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Muti, la música como encuentro

El maestro que dirigirá "Falstaff" en Oviedo se rebeló contra la Italia degradada por Berlusconi en un "Nabucco" histórico y rechazó la ciudadanía honoraria de Roma

Riccardo Muti, en una imagen de archivo, en el auditorio de Oviedo. LUISMA MURIAS

El 12 de marzo de 2011 Italia celebraba el 150.º aniversario de su unificación con la representación, en la Ópera de Roma, del título más simbólico de Giuseppe Verdi, "Nabucco". Dirigía el maestro Riccardo Muti, una de las personalidades indiscutibles del mundo de la música. Entre los asistentes se encontraban el entonces primer ministro, Silvio Berlusconi, y el alcalde de Roma, Gianni Alemanno. Este último pronunció, al inicio, un discurso en el que denunció los recortes del Gobierno en los presupuestos de la cultura. La ópera comenzó y al llegar a la famosa "Va, pensiero" se produjo uno de esos momentos mágicos de la escena y de la música. Cuando el coro cantaba "¡Oh mi patria, tan bella y perdida!", brotó la emoción. Y cuando el "Va, pensiero" llegaba a su fin el público comenzó a gritar "¡Bis, bis!", "¡Viva Italia!, ¡Viva Verdi!" y "Muti, senador vitalicio".

A Muti no le gusta ni modificar las versiones de los autores de las óperas ni conceder un bis antes del final de la obra. Sólo en una ocasión había aceptado hacer uno del "Va, pensiero" en la Scala de Milán, en 1986. Pero aquella noche era especial. El maestro giró, miró al público y al lugar que ocupaba Berlusconi e improvisó un breve discurso que ya forma parte de la historia, de la suya personal, de la de Italia, de la de Europa y, en general, de la historia de la cultura occidental.

"Tengo más de 30 años y he vivido mi vida viajando por todo el mundo, y hoy tengo vergüenza de lo que sucede en mi país. Accedo a vuestra petición de un bis para el 'Va, pensiero'. No es sólo por la dicha patriótica que siento, sino porque esta noche, cuando dirigía el coro que cantó 'Ay mi patria, bella y perdida', pensé que si seguimos así vamos a matar la cultura sobre la que se construyó la historia de Italia. En tal caso, nuestra patria estaría en verdad 'bella y perdida'".

Sonaron los aplausos del público y de algunos de los intérpretes. Muti continuó e invitó a todos a "dar sentido a este canto" y cantarlo todos juntos. Toda la Ópera de Roma se levantó. Fue una bella y sonora revolución cívica. Como él diría más tarde, fue "una declaración del teatro de la capital para llamar la atención a los políticos".

A punto de cumplir los 74 años, Riccardo Muti, "profundamente mediterráneo" por su condición de napolitano, como él mismo se declaró en el discurso que pronunció en Oviedo, en octubre de 2011, tras recibir el "Príncipe de Asturias" de las Artes, une a su condición de gran maestro y entusiasta de la música la de hombre de fuerte personalidad. Muerto Claudio Abbado, otro de los grandes y compañero de generación, es visto como el continuador de Arturo Toscanini. Son los dos únicos italianos que han sido nombrados miembros honorarios de la Filarmónica de Viena, cuyo concierto de Año Nuevo Riccardo Muti ha dirigido en cuatro ocasiones.

Su especial vinculación con Oviedo desde que participara, en 1999, en el ciclo de conciertos inaugural del Auditorio -en el que se le ha dedicado una placa de homenaje- ha influido sin duda en su decisión de elegir la ciudad asturiana para dirigir en España su primera ópera. Será "Falstaff", de su querido Verdi, y lo hará los próximos 31 de julio y 1 de agosto, con la Orquesta "Luigi Cherubini", la misma con la que dirigió el "Réquiem en do menor" de Luigi Cherubini la víspera de entrega de los premios "Príncipe de Asturias", también en Oviedo. Un proyecto orquestal formado por intérpretes jóvenes que lleva años cuidando y lo alterna con la dirección, como maestro titular, de la Sinfónica de Chicago y la recuperación de partituras de ópera de compositores napolitanos del siglo XVIII.

Su biografía incluye a las orquestas más importantes del mundo, tanto de Europa como de los Estados Unidos, en algunos casos como maestro titular y en otros como invitado. También ha dejado su sello en festivales como los de Salzburgo y Rávena. Con la fundadora de este último, Cristina Mazzavillani, se casó y el matrimonio tiene tres hijos.

De Salzburgo es ciudadano honorario, pero no pudo serlo de Roma. Muti rechazó la distinción cuando vio que se convertía en motivo de disputa política. "Yo no pedí esto y, por tanto, no quiero que un hecho festivo acabe anegado en el más bajo mercadeo político", dijo.

Nunca han sido fáciles las relaciones con su país. En 2005, la orquesta y el equipo de La Scala votaron mayoritariamente para exigir su renuncia, y el año pasado dejó la Ópera de Roma, de la que había sido nombrado director vitalicio, tras las continuas protestas de los sindicatos. Era la segunda vez, tras Giuseppe Sinopoli, que un director famoso abandonaba el teatro romano.

Pero como ocurre siempre con los grandes, su música, basada en una combinación de amor, pasión y exigencia, permanecerá. Su dirección de "La flauta mágica" en el Festival de Salzburgo en 2006, con motivo del 250.º aniversario de Mozart, se cita como una referencia, así como algunas de sus versiones de óperas de Verdi como "La Traviata", "Nabucco", "Macbeth, "Otello", "Rigoletto" o la que se escuchará en Oviedo, "Falstaff". También ha representado piezas menos conocidas de autores como Spontini, Salieri o el ya citado Luigi Cherubini.

"La música es encuentro", dijo Muti en el discurso que pronunció en Oviedo. Y añadió: "Vivimos en la desarmonía, en la lucha, en la guerra y en el odio, esto quiere decir que todavía no hemos alcanzado la belleza para que el bien derrote al mal".

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