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Santa Cristina, el palacio enmascarado

La iglesia de Lena pudo haber nacido como aula palatina, con alguna función regia que la acercaría a la de Santa María del Naranco, monumento con el que guarda similitudes

Santa Cristina es patrimonio de la Humanidad pero también un exquisito ejemplo de aprovechamiento de espacio, anterior en 1.200 años a las multinacionales del mueble prefabricado para apartamentos mínimos. Santa Cristina es una iglesia de planta única rectangular de apenas 10 metros de largo y 6 metros de ancho. En ese espacio tan escueto hay lugar para más de treinta arcos de medio punto, un altar, un presbiterio, dos pequeñas capillas laterales, una tribuna con escalera de acceso y, en medio, una arquería. Ni un centímetro desaprovechado.

Santa Cristina de Lena, una de nuestras joyas prerrománicas, tiene mucho de verso suelto en ese contexto del arte asturiano cuyos principales hitos apuntan a Oviedo. Un templo construido a unos 35 kilómetros de aquella antigua Corte que ya había levantado la iglesia de San Julián de los Prados y casi con toda seguridad el palacio de Santa María del Naranco. Un día de camino en la Edad Media.

Santa Cristina es fascinante, y por varios motivos. Uno son los misterios que rodean sus orígenes, no documentados. Otro, su estilo, su interior que se aparta de los cánones establecidos, con esa triple arquería sobre columnas de mármol y rematada por cinco celosías, que es única en el Prerrománico. En términos de arquitectura eclesial se conoce como un iconostasio, elemento que separa el templo en dos partes y que responde a la liturgia hispánica.

Todo parece indicar que esa arquería es algo posterior a la construcción de la iglesia y que reutiliza piezas de los dos siglos anteriores, un aprovechamiento de materiales muy habitual. Esas columnas de mármol que sustentan el iconostasio, con sus capiteles corintios nos sugieren una influencia romana. No muy lejos de allí se ubican los restos de la villae de Memorana, en la localidad de Vega del Ciego, de donde salió el impresionante mosaico expuesto en el Museo Arqueológico, en Oviedo.

La rareza de Santa Cristina de Lena, con sus 150 esquinas exteriores, se deja notar para la mayoría de los 8.000 visitantes que por término medio pasan por el templo cada año. Les abre la puerta la guía de siempre, Inés Faes, que recoge de la tradición familiar el cariño por el monumento y no pocos datos técnicos. Recuerda Inés la visita del premio Príncipe de Asturias de las Artes, Rafael Moneo, en octubre de 2013. Un reencuentro del arquitecto con su niñez cuando acompañó a su padre hasta Santa Cristina y se sintió sobrecogido por el espacio, mucho antes de que cimentara en él su vocación profesional.

"Me acuerdo que Moneo me dijo que él creía que Santa Cristina era anterior a Santa María del Naranco". En Santa Cristina de Lena la profusión de contrafuertes (32) hace suponer que faltaba seguridad a la hora de gestionar los pesos y las fuerzas. No todos de esos contrafuertes son necesarios, efectivamente. En Santa María esa duda ya no existe, todo es perfecto, nada sobra y nada falta. ¿Presupone eso que hablamos de un monumento posterior al templo lenense? No. La cronología oficial apunta a Santa Cristina como algo posterior a los templos del Naranco. Las razones de las diferencias -entre lo que es un gran manumento y lo que es un monumento perfecto- no están tanto en el tiempo como en las manos, y por Santa María pasaron las de un genio desconocido.

Cualquier teoría choca, no obstante, contra la oscuridad del tiempo. No consta inscripción fundacional ni noticia alguna sobre su consagración. No hay la más mínima referencia de Santa Cristina de Lena en las crónicas medievales y, si aceptamos que es levantada más allá del año 850, fecha en que muere el rey Ramiro I, nos encontraríamos con la única herencia arquitectónica conocida del reinado de su sucesor, Ordoño I (850-866). Santa Cristina duerme un largo sueño de más de mil años hasta que Jovellanos llega a ella en caballo, la "descubre" extasiado y realiza sobre el terreno unos dibujos. Era el 28 de noviembre de 1793.

