La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Comidas y bebidas

Cocina gallega en La Coruña, y el feliz matrimonio del chocolate y el brandy

Brandy y chocolate.

La gran materia prima es la razón culinaria gallega. Lo fue, lo es y presumiblemente lo seguirá siendo. De manera que en los restaurantes no se complican demasiado la vida. La gran cocina regional del buen producto ha dejado paso a otra más actualizada. Así sucede, por ejemplo, en As Garzas, de Porto Barizo, un comedor con preciosas vistas al mar, ubicado en un chalet que, además, es hotel, en Malpica, Bergantiños, Costa da Morte. Llegamos hasta allí desde La Coruña acompañados de un amago de temporal, desatándose vientos de mil diablos y el mar enfurecido lanzando avisos a navegantes.

Fernando Agrasar propone platos elegantes, cocciones ligeras en una carta breve ma no troppo -en la que destacan, como no podía ser de otra forma, las preparaciones marineras- y también un menu de 60 euros, "Para no pensar", donde supongo se condensa el conocimiento de la casa. Digo supongo, porque optamos por la elección más corta, la profundidad esencial por encima del largo rodeo. Para comenzar unas cigalas, no demasiado grandes, apenas perturbadas por la cocción y una flor de sal ligeramente aromatizada; y un suave ceviche de vieira, lleno de buenos deseos cítricos. Como platos principales, merluza con berberechos, acompañada de una suave infusión, sublime, y una pieza de rodaballo en su mejor punto sobre un potaje de garbanzos y espinacas, vigoroso y perfectamente integrados los ingredientes. La contundencia apenas dejó espacio para unos helados. Setenta euros por persona, incluida una botella de albariño y los cafés. Muy recomendable As Garzas y con precios imbatibles teniendo en cuenta su condición de restaurante con una estrella Michelin.

Sucede igual con otro de los coruñeses distinguidos por la Guía Roja, A Estación, en la bonita localidad de Cambre, a 12 kilómetros de la capital de la provincia y que cuenta con una iglesia del siglo XII, Santa María, que por sí sola merece la visita. Beatriz Sotelo y Xoan Crujeiras, dirigen la cocina en un restaurante donde todo guarda relación con el ferrocarril. El comedor ocupa el viejo almacén y mantiene la estructura de un vagón de tren. En la sala, magnificamente llevada, prima la flexibilidad: si uno no se decide por el menú porque prefiere indagar en la carta, se le ofrece la posibilidad de alternar los platos. Igual que las medias raciones. Del mismo modo que en As Garzas, para evitar la lista larga, optamos por el concepto clásico y más civilizado de los dos primeros o entrantes, dos platos principales y postres. De inicio, un surtido de aperitvos, estupendas aceitunas arbequinas, humus y hasta unas palomitas ligeramente perfumadas con aceite de trufas, finalizando con una crema caliente de verduras. Luego, navajas muy finas aliñadas con aceite de cítricos; bogavante en ensalada, y para continuar dorada y san martín con verduritas y carabineros. Este último en su punto, algo más de cocción de lo debido en la dorada. Muy buena nota en conjunto. De postre, la bomba, uno de los mejores platos dulces que recuerdo haber comido en mi vida: una sensacional torrija empapapada en leche y quemada en la superficie, acompañada de un cremoso helado de piña. Sobrenatural. En un restaurante que tiene a gala darle vueltas y una otra vez a su oferta y que suele cambiar los platos cada tres meses, la torrija es una de las dos ofertas que se mantienen desde el primer día. Para beber una botella de albariño Goliardo A Telleira, 2012.

Pancracio y Lepanto, buena compañía navideña. Pancracio, la empresa de chocolates de Cádiz, y González Byass han presentado una atractiva oferta de calidad para endulzar las fiestas. Se trata del matrimonio especial entre el turrón de trufa de chocolate negro de Pedro Álvarez, elaborado con Lepanto Solera Gran Rerserva, y una botella del brandy jerezano de la misma marca. Ambos se venden en un pack por 47,50 euros. No les voy a contar a estas alturas del Lepanto nada que no sepan, salvo el magnífico recorrido que está llevando a cabo como acompañamiento de salados y dulces en la gastronomía. El turrón de Pancracio revestido con una capa de chocolate blanco es una auténtica delicia. Menuda pareja.

Compartir el artículo

stats