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Una asturiana en el mar de la tragedia

La ovetense Anabel Montes, enrolada en uno de los equipos de rescate de refugiados en el Egeo, asegura que "la mirada de esta gente no la olvidaré jamás"

La primera toma de contacto.

Anabel Montes Mier es una ovetense de 28 años que lleva desde finales de diciembre enrolada en uno de los equipos de rescate de refugiados al norte de la isla griega de Lesbos. Forma parte de la ONG Proactiva Open Arms. Es una de los muchos voluntarios europeos que tratan de hacer algo más seguro ese tramo final de una travesía de miles de personas desde las costas de Turquía hasta nuestro continente. Apenas unos kilómetros de mar, pero que separan dos mundos. "Somos para ellos la primera toma de contacto con Europa, y sus caras y sus miradas no las olvidaré jamás", asegura.

Anabel lleva once años trabajando en playas como socorrista. En Asturias, primero, y en el Prat de Llobregat (Barcelona), después. Pero su trabajo en Lesbos va mucho más allá del nombre genérico de socorrista. Está encuadrada en uno de los equipos que patrullan la costa y que tratan de asegurar la vida de los refugiados. "Cuando llega una embarcación nos dirigimos a ellos en árabe con palabras muy precisas. Les pedimos que paren el motor y que no se precipiten. Creamos una única salida, de uno en uno, por la proa y evitamos que la embarcación se desestabilice porque cuando ven tierra están desesperados por bajarse", explica esta ovetense de San Esteban de las Cruces, que no se considera "ni una valiente ni una heroína" sino una persona "normal y corriente que en una situación como ésta puede aportar su granito de arena para ayudar".

"Me da igual que sean sirios, afganos o iraníes. La desesperación y el miedo brillan en los ojos de todos. Nadie con corazón puede negarles esa ayuda", dice. A las costas griegas llegan desde barcas de madera hasta barcos con más de trescientas personas a bordo. "Ésos son los más peligrosos porque están en pésimas condiciones. Meten a la gente en la sala de máquinas y no hay escapatoria si el barco tiene un problema".

La llegada de refugiados es diaria, sin excepciones. "El sábado hubo un naufragio y ya van 39 muertos. Hace días vivimos una situación terrible. Fue de noche, nosotros éramos cinco y teníamos enfrente un barco con más de trescientos refugiados. Los momentos de tensión que vivimos jamás saldrán de mi cabeza".

Las mafias lo controlan todo. Los refugiados pagan cantidades por encima de los mil euros para tener derecho a embarcarse en un cascarón. "Las mafias eligen a un pasajero, le dan una especie de clase exprés del manejo de la embarcación y los echan a la mar, a veces a punta de pistola si alguien se niega a entrar en un bote muy lleno o con malas condiciones meteorológicas", explica Montes.

Cuando llegan a tierra el drama continúa. "En el campamento de Moria, donde se les hace un registro antes de emprender viaje en ferry hacia Atenas, vi familias durmiendo en pequeñas tiendas a seis grados bajo cero. La gente está absolutamente desamparada y se te parte el corazón. Europa pisotea todos los derechos humanos que tanto presume defender. Hay medios y personal, pero no nos dejan apenas actuar".

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