-Gijón ha asumido la gestión de dos museos de carácter regional, el Pueblo de Asturias y el del Ferrocarril. ¿A qué atribuye el desdén regional ante estos dos buenos proyectos?

-En la primera legislatura de Vicente Álvarez Areces se creó la Red de Museos Etnográficos y el Pueblo de Asturias, que es sin duda un gran museo regional. Si se hubiera continuado con el trabajo, probablemente hoy tendríamos una sociedad y un trabajo mucho más articulado. Con el Museo del Ferrocarril pasa algo parecido.

-El proyecto de Tabacalera surgió para resolver el crecimiento de las colecciones y la falta de espacio en el Museo Casa Natal de Jovellanos. Parece que esa idea no convence.

-Gijón tiene una gran tradición museística que se remonta a 1894, cuando se plantea por primera vez crear el Museo Jovellanos, sustentado sobre todo en la colección de bocetos de Jovellanos que desaparece en la Guerra Civil. La ciudad también ha contado siempre con el apoyo de determinados sectores de la burguesía que donaron, y continúan haciéndolo, obras al museo. Todo ello generó un crecimiento de las colecciones que el edificio de Tabacalera podía resolver. Pero el proyecto es caro y con la llegada de la crisis y el cambio de poder se paralizó. Debería hacerse un debate sobre los usos de Tabacalera con una cierta sistemática de trabajo y dando entrada a profesionales y colectivos que quieran participar.

-Ha realizado cientos de exposiciones, ¿de cuáles se siente más orgullosa?

-Estoy bastante contenta del trabajo que se hizo en la sala 1 porque con muy poco dinero conseguimos dar apoyo a gente que estaba empezando y que luego se consolidaron como artistas con trayectoria internacional. Citaré a tres asturianos, Cuco Suárez, Dionisio González y Paco Cao, que hicieron proyectos en París, Lisboa y Nueva York, respectivamente. Y me gustó mucho hacer una exposición de Concha Jerez en los años 80. Que le hayan dado la Medalla Nacional de las Bellas Artes es algo que me encanta.

-¿Qué exposición antológica de un artista asturiano está pendiente?

-Habría que hacerla de José María Navascués, probablemente el mejor artista asturiano de la segunda mitad del siglo XX, aunque hay quienes dicen que de todo el siglo. Es la ambición del Museo Jovellanos porque tenemos la mayor parte de su colección y su archivo. Con esta adquisición, el museo inició una línea de trabajo a partir de los archivos personales de artistas asturianos, y ya tenemos unos cuantos.

Pilar González Lafita, historiadora del arte, es un nombre imprescindible en la gestión cultural gijonesa, y por tanto asturiana, de los últimos treinta y seis años. Empezó a trabajar en 1980 en el Ayuntamiento de Gijón y dos años más tarde se incorporó al equipo de la entonces novedosa Fundación Municipal de Cultura como coordinadora de museos. En aquellos años, recuerda, "la dinámica de la ciudad era crecer, salías de una dictadura y estaba todo por hacer, fue un gran momento, hacíamos de todo, desde barrer hasta descargar camiones". En el organismo llegó a ser jefa de Cultura y directora en el periodo 2007-2011. Junto a un pequeño equipo de personas, que elogia continuamente, ha sido artífice y responsable de una política cultural que se mueve en múltiples direcciones, apoyada en una fuerte base social, a través de proyectos educativos y populares. Pionera en el estudio y la recuperación del arte gráfico asturiano, la creación artística contemporánea, las redes de museos y bibliotecas, el departamento de producciones artísticas (organizador de Feten, la feria de teatro infantil más importante de España, reciente premio "Max"), el taller de Músicos, las campañas arqueológicas que culminaron con un premio europeo, la recuperación de la memoria histórica y artística de la ciudad, del patrimonio etnográfico, fotográfico e industrial local y regional, son sólo algunas de las áreas en las que ha trabajado.

Mujer discreta y de firmes convicciones, Pilar González Lafita ha puesto fin a una etapa laboral, aunque su condición de prejubilada le permitirá continuar vinculada a algunos de los proyectos de su ciudad natal, como las exposiciones de las salas I y II del antiguo Instituto Jovellanos, "la mejor sala institucional de Asturias", la Noche Blanca o la incorporación de las colecciones museísticas a internet, una vez informatizadas e incluidas en el patrimonio español. "He disfrutado muchísimo con mi trabajo, he aprendido muchísimo, he compartido muchísimo y me considero una privilegiada", afirma.

-¿Lo echa de menos?

-No. Voy a procurar quedarme con la parte que me gusta, ésa no la voy a abandonar nunca. En los últimos tiempos todo era más complicado, y, por otra parte, es necesario cambiar los equipos. Yo llevaba toda la vida en la Fundación Municipal de Cultura.

-Gijón tuvo el acierto desde el principio de ligar su proyecto cultural a la educación, tanto a la reglada como a la popular. ¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de esa política?

