A los escépticos sobre el efecto invernadero les quedan pocos argumentos. A las evidencias científicas de que los aumentos de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera causan una subida de las temperaturas se suma ahora la constatación de que cuando la presencia del gas desciende, el planeta se enfría. Es la prueba del nueve de que sus niveles son determinantes en el clima.

Un estudio liderado por la Universidad de Oviedo y que publica hoy "Nature Communications" prueba que las temperaturas más bajas (entre siete y nueve grados) que ha registrado el planeta en los últimos quince millones de años se debieron a un descenso en los niveles de dióxido de carbono.

Heather M. Stoll, profesora del departamento de Geología de la universidad asturiana e investigadora principal de este estudio, resalta que hasta ahora no se había relacionado el clima más suave de los últimos millones de años con un descenso de la presencia de dióxido de carbono. Si bien hay estudios que vinculan la subida de temperaturas en las últimas décadas con las emisiones de ese gas debidas a la actividad humana, faltaba por conocer una explicación clara de por qué la Tierra venía registrando desde hace quince millones de años un clima más moderado que el de etapas anteriores.

Al no existir registros tan antiguos de la composición de la atmósfera, los científicos dudaban de hasta qué punto el dióxido de carbono era determinante en las temperaturas. "Nosotros podemos demostrar que, hace quince millones de años, el CO2 elevado mantenía unas temperaturas más cálidas, de la misma forma que cabe esperar con los aumentos actuales en CO2", asegura Stoll.

La clave para esta afirmación reside en los cocolitofóridos, conchas fósiles de algas unicelulares que terminan acumulándose en el fondo marino. Situadas en la base de la cadena trófica, estos organismos fósiles aún aportan información sobre su reacción ante los cambios del clima. Heather M. Stoll recalca que la investigación constituye "una evidencia más de cómo los gases invernadero sí son determinantes en la evolución del clima".

Hace 15 millones de años, la Tierra soportaba temperaturas mayores que las actuales, pero con el tiempo el clima se enfrió de forma continuada, aunque con oscilaciones. Ese descenso se debió a una bajada del CO2 en la atmósfera y la tendencia se ha quebrado en el último siglo, justamente, por un aumento de este gas achacable a la actividad humana.

Conchas fósiles microscópicas extraídas del fondo de los océanos Atlántico e Índico tenían la respuesta. Los investigadores determinaron el espesor de las conchas midiendo la cantidad de luz que podía atravesarlas y comprobaron que a partir de los últimos nueve millones de años disminuyeron de espesor. Fue un proceso que se produjo simultáneamente en ambos océanos, por lo que la causa debía ser un cambio global en el clima.

El análisis posterior de esas conchas y de restos de grasa adheridos permitieron comprobar que la concentración de CO2 había descendido. La razón estaba en que estos microorganismos dedicaban el carbono, en menor concentración, para el proceso de fotosíntesis, en vez de para hacer crecer sus conchas.

El otro aspecto relevante del estudio es la idea de que más CO2 en la atmósfera no siempre ha de ser perjudicial, ya que ciertos organismos, como estas algas unicelulares, logran adaptarse aumentando el grosor de sus conchas.

Pero Heather Stoll recalca que la respuesta de los cocolitofóridos no tiene por qué repetirse en otras especies. Los cocolitofóridos son plantas, y necesitan el carbono tanto para la fotosíntesis como para la calcificación, por lo que organismos animales, que no realizan la fotosíntesis, como corales o almejas, es probable que respondan de otra manera a los cambios de dióxido de carbono.

El tiempo corre. Mientras las instituciones mundiales discuten cómo mitigar los cambios climáticos del planeta, los océanos y su química cambia rápidamente. "Es previsible que los organismos calcificantes puedan estar en riesgo frente a cambios importantes en la química que ocurren a medida que el océano absorbe mayores cantidades de CO2 emitidas por acciones del hombre", destaca Heather Stoll.

La investigación ha sido financiada con 1,77 millones de euros por la UE y que tiene una duración de seis años. En el trabajo, titulado "Disminución en la calcificación de los cocolitofóridos y CO2 desde el Mioceno medio", han participado científicos de la Universidad de Salamanca, del Woods Hole Oceanographic Institute y de la University of New Hampshire en Estados Unidos. También aparece como primera firmante Clara Bolton, que durante cuatro años estuvo en el equipo asturiano y que ahora trabaja en el CNRS en Francia.