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La Vida Buena

Los alegres y chispeantes espumosos de Kent

Taittinger, casa de la Champaña, se suma a la moda de los vinos ingleses invirtiendo en el futuro Domaine Evremond

Los alegres y chispeantes espumosos de Kent

No hay que menospreciar ni mucho menos reírse del sector vitivinícola británico que a lo largo de los últimos años ha logrado abrirse paso en el mercado con estupendos espumosos. Por poner sólo un ejemplo, está Ridgeview, la bodega de Ditchling Common, East Sussex, que ha hallado la fórmula del éxito con las combinaciones de rizomas y uvas clonadas particularmente apropiadas para el clima inglés En menos de tres lustros de producción, Ridgeview ha ganado docenas de medallas y premios por sus cosechas. Igual que ella puede presumir Nyetimber Vineyard, de West Chiltington (West Sussex).

Ahora, atraída por la burbuja británica y el cambio climático, una casa de Champaña, Taittinger, invertirá en un viñedo de Kent, Stone Stile Farm, un antiguo huerto de manzanas cerca de Chilham, a unos kilómetros de Canterbury y Faversham. Arrogantes franceses de Champaña apoyando espumosos del norte del Canal, una bomba. Taittinger y sus socios plantarán chardonnay, pinot noir y pinot meunier. Los resultados los conoceremos después del 2020 bajo la etiqueta Domaine Evremond, que toma su nombre de Charles de Saint-Evremond, el poeta francés y crítico literario que vivió entre 1614 y 1703. Canterbury no sólo estará hermanada con Reims por condicionantes municipales.

Pero el espumoso inglés nunca será champán. El champán sólo puede producirse en la Champaña francesa. No en el countryside bastante más al norte. Sin embargo, para pasmo de los franceses, circuló durante años la teoría de que los ingleses son sus inventores. Documentos archivados en la Royal Society desde 1662 parecen demostrar que un nativo de las islas, Christopher Merret, describió no sólo cómo se producía vino espumoso en Inglaterra sino también cómo lo disfrutaban los ingleses más de treinta años antes de que en Francia se produjera el primer espumoso y casi sesenta de que se estableciera la bodega más antigua de Champaña. En cualquier caso, en Gran Bretaña se produce vino desde el siglo VIII como mínimo, y en el "Domesday Book", un censo de tierras y vecinos compilado por Guillermo el Conquistador en el siglo XI, aparecen registrados docenas de viñedos.

El champán es el vino de las grandes ocasiones. Julio Camba lo consideraba alegre, petulante, ruidoso, escandaloso, mujeriego, fanfarrón y demasiado frívolo para acompañar una buena comida. Sin embargo, no existe licor en el mundo con tanto predicamento mundano. Asociado a los éxitos de la vida, inspira alegría y amor, y suele tonificar las mejillas. Toda esa leyenda de mundo feliz que le rodea contribuye activamente a su rentabilidad comercial. Cuando hay una botadura, es una botella de champán la que hacen estrellar contra el casco del barco. Los pilotos de Fórmula 1 o de cualquier otro tipo de carreras se duchan en los podios de manera estrepitosa con botellas de espumoso; lo mismo ocurre en los vestuarios de los campos de fútbol después de una victoria importante, o en cualquier otro deporte en que haya que celebrar el triunfo del campeón. Si se obtienen buenos resultados en la vida o se producen noticias satisfactorias, el primer impulso para festejarlo es la botella de champán, cava o prosecco.

En la literatura el champán está presente con mayor frecuencia que cualquier otro tipo de bebida. Bernard Pivot, en su "Diccionario del amante del vino", recuerda cómo la noche de su bautismo religioso se vertió una copa de champán sobre la cabeza de Emma Bovary. En "Las ilusiones perdidas", de Balzac, Lucien Chardon de Rubempré, personaje de la novela, es recibido como periodista por su redactor jefe con una copa de champán derramada sobre sus cabellos. El propio Balzac, tan dado a los dispendios, no podía vivir sin su ración de champán diaria.

Lo mismo que le sucedía a Winston Churchill, otro incondicional de esta fantástica bebida. Churchill pasó por épocas difíciles en que apenas podía pagar su dieta de espumoso, pero tampoco podía dejar de beberlo, un trago bastante difícil de llevar dadas las circunstancias. Nunca sabremos lo que opinaría del espumoso inglés en el caso de que su imaginación de estadista le hubiera permitido adivinar que el calentamiento del planeta facilitaría apenas un siglo más tarde el cultivo de viñedos en Inglaterra.

El gran vino francés es la primera referencia entre los espumosos. Federico I de Prusia, bebedor insaciable, pidió a miembros de su Academia de las Ciencias que le explicasen la causa de tanta espuma en el champán. Sin embargo, cuando vio a los doctores dispuestos a derramar el líquido para proceder al experimento explicativo que les demandaba, bramó: "Antes prefiero ignorar durante toda mi vida por qué este vino es espumoso a que se desperdicie una sola gota de él". Lo mismo estarían dispuestos a mantener los miembros de la fiel secta del Krug, uno de los más distinguidos vinos de Champaña. Los krugistas siempre tienen argumentos sólidos para exponer ante quienes se muestran, por ejemplo, partidarios de Pol Roger, Dom Pérignon, Roederer, etcétera. La propia casa, fundada por Joseph Krug, y que engrandecieron otros dos Krug, Henri y Rémi, considera que su extraordinaria producción no debe compararse con otras y hace del negocio un arte para espíritus elevados. Dos refinados bebedores, Paul Morand y Hemingway, fueron devotos, entre otros, de la Grand Cuvée de esta marca, y la firma de la Rue Coquebert, de Reims, sigue cultivando esa devoción de amante entre los seguidores de la bodega. Es posible que Krug sea más que un champán, pero para moverse en esa consideración hay que tener también en cuenta la facilidad del vino de la Champaña para erigirse en prototipo del éxito.

No hay otro mejor, en cualquier caso, para expresar buenos deseos en estos comienzos del año.

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