La "strata" o calzada romana que atravesaba la vecina provincia de León, comenzaba en Sahagún y, de este a oeste, iba recorriendo los lugares de Bercianos del Real Camino, El Burgo Ranero y Santas Martas; proseguía por Campo de Villavidel, Arbón y Hospital de Órbigo, para llegar a Asturica Augusta (actual Astorga), antigua capital del Conventus Asturum; continuaba por Castrillo de los Polvazares, Rabanal del Camino, Ponferrada, Cacabelos, Villafranca del Bierzo y Vega de Valcalcer. Por las proximidades de este último lugar penetraba en la cercana provincia de Lugo (Lucus Augusta), capital administrativa del convento.

En el pueblo de Santas Martas partía un ramal que conducía hasta León (Legio VII). Desde aquí salía otra derivación que se encaminaba hacia el Noroeste, para unirse nuevamente en Asturica Augusta. En este lugar partía otra bifurcación hacia el Noroeste que llevaba por tierras bercianas de Torre del Bierzo, Bembibre y Congosto, volviendo a enlazar con el camino fundamental en Cacabelos.

De esta calzada principal se separaban ramificaciones secundarias hacia el Norte, buscando diferentes pasos de penetración a través de la cordillera Cantábrica, siempre siguiendo el curso de un río. Desde Sahagún la vía buscaba el cauce del río Cea, continuaba por el pueblo del mismo nombre a Saelices del Río, Villaselán, Villaverde de Arcayos, Almanza, Valderrueda y Pedrosa del Rey, en donde se ramificaba en dos: al puerto de San Glorio hacia el Noreste, y al del Pontón por el Noroeste.

En Mansilla de las Mulas iniciaba su travesía otro ramal siguiendo el rumbo del río Esla que, por tierras de Gradefes, Cistierna, Sabero y Crémenes, nos trasladaba hasta Riaño, lugar en el que se cruzaba con el que venía de Pedrosa del Rey y subía hacia el puerto del Pontón. El ramal del Noroeste proseguía al puerto de Ventaniella, o bien avanzaba más hacia el oeste penetrando por el de Tarna.

En el Puente Villarente, siguiendo la trayectoria del río Porma, marcha otro camino hasta Vegas del Condado, donde se bifurca en dos: al Noroeste asciende por Boñar y Puebla de Lillo hasta Cofiñal, en donde vuelve a ramificarse: al Noreste hacia Tarna, al Noroeste hacia San Isidro. Volviendo de nuevo a Vegas del Condado, el ramal que va hacia el Noreste sigue el valle del río Curueño que, por La Vecilla, Valdeteja y Valdelugueros, nos arrima al puerto de Vegarada.

En León, siguiendo el curso del río Torío, sale otra vía que, por Matallana, Vegacervera y Cármenes, nos aproxima al puerto de Piedrafita. Asimismo y también desde León, otro camino sigue el cauce del río Bernesga que, por La Robla, La Pola de Gordón y Villamanín lleva hasta Camplongo, donde se bifurca en dos: al Noreste pasa por Pendilla y asciende al puerto de La Carisa; hacia el Noroeste, por Busdongo y Arbas al de Pajares. De Hospital de Órbigo sale un camino que, siguiendo el cauce del río de mismo nombre, nos traslada por tierras de La Ribera a Carrizo y Llamas, en donde se parte en dos: hacia el Noroeste y avanzando con el río Luna, camina por Rioseco de Tapia y Barrios de Luna hasta las cercanías de San Emiliano, lugar en el que de nuevo se deriva en dos: uno hacia Puerto Ventana, el otro al Puerto de La Mesa.

Regresamos a Llamas de la Ribera para seguir el ramal del Noroeste, que se adhiere al río Omaña y, por tierras de mismo nombre, nos conduce por Riello, Vegariencia y Murias de Paredes a Villablino primero, y más tarde al puerto de Somiedo, no sin antes haberse unido al camino que desde las proximidades de San Emiliano y Cabrillanes se dirige a Villablino.

Otra comunicación seguía tras el río Sil que, a través de Toreno, Páramo del Sil y Palacios del Sil, proseguía a las cercanías de Villablino y desde aquí seguir rumbo noroeste, hasta separarse en dos caminos de entrada a la Cordillera: una por el puerto de Leitariegos, otra por el puerto de Cerredo.

Y por último la que se iniciaba en Cacabelos que, siguiendo el curso del río Cúa, atraviesa Vega de Espinareda y Peranzanes, para culminar en el puerto del Trayeto.

Observamos que todos estos ramales secundarios, perpendiculares a la cordillera Cantábrica, van persiguiendo las aguas de un río. Lo que nos hace pensar que todos ellos aprovecharon caminos o sendas anteriores a la dominación romana, los cuales buscaban el paso natural más corto y cómodo.

