Ramón D'Andrés, profesor de Filología Española y Asturiana de la Universidad de Oviedo y autor de varias obras gramaticales y ensayísticas sobre el asturiano, presidía hasta el pasado mes de diciembre la Fundación Caveda y Nava. La institución, creada en 2002 para tratar de alcanzar un consenso en la defensa del asturiano, resolvió disolverse. "Su función ya no es tan necesaria como cuando decidimos crearla", afirma. D'Andrés fue el último de sus cuatro presidentes. José Luis López, Etelvino González e Ignaciu Iglesias fueron los anteriores.

-¿La Fundación Caveda y Nava ya no es necesaria?

-Cuando decidimos crearla, en enero de 2002, ocupó un espacio que nadie tenía y creo que en eso consistió su éxito. El tema del asturiano estaba muy polarizado, había maximalismo por ambas partes y una gran desconfianza mutua. Nos resultó sorprendentemente fácil reunir a cincuenta personas con el objetivo de tender puentes de diálogo y hacer labores de intermediación. Nuestra tarea tenía dos objetivos, teníamos una lengua en peligro y eran necesarias medidas para garantizar su supervivencia y había que hacer que se respetaran los derechos de la gente que la usa. El mensaje, con el paso de los años, caló, se asentó. Quiero pensar que la Fundación contribuyó a mejorar la situación del asturiano.

-¿En qué ha mejorado?

-Hay un mayor consenso en cuestiones elementales, pero no están resueltos todos los problemas. Nunca nos propusimos entrar en competencia con otras asociaciones cívicas de defensa de la lengua y consideramos nuestra misión cumplida.

-Continúa sin resolverse el futuro de la llingua, al contrario de lo que sucede en otros territorios con idioma propio. ¿Qué futuro ve en este asunto?

-Ésa es la gran pregunta. Mi tesis es que desde que empieza la reivindicación moderna del asturiano se han hecho grandes cosas, pero hay aspectos en los que no se ha avanzado porque la sociedad en su conjunto no ha hecho suyas ciertas reivindicaciones en las que el asturianismo ponía mucho interés.

-¿Cuáles han sido los grandes avances en estos 40 años?

-Aspectos como el prestigio social o la idea de que el asturiano es un patrimonio cultural; en la creación artística, sobre todo literaria y musical, que es espectacular, y se ha avanzado mucho en lo que es el asturiano como un instrumento de comunicación. Pero como lengua de conversación va retrocediendo poco a poco. Por otra parte, la pretensión del asturianismo de los años setenta y ochenta de que se convirtiera en una lengua equiparable y alternante con el castellano no caló en la sociedad. Sí caló su uso, hasta niveles insospechados, en un plano que podemos definir como de afirmación de asturianía, como rasgo identitario. Ahí se puede decir que es un éxito.

-Ponga ejemplos.

-En los actos públicos, en las manifestaciones más diversas, la gente utiliza pancartas y lemas en asturiano y probablemente no lo habla. Creció mucho como lengua de exhibición, que tiene su importancia. El bilingüismo es muy difícil que cale, no creo que nuestra llingua pueda competir con el castellano. Y derivada de esta idea está la de los derechos individuales en relación con el asturiano, que tampoco progresa. No surge una necesidad de luchar por esos derechos.

-¿Hemos de conformarnos con esos logros?

-No son logros menores. Hay una minoría asturianista bien asentada en la que el asturiano goza de normalidad, pero no crece, y es una minoría influyente, con grandes creadores, sobre todo literarios. No se puede describir la Asturias de los últimos cuarenta años sin los logros de la cultura del asturiano.

-¿La sociedad es la clave?

-En los años 60 y 70 del pasado siglo, la gaita y la sidra estaban en vías de extinción. La sidrería era un tipo de local sucio y lo que gustaba era el mesón, y había cuatro gaiteros, mayores casi todos. Cuando empezó a funcionar el asturianismo y se pedía llevar la gaita al Conservatorio, se hicieron muchos chistes, recuerdo algunos de Gustavo Bueno, y no contaba con el favor de las élites políticas. Fueron la sociedad civil, los empresarios lagareros, los jóvenes en el caso de gaita quienes rescataron la sidra y la gaita y las proyectaron, con enorme éxito y brillantez, hacia el futuro. Otro ejemplo es el Real Oviedo. Podríamos preguntarnos por qué esa magia no se extendió con esa potencia a la lengua, se extendió ese uso identitario del que hablábamos antes. Dicho esto, las sidrerías deben de ser, sin embargo, de los sitios que más se castellanizaron.

-¿El rechazo político a la oficialidad es la clave de este freno al desarrollo del asturiano?

-Es que lo político es lo social. Nuestros representantes políticos son los que la gente elige en las urnas. El futuro del asturiano reside en la sociedad asturiana, es ella la que tiene que decidir si conserva la llingua, si quiere dejarla como fetiche cultural o darle una utilidad práctica. Sinceramente, no sé por dónde puede derivar la cuestión, pero tengo claro que la sociedad es la que decidirá y que la minoría asturianista no desaparecerá.

-El presidente asturiano felicita la Navidad en varios idiomas pero no en asturiano, ¿qué le parece?

-Es anecdótico, pero es un escándalo. ¿Cómo es posible que al presidente de Asturias o a sus asesores no se les ocurra pensar en la lengua asturiana? Nos retrata. Hay un serio problema de visibilidad de la llingua en el ámbito institucional, creo que los políticos ni piensan en ella. Creo que a veces no es hostilidad, sólo falta de sensibilidad.

-¿El balance de lo conseguido en estas cuatro décadas es positivo?

-Sin duda. Quizás el asturianismo se puso metas muy ambiciosas respecto a los que nos precedieron. Los antecedentes del asturiano no se pueden comparar, por ejemplo, con los del catalán o el gallego.

-¿Hasta qué punto el asturianismo y sus enfrentamientos internos perjudicaron a la lengua?

-El movimiento asturianista tiene grandes virtudes que justifican esos logros actuales, que tenemos que valorar. Al lado de esto, hubo muchos momentos de demasiado maximalismo hacia otros sectores sociales que no tenían por qué militar en la causa, y dentro del propio movimiento hubo demasiado cainismo. El típico ambiente de minorías que acaba desarrollando actitudes sectarias, sin entender que es sano y es un valor que la gente que lucha por lo mismo que tú piense de forma diferente. La propia Fundación Caveda y Nava, cuando se creó, fue muy criticada por el entorno de la Academia de la Llingua.

-¿La aprobación de la ley de Uso marcó un punto de inflexión en el reconocimiento jurídico de la lengua asturiana?

-Sin duda. Cuando tienes que elegir entre algo y nada, te quedas con algo, y esta ley fue muy criticada en algunos ámbitos asturianistas, cuando significó pasar del cero al uno o el dos. Hay que reconocer el mérito que tuvo la gente que la hizo, Xuan Xosé Sánchez Vicente y Sergio Marqués. A día de hoy es el máximo techo legal y probablemente en el futuro sea superada por otra cosa mejor.