Santa Cristina tiene algo de "laboratorio de pruebas", dice el concejal de Foro Asturias en el Ayuntamiento de Pola de Lena Juan Pablo Canseco, un apasionado del monumento que lleva muchos meses procurando una mejor señalización. Está a punto de conseguirlo. Meses atrás, el Gobierno central incluyó a Santa Cristina en el sistema SITHO, que garantiza una señalización amplia y oficial.

Falta le hace. Llegar hasta Santa Cristina, incluso desde la misma Pola de Lena (5 kilómetros) no es fácil. En el casco urbano hay incluso una señal que induce a error y que está pidiendo a gritos que alguien la retire. Cuanto antes. Lo cierto es que desde que Madrid aprobó la mejora (también se incluye a Puerto de Vega, el Parque de Redes y la cueva del Pindal), nada se ha hecho al respecto.

Santa Cristina vive desde hace doce siglos en soledad. El runrún lejano de la autopista la acompaña las 24 horas del día, pero su mundo es otro. El mundo del río San Lorenzo que estos días baja en forma de torrente y el de las labores del campo. La civilización la tiene a un paso, pero parece no interferir en este hito que se alza sobre una colina formando un conjunto que parece de diseño. Hay algo de paisaje de castro en el entorno.

Pero cabría pensar que el edificio estaba en el siglo X más a mano de lo que lo estuvo, por ejemplo, en el XVIII cuando Jovellanos lo resucita. No muy lejos de allí está La Carisa, una de las dos vías históricas de comunicación con la meseta en la alta Edad Media.

Un sondeo arqueológico de finales de los años ochenta descartó la presencia de estructuras anteriores a la iglesia. Una de las personas que estudiaron Santa Cristina es el profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo Lorenzo Arias. "Santa Cristina es única. Alguien dirá que podría estar mejor construida, y es verdad, pero es un monumento que no tiene ni antecedentes ni consecuentes". Arias sostiene desde hace tiempo una teoría: ¿Y si Santa Cristina no nació como iglesia?

"Pudo haber sido levantada a modo de aula palatina, asociada a alguna función regia", tal cual ocurrió con Santa María del Naranco.

Con el tiempo Santa Cristina de Lena pasaría a tener carácter religioso, con los consiguientes cambios formales, en el interior y en el exterior. Un proceso de cristianización que no tiene fecha, si es que alguna vez se produjo. Arias hace hincapié en algunos medallones que se encuentran raspados, probablemente para borrar motivos profanos. Queda alguna iconografía en el interior del edificio, que se aparta de la que podríamos suponer para un lugar sacro.

Las primeras imágenes fotográficas que tenemos de Santa Cristina nos la presentan con una espadaña y campanas. Se las llevó por delante la revolución de 1934. Se cuenta que los mineros la utilizaron de parapeto para defenderse de las fuerzas gubernamentales, y que éstas no tuvieron inconveniente en bombardear el monumento. Una bomba afectó gravemente a la esquina suroeste, a la puerta del recinto y parte de la bóveda.

La nave abovedada sigue siendo hoy uno de los motivos de asombro de los visitantes. Arias cree que la bóveda actual, a base de piedra toba -caliza, porosa y ligera- no se diferenciaría gran cosa de la que nació con el monumento. Los dibujos de interior que se conservan de Parcerisa (1855) y Frassinelli (1977) nos muestran una iglesia con techo de estructura de madera, a dos aguas.

Santa María del Naranco tiene bóveda, Santa Cristina también. En ambos casos, apunta el profesor Lorenzo Arias, las naves tienen cuatro metros de ancho, más que en San Miguel de Lillo (3,25) y Valdediós (2,80). La técnica gana terreno, centímetro a centímetro. Las arquerías murales ciegas lo permiten. ++Santa María marca en este sentido un salto cualitativo. Los arcos del mirador Oeste de la maravilla del Naranco son casi idénticos a la arquería interior de Santa Cristina. "Son elementos que casi se podrían superponer", explica Arias. Hay por tanto similitudes técnológicas pero también estéticas. La iglesia de Lena descansa sobre un zócalo, igual que Santa María, zócalo que no tiene ninguna función arquitectónica.

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