Medicina Víctor Álvarez Antuña".

Lo que han conseguido el recordado Joaquín Fernández y Venancio Martínez es una obra coral de casi 600 páginas "que no hubiera podido ver la luz si no es por la apuesta decidida del presidente de la Academia de Medicina, Manuel Álvarez-Uría". El libro también cuenta con el patrocinio del Colegio Oficial de Médicos del Principado.

En él se recorre Historia, historias e intrahistoria. Se explica la formación médica de Casal, "paseamos" por su biblioteca y nos adentramos en su perfil naturalista y en sus influencias profesionales. También en sus remedios vegetales, algunos que hoy podíamos considerar sencillamente exóticos. Hay capítulos para hablar de los pacientes infantiles de Casal, de la dermatología, hematología, los pacientes cardiovasculares y ginecológicos, o su relación con la cirugía. Pero el libro también sirve para explicar la época, los estudios de Medicina, las relaciones de los médicos y los pacientes y hasta los sueldos que cobraban.

Mercedes Granjel, en el capítulo que abre el volumen, explica los contratos de los médicos del siglo XVIII y los municipios. Contratos cerrados, que obligaban al facultativo a atender a todos los habitantes del municipio, o contratos abiertos, con obligación de atención médica para los más pobres, y factura por la atención a los que tenían posibilidades de abonarlas.

Los sueldos eran muy bajos. El siglo XVIII entra en Oviedo con dos médicos en nómina. Se llamaban Francisco Dorado y Diego Serrano de Paz, tenían contratos cerrados con el Ayuntamiento y cobraban cada uno 5.500 reales anuales. Atendían a 5.200 habitantes, el censo municipal de entonces. Eran frecuentes los retrasos y los pleitos consiguientes por este motivo. Con pocos años de diferencia, otro médico que ejercía en Oviedo, Antonio Nanclares Gamboa, pierde la paciencia y acaba trasladándose a Gijón. Lo cierto es que a mediados del XVIII los médicos siguen cobrando lo mismo, tarde, mal y nunca, y eran permanentemente víctimas del intrusismo profesional.