-El mayor éxito fue poner en marcha la Fundación Municipal de Cultura, un proyecto institucional de creación de infraestructuras de carácter simbólico y patrimonial muy ligadas al desarrollo de la ciudad y que promueve políticas de proximidad, a través de la creación de centros municipales integrados que llegan a todos los barrios y están muy ligados al movimiento asociativo y a las políticas de territorio. La educación tuvo un peso muy grande en el desarrollo de estas políticas, con la incorporación de la Universidad Popular, la red de bibliotecas y la colaboración de los colegios. La Fundación ha contado con un equipo con un nivel de implicación muy alto en todas las tareas. Y el hecho de que los equipos técnicos se hayan mantenido de una manera muy sostenida a lo largo del tiempo, al igual que los políticos, ha sido determinante. El gran éxito de Gijón es la cultura, una herramienta de acción social muy básica.

-¿La continuidad política estuvo de algún modo viciada por un control político?

-Más que control político, lo que yo detectaba y de lo que me quejaba algunas veces era de falta de ambición. Han pasado más de treinta años desde la creación de la Fundación, la sociedad ha cambiado muchísimo y hay que revisar no tanto el modelo como las prácticas. Cuando tienes éxito, te acomodas e intentas repetir siempre lo mismo. Eso no es bueno. La cultura es conflicto y no hay que rehuirlo, no se puede excluir todo aquello que de alguna manera pueda remover un poco las estructuras, las conductas y las actitudes. Me hubiera gustado no perder esa capacidad de riesgo, aun para equivocarnos, así como mantener una tensión positiva frente a todo. También sería muy importante desarrollar una política de personal que pudiera recoger todas las aportaciones de la gente que tiene entre 20 y 30 años, que ahora está al margen de las políticas institucionales.

-¿Por qué hay que defender el Centro de Arte Laboral?

-Porque es un proyecto de innovación, un centro singular en el panorama de los centros de arte europeos y españoles, enraizado en una tradición que arranca en el año 1919 con la creación de la Bauhaus, que tuvo después un desarrollo que son los centros que intentan aunar arte, ciencia, industria y tecnología; es decir, todo lo que supone desarrollo susceptible de incardinarse en proyectos sociales importantes, no sólo de reflexión sino también de avances tecnológicos y cómo abordarlos.

-¿Su proyección internacional es ya algo incuestionable?

-Si por algo se conoce al Principado en este momento en el mundo de la cultura europea es por Laboral. Pese a los avatares de los últimos tiempos, que se inician con la marcha de Benjamin Weil, tiene una trayectoria en cierto modo consolidada. Está en un enclave envidiable, en el Parque Tecnológico gijonés, que en este momento es el 25% del producto interior bruto de Asturias (PIB), y al lado de la Universidad, donde se está produciendo innovación. Sitúa a Asturias en un punto que no está. Hay algo que hace Laboral que en este momento no lo está haciendo nadie en la región, que es la formación en la aplicación educativa de las tecnologías, trabajando con los centros del profesorado y de recursos (CPR), con escuelas, con colectivos de desfavorecidos; es un trabajo social vital porque una de las grandes brechas que se produce en la sociedad contemporánea es la que se deriva del empleo de las tecnologías. Es una oportunidad que no debemos dejar escapar, perderla me parece de una irresponsabilidad absoluta.

-¿Cómo explica el rechazo de un significativo grupo de artistas asturianos al centro?

-Hay un mantra que habla de falta de apoyo a lo local, y creo que no es verdad. El otro día lo decía en una entrevista la nueva directora artística, Karin Ohlenschaläger. De los 188 proyectos que se han producido en Laboral, más de la mitad son de artistas asturianos. En el sector artístico asturiano hay desde los años 80 del pasado siglo, por parte de un grupo, una demanda de soluciones y de atención a problemas que en el resto de país se resolvieron con la creación de centros de arte contemporáneo, cuando la tecnología no tenía la presencia que tiene hoy. Cuando llegó el Centro de Arte a Asturias fue uno especializado, y eso hizo que esa parte de la producción artística asturiana que no recoge Laboral lo rechazara. Creo que también hay un problema que es constante en esta región, y es la falta de planificación regional respecto a la acción cultural.

-¿Qué debería haber hecho el Gobierno regional por los artistas contemporáneos o qué debe hacer hoy para intentar paliar su desamparo institucional?

-Creo que ese trabajo debería asumirlo el Museo de Bellas Artes de Asturias. No sé cuál es su voluntad en este momento, pero lo normal es que un Museo de Bellas Artes regional, concebido en torno a una colección y a un tipo de arte más ligado a lo que ha sido el desarrollo artístico derivado de las vanguardias históricas del siglo XX, hubiera recogido esa demanda de presencia y de distribución de su obra fuera de Asturias, ese trabajo institucional de dar visibilidad a los artistas, igual que Laboral recoge a los que trabajan con la tecnología. La Muestra de Arte Joven, por ejemplo, fue importantísima, y lo sigue siendo, pero antes a los artistas se les daba un dinero para producir y ahora no se les da nada.

-¿Qué le parece la ampliación del Museo de Bellas Artes y la nueva ordenación de la colección?

-Vi el edificio de la ampliación, pero todavía no he podido ver la reordenación de toda la colección. Creo que hay que darle tiempo.

-Es un museo infradotado en personal, pese a la importancia de la colección.

-Todos los museos lo están. Para que funcione de verdad, un museo necesita gente trabajando en muchas direcciones, y si piensas que es una sala de exposiciones y que con colocar la colección ya está, no es así.