En una sala del Museo Bellas Artes de Asturias, frente a "La promesa", de Ventura Álvarez Sala, el pintor Alejandro Mieres (Astudillo, Palencia, 1927) escuchó ayer lo que los artistas Bernardo Sanjurjo, Fernando Alba y Adolfo Manzano y el poeta Antonio Gamoneda tenían que decir él. Los cuatro, bajo la mirada atenta del pintor, con todo lo controvertido que puede llegar a ser opinar sobre alguien, usaron la memoria como hilo conductor.

Así lo pidió el periodista y crítico de arte Juan Carlos Gea, quien moderó la mesa redonda. La actividad tenía lugar en relación a la exposición "Llegó la noche y no quiero dormir sin memoria" del pintor, organizada por la Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias en el Museo Barjola (Gijón) y comisariada por Víctor Picallo, a quien Gea le dio las gracias por ello. Y fue Picallo quien sugirió que hablase de la memoria. No de una memoria abstracta, como actitud, sino como una memoria social. El acto creativo como resistencia al olvido.

Y para eso Gea abrió la mesa apelando a su propia memoria personal. Al día que conoció a Mieres. Era el año 1994 y Juan Carlos Gea llevaba semanas trabajando en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. Como redactor le tocó ir "dos calles más allá" de donde estaba la redacción para cubrir un suceso. Se había producido un incendio que resultó ser en el estudio de Alejandro Mieres. "Recuerdo perfectamente el impacto que me produjo llegar allí, encontrarme a aquella persona que me atendió amabilísimamente en medio de aquel desastre". Le impactó aquella mezcla de estupor, de rabia, de resignación. "Después aprendí que Alejandro Mieres era una persona con un gran coraje creativo. Me ha demostrado hasta qué punto esos tropiezos, esos vacíos pueden ser punto de partida de nuevos canales de creación". Metáfora, para el crítico de arte, de cómo la ceniza de un incendio se convierte luego en algo fecundo.

A uno de esos incendios también apeló Antonio Gamoneda. Mieres le regaló una obra de papel que estaba allí cuando se produjeron las llamas. Se salvó el 80 por ciento de la pieza, la restauró y se la dio. Ahora cuelga en una parte importante de su casa. El poeta definió a Mieres como "castellano trasplantado y verdecido en Asturias". Los dos se conocieron en León a finales de los sesenta, primeros de los setenta, cuando Gamoneda gestionaba la cultura provincial de León. Desde entonces su amistad sigue viva, a un lado y a otro del Puerto Pajares.

Bernardo Sanjurjo también remontó el principio de su relación con Mieres a finales de los años sesenta, cuando terminó la carrera de Bellas Artes. Fue en el Ateneo Jovellanos de Gijón. "Tengo el recuerdo de una persona que me admitió como amigo incondicional desde el primer momento", confesó. "En nuestro mundo no es tan fácil encontrar a alguien abierto, decidido a ayudarte, a entenderte, a dialogar". A partir de ese momento tuvieron "infinidad" de encuentros, de cenas y copas. "Llegas al mundo real y no sabes nada de nada, tienes que averiguar por dónde tienes que empezar. Y ésa es una lucha muy dura que no todo el mundo asume. Y Alejandro la asumió maravillosamente. Desde ese momento lo quiero muchísimo", dijo.

El escultor Adolfo Manzano lo conoció unos años más tarde, ya en los ochenta. Entonces era más mayor. Sin embargo, lo que le sorprendió de él es que era siempre, y es, un tipo joven. Para el artista, Alejandro Mieres está en una búsqueda permanente. Sus piezas están concebidas con libertad, con una creatividad absoluta. Como cuando Manzano montó el Espacio Paraíso, en la calle del mismo nombre, en Oviedo. Allí estuvo Mieres batallando con él en primera fila, participando en todo lo que podía. También resaltó su visión crítica, la que le hace ser, a su parecer, cada vez mejor persona. "Me inspiró en mi propia obra: al ver que la plástica no tiene límites", afirmó.

Para Fernando Alba, Mieres fue "un poco y un mucho el maestro de todos". También con la memoria presente rememoró el ambiente de tiempos pasados. Todo lo que supuso para él ver el taller de Mieres, una persona ya madura con una obra clara. También recalcó la vocación social del artista, con esa facilidad suya de agrupar a la gente.

Alejandro Mieres es reconocido como uno los principales creadores asturianos de la segunda mitad del siglo XX. Entre el público, la única intervención fue la del artista Ánxel Nava, que reivindicó precisamente la falta de representación que tiene esta época del arte de la región. Sobre todo del último tercio del siglo XX asturiano, donde Mieres destacó tanto.

Alejandro Mieres atendió todo lo que allí decían de él haciendo pequeñas intervenciones entre medias. Observando con viveza y "con chispa", según Juan Carlos Gea. Con los ojos de un niño con los que, según el propio Mieres, sigue mirando el mundo. Porque no vale con inspeccionarlo simplemente, hay que ver lo que está detrás de cada puerta cerrada. Sino, como artista, estás perdido.