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El cubano más famoso de Miami

El restaurante Versailles es un pedazo de la isla antillana en el corazón de la Pequeña Habana que recibe desde 1971 a presidentes, celebridades y nostálgicos de viejo y nuevo cuño

El cubano más famoso de Miami

El restaurante Versailles presume de ser el local hostelero de comida cubana más famoso del mundo. Al menos lo es en Miami, donde se asienta desde 1971, cuando lo fundó el empresario santiaguero Felipe Valls. Algo debe de tener el gran salón lleno de espejos, sillas verdes y arañas de cristal para ser punto de encuentro de la colonia cubano-americana, políticos y presidentes, como Bill Clinton, que se comió un plato de lechón asado y moros mientras el servicio secreto revisaba las neveras, o el expresidente George W. Bush, que compartió con empresarios cubanos un memorable desayuno.

Los senadores de origen asturiano Bob Menéndez y Marco Rubio, demócrata y republicano, respectivamente, y la mayoría de las celebridades que visitan Miami, incluida la vecina Gloria Estefan, con restaurantes de su propiedad en la ciudad, no se resisten al encanto del local.

Hoy, 44 años después de su apertura, en la esquina de la calle Ocho con las avenidas 35 y 36 (zona también conocida como la "sangüesera", en plena Pequeña Habana), la carta sigue ofreciendo ropa vieja, yucas fritas, sándwiches cubanos, croquetas, pasteles, bistecs de palomilla, empanizados y arroz con maduros y frijoles, una especie de ADN del local, fundado por Felipe Valls (padre) en 1971, santuario para los cubanos de varias generaciones.

Por las mesas pasan candidatos a la caza de votos, famosos que buscan ser vistos y nostálgicos, hasta de tercera generación, adictos a las viejas recetas servidas en generosas cantidades. Si la diversidad social existe en Miami, el Versailles es su representación perfecta. En las mesas conviven familias cubanas de Coral Gables con genuinos habitantes de la Ocho. Todos eligen el lugar para las graduaciones, peticiones de mano y cumpleaños de sus hijos. Los fines de semana las puertas abren hasta la madrugada y las mesas se llenan de jóvenes que buscan una cena tardía con los manjares que preparaba la abuela. La velada culmina siempre con risas y conversaciones alrededor de unos mojitos helados.

Ahí no para la cosa. El Versailles es un fantástico termómetro para tomar la temperatura a las noticias que llegan de la isla. En 2006, cuando se difundió la falsa muerte de Castro, el recinto se convirtió en un hervidero desde el que todas las teles retransmitían en directo.

Valls junior (hijo del fundador y hoy al frente del negocio) asegura que ese día se dio cuenta de la cantidad de estaciones televisivas y de radio que existían en Miami. Las emisoras pagan una cantidad fija por el alquiler de las plazas de parking para el momento en que se produzca alguna noticia trascendental de Cuba.

Una de las últimas fue la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. La Ventanita, una especie de terraza abierta al exterior, en la que se despachan miles de "cafecitos" al día -colados al estilo cubano- se llenó entonces de opinantes y tertulianos a los que merece la pena escuchar para saber lo que se "mueve" en el interior de esa expectante colonia de exiliados y emigrantes, siempre con la maleta medio hecha para regresar a la tierra de sus sueños.

De momento, se conforman con comer con esos cubiertos y platos desgastados -parte del encanto del local- mientras suena de fondo un bolero de aquellos que se bailaban en las fiestas del Country Club de La Habana. Felipe Valls conserva la esencia del restaurante donde lo mismo se celebra el triunfo de los Marlins como los resultados de las elecciones locales, sobre todo cuando van a favor del bando republicano, que todo hay que decirlo.

"A mí me gustaba esta esquina, pero la gente me decía que yo estaba loco, porque esto quedaba muy lejos". Lo contaba Felipe Valls padre en 2011, cuando el restaurante celebró 40 años y editó unas cartas especiales con precios de 1971. Aquella esquina no era el centro del "ambiente cubano", que se movía en los alrededores del restaurante Badía, en la Ocho y la 16, también de Valls, popular por sus sándwiches.

Hoy en día The Valls Group es todo un imperio que mezcla el café que se toma en sus restaurantes y cuenta con su propia planta procesadora, donde se preparan 1.000 bistecs empanizados y 4.000 croquetas que se venden diariamente.

Nicole Valls, nieta del fundador, disfruta muchísimo cuando ve el restaurante lleno de jóvenes. "La gente viene tarde, después de los conciertos, vestida con ropa de gala, y piden ´comfort food´, que les recuerda la que le preparan en casa". Para el escritor cubanoamericano Gustavo Pérez Firmat ir al Versailles significa recordar a los seres queridos que ha perdido y revivir de alguna manera la historia del exilio. "Es una experiencia casi espiritual: picadillo for the soul". Así lo resume Pérez Firmat, que en su libro "Vidas en vilo" le dedicó al restaurante un capítulo titulado "Los espejos del Versailles".

La Calle Ocho, espina dorsal del exilio

Si hay un lugar donde se junta el orgullo hispano de Miami, éste es la Calle Ocho. A lo largo de la SW 8 St de Miami, conocida en español como la Calle Ocho, se encuentra La Pequeña Habana, lugar adonde llegaron los primeros exiliados de la Revolución cubana en 1959. Más tarde se le unieron exiliados que llegaban por distintas razones a los partidarios del régimen de Batista que fueron quienes inicialmente se establecieron allí.

Si se tiene en cuenta que Miami inició realmente su desarrollo como ciudad en la década de los 20, el cual se vio fuertemente impulsado por el éxodo cubano a partir de los 60, la zona de la Pequeña Habana y su Calle Ocho son una especie de columna vertebral, queda una asignatura pendiente: convencer a muchos vecinos, sobremanera los jóvenes, para que se hagan socios y aporten su granito de arena de la historia de la hispanidad en Miami.

Sin embargo, la Calle Ocho no se reduce a un refugio de exiliados. Con el paso del tiempo, la zona ha evolucionado y se ha convertido en un lugar que, si bien sigue guardando mucho de ese sabor y nostalgia de la Vieja Habana, es ya un producto de sincretismo cultural no sólo de Cuba con Florida, sino de las demás nacionalidades caribeñas, centro y sudamericanas que han encontrado en Miami un lugar donde perseguir sus sueños. Quienes esperen llegar a la Calle Ocho y encontrar una réplica de lo que actualmente es La Habana se quedarán muy decepcionados, pues esta vía no es ni La Habana de hoy en día ni la de hace 50 años, es simplemente la Ocho.

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