Herminio (La Caridad, 1945), el artista capaz de realzar el poder de la escultura apoyándose en fuerzas invisibles, el escultor de la incerditumbre, ha sido distinguido con el "Asturiano del mes" de enero de 2014 por la autoría de una obra original y plástica que le consolida como uno de los grandes escultores españoles. El pasado mes de enero, Herminio inauguraba, en la galería Cayón de Madrid, una exposición de veinticinco piezas, con gran protagonismo de las sombras y los juegos de la luces, que podrá verse hasta el próximo 23 de marzo. También se ha exhibido obra suya en las ferias ARCO y Art Madrid, que concluyen este fin de semana.

Autodidacta y artista tardío, persona fuertemente arraigada en su tierra natal donde tiene su taller y disfruta del rincón marino de Viavélez, la inquietud artística le viene a Herminio desde la infancia. No fue un buen estudiante, pero tenía la cabeza bien armada para las matemáticas y la física, y sentía que tenía que hacer "algo" con su vida. En el camino trabajó en un taller de punto y tuvo un supermercado, todo en equipo con su mujer, Dulce María, con la que se casó muy joven. En la andadura también hay que citar a un tío, el ferreiro de La Caridad, un forjador impresionante a quien, según declaró el propio Herminio a LA NUEVA ESPAÑA, "se le metió en la cabeza estudiar el movimiento continuo, y estuvimos un tiempo trabajando juntos en aquello". Y llegaron a hacer cosas muy curiosas encerrados en el desván, de noche, trabajando con pesos y contrapesos, con equilibrios, con todo tipo de cosas. "Él estaba convencido de que lo íbamos a conseguir. Se murió con la cosa de no haberlo logrado".

Un buen día, el crítico luarqués Jesús Villapastur, ya fallecido, se acercó a su casa. Herminio hacia miniaturas y alguna pintura. Esperaba sus comentarios pero Villapastur observó muchó, habló poco y le dió la dirección del taller de Humberto, en Oviedo. Fue el principio de una trayectoria suave e intensa, en la que Herminio, apoyándose en la física, jugando con la gravedad, la atracción magnética y su talento, trató de trasladar a sus piezas emoción y cualidades plásticas.

Poco a poco fue ganándose el aplauso del público, de la crítica y de los coleccionistas. Comenzó a exponer, en Asturias, Madrid, Estados Unidos, Japón y París, entre otros escenarios. En esta última ciudad recibió elogios de artistas como Julio Le Parc o Cruz Díez.

En su obra ha ido desfigurándose aquella primera intención figurativa en favor de la línea y de la sencillez geométrica. "Empiezo como todo el mundo creo que hará, pensando mucho, dando muchas vueltas a la cabeza. Luego haces un pequeño boceto, y cuando a lo mejor te encuentras con algo, dices: "¡Oh, qué maravilla!" Eso ocurre, pero no porque digas: "Soy capaz de aguantar esto en el aire". No, no es éso. La parte física es la que menos me preocupa".

Rubén Suárez, crítico de arte de LA NUEVA ESPAÑA y uno de los que mejor conocen la obra y la trayectoria de Herminio, escribía en 2011 en este mismo diario: "Es autor, en concepto y en forma, de una escultura absolutamente original de notabílísima entidad plástica con independencia de esos elementos de equilibrio, tensión y movimiento que, por añadidura, prestan una dimensión mágica y utópica a su obra".

¿Y qué dice Herminio de su trabajo? "Soy un hombre afortunado. hacer todo lo que estoy haciendo era un sueño desde hace muchos años. Y lo conseguí".