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Istria tiene un secreto: Bale

Casanova cortejó por las intrincadas calles del pueblo, muy bien conservado y aún libre del turismo que crece en la península croata

Rincón de Bale, terraza del bar de jazz Kamene Price. M. RIERA

A la sombra del coqueto, monumental y popular Rovinj (a 15 kilómetros escasos) y de otros enclaves no menos populares y fijos en las guías turísticas como Pula, Porec, Motovun o las islas Brijuni, se ubica la tranquila, bonita, cuidada, genuina y no menos monumental villa medieval de Bale. Es, quizás, el secreto mejor guardado de Istria.

Tal vez es de los últimos rincones por descubrir en la península croata, que cada año gana visitantes atraídos por su mar esmeralda, su patrimonio histórico, su gastronomía y su paisaje. Todo esto lo vende orgullosa y solícita al turismo por mucho menos dinero (la kuna es la moneda nacional croata) que la vecina Italia, con la que siempre se la compara y a la que perteneció hasta la Segunda Guerra Mundial. Italia dejó su sello, sí, pero antes los austríacos y primero que estos los venecianos, cuya huella es quizás la más fácil de reconocer en los edificios e iglesias istrianos.

En Bale, la Valle italiana (oficialmente sirven ambas denominaciones, al igual que las dos lenguas), también sucede así. Cuenta con su campanario de estilo veneciano, el inconfundible símbolo del león preside el Palacio Bembo (originario del siglo X pero con trazas renacentistas) y mantiene la estructura y parte de las murallas que los habitantes de la antigua República Serenísima fortificaron para protegerse del turco. El casco histórico deja con la boca abierta por inesperado. Es de verdad, no es un decorado ni ha sido profusamente restaurado y adaptado para el turismo. Todo lo contrario: lo primordial ha sido limpiar, recuperar y afianzar las vetustas calles y construcciones.

Con la mayor parte de este trabajo hecho, ahora en Bale pueden presumir de un legado histórico que sin haber sido restaurado (sólo el citado Palacio Bembo da muestras de una intervención que destaca entre el resto) luce cuidado y es residencia de muchos vecinos que viven intramuros. Para conocer la villa hay que pasear y detenerse en cada rincón. Junto al palacio (que acoge exposiciones temporales y un restaurante-café en la planta alta, con una estupenda terraza que da a la plaza central y al Ayuntamiento, éste presidido en su fachada por un imponente león veneciano) merece la pena visitar la iglesia de la Visitación, originaria del siglo VIII, y la cripta y el lapidarium, que albergan los elementos originarios del templo, restaurado en el XVI y XIX.

Por el entramado de callejuelas cuentan que paseó el irreductible seductor Casanova, que cortejó con la hija del dueño del palacio (un Soardo) durante tres años, de 1743 a 1747. Es posible quizás que la villa que recibió al escritor y aventurero para ver a su amada poco difiera de la actual, que conserva su trazado original. En Bale recalan turistas, pero muchos menos y en menor concentración que en el resto de localidades istrianas más famosas. Esto la convierte en un lugar ideal para alojarse y utilizar la villa como base de operaciones para conocer la península, que no requiere grandes desplazamientos en coche para recorrerla de cabo a rabo, tanto su costa como su interior.

Al caer la tarde, cuando los visitantes de paso se han ido y sólo quedan un puñado de foráneos y los vecinos, Bale se anima. Cuenta con un par de animadas "konobas" (tabernas) donde comer bien y por poco dinero.

El hotel más famoso es La Grisa, que abrió hace unos pocos años tras una ambiciosa restauración de varios edificios en una de las entradas al casco histórico. Se come muy bien y se puede escuchar música alguna noche, al igual que en la Kamene Price Jazz Konoba. Como su nombre indica, es una taberna con música de jazz, en la que también se puede parar a tomarse un vino (mejor si es un blanco de malvasía) e incluso dormir.

Pero lo que más destaca de este original lugar es su exquisita decoración, que integra las ruinas del entorno con objetos rescatados de mercadillos antiguos o de la basura, coloreados y colocados estratégicamente para hacer de su terraza uno de los mejores lugares donde recalar, descansar y disfrutar del ambiente de Bale.

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