A la división administrativa creada por Augusto dentro de la organización territorial posterior a la conquista, con capital en Asturica Augusta, se le llamó Conventus Asturum. Su territorio limitaba por el oeste con los conventos Lucense y Bracaraense. De Norte a Sur, o, lo que es lo mismo, desde la costa hasta el interior, los límites serían el río Navia, la sierra del Caurel, la sierra de San Mamede y el Valle del Sabor. Al este limita con el convento Cluniense y, desde la costa hacia el interior, los límites serían el río Sella, valle del Porma, río Esla o Cea hasta desembocar en el Duero.

Los habitantes de este convento, en época anterior a la conquista romana, se denominaban "Astures". Al principio, sólo a los ribereños del río Satura (Esla), para luego extenderse esta denominación a todo el convento.

Un accidente geográfico, la cordillera Cantábrica, secciona en dos este territorio. Al sur de la Cordillera, los Astures Augustani en las actuales provincias de León y norte de Zamora. Por el Norte, los Astures Transmontani, situados en la cuenca central del Nalón. Los Paesici, que ocupaban el territorio entre los ríos Navia y Nalón, siendo su ciudad principal Flavionavia (localizada en los alrededores de Santianes de Pravia). Y los Luggoni, localizados en la zona oriental de Asturias, entre los ríos Nalón y Sella, cuya capital era Paelontium. La estructura morfológica de la cordillera Cantábrica diferencia notablemente la vertiente sur de la norte. Mientras la primera es de acercamiento suave y sin grandes desniveles, la segunda se caracteriza por su carácter abrupto, con grandes depresiones y profundos abismos. Es por ello que estos antiguos pobladores, en su necesidad de intercambio de ganado, cereales y otros productos fuesen los creadores de los primeros caminos comerciales de la historia a través de la cordillera Cantábrica.

A todas las vías romanas que ascienden desde tierras castellanas hacia el Norte en busca de una entrada por la Cordillera, les une una característica común: la búsqueda de un paso natural siguiendo el curso de un río. Pero no sucede lo mismo en territorio asturiano. De los catorce pasos reseñados, Trayeto, Cerredo, Leitariegos, Somiedo, La Mesa, Ventana, Pajares, La Carisa, Piedrafita, Vegarada, San Isidro, Tarna, Ventaniella y Pontón, todos persiguen el curso de un río. Todos menos dos: los de La Mesa y La Carisa prosiguen su ruta por las alturas evitando la angostura de los valles y a salvo de posibles emboscadas, buscando el acercamiento a la costa por terrenos de suave desnivel.

En consecuencia, podemos considerar estas dos entradas como vías militares, y el resto como vías comerciales o mineras. Aunque, necesariamente, todas ellas hayan sido utilizadas en los tres aspectos. Pero las de La Mesa y La Carisa, a juzgar por su trazado, puede que hayan sido las únicas construidas durante la hegemonía romana.

En cuanto al resto de las vías de penetración a través de la cordillera Cantábrica, suponemos que se utilizaron y ampliaron caminos o sendas anteriores a la dominación. Teniendo en cuenta que el centro o capital administrativa se encontraba en Asturica Augusta, lugar en el que convergen todas las vías, tienen que haber sido utilizadas para controlar el territorio, cobrar los impuestos y, a su vez, como salida a los minerales arrancados en las minas, fundamentalmente oro, plata, estaño, cinabrio, cobre... Aunque, sin duda, una salida muy importante haya sido a través de caminos interiores hasta el puerto de Gijón.

Con la caída del Imperio Romano y la diferencia de perspectiva histórica entre conquistadores y nativos, las calzadas romanas entran lentamente en un abandono que explica el que, a través de los siglos, se hayan visto cubiertas de tierra y maleza, tanto que en muchos casos se han vuelto irreconocibles y virtualmente desaparecidas.

La función primordial para lo que habían sido construidas -nexo de unión entre naciones, creando verdaderas arterias de comunicación que eran estudiadas y realizadas por los romanos con amplitud de miras- se había perdido. Su diseño -que era concebido en torno a un orden universal, buscando su trazado pluralidad y utilidad de conjunto con el resto de la red viaria- también.

Por ello, con el paso de los años y de los siglos, tal concepción agoniza, dando paso a los caminos medievales en los que la perspectiva universal se olvida y los caminos transitan de un pueblo a otro, o de una iglesia a la otra más cercana, sin mayor amplitud de porvenir. Alguno de los caminos citados han desaparecido, en parte o totalmente. En ocasiones, carreteras y pistas han ocultado por completo su trazado con hormigón y palas excavadoras, destruyendo puentes y restos de las antiguas calzadas.