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"Faust" divide al Campoamor

El estreno del segundo título termina en pugna de pateos y bravos a causa de la propuesta escénica

El patio de butacas del Campoamor, ayer, antes de la función. ÓPERA DE OVIEDO

El estreno de "Faust" en el teatro Campoamor terminó ayer en una pugna de pateos y bravos, a favor y en contra de la propuesta escénica firmada por Curro Carreres para esta ópera de Gounod. Cuando el director de escena -que trasladó la obra a la época actual, marcada por la preocupación por la apariencia- salió a saludar, la opinión encontrada del público se hizo notar de manera muy evidente.

Así terminaba la primera función del segundo título de la temporada, una producción que pudo verse ayer por primera vez, fruto de la colaboración entre la Ópera de Oviedo y la Ópera de Tenerife. Fiel a su propósito de renovación del género, la institución asturiana apuesta nuevamente en este título de Charles Gounod por una total actualización del mito, para acercarla a la sociedad de la imagen y consumista de hoy día. El responsable de imaginar todo esto ha sido el director de escena Curro Carreres, sobradamente conocido por el público aficionado por su espectacular "Samson et Dalila" que pudo verse en la temporada 2014-2015, por lo que no es de extrañar que en su regreso a Oviedo las expectativas fueran muy altas.

La obertura comenzó con el telón de boca bajado, para mostrar a continuación el lúgubre despacho del anciano doctor Fausto, apenas iluminado por la pantalla de su ordenador. El tenor Stefan Pop posee una voz hermosa y la técnica necesaria para abordar con solvencia los refinamientos que requiere el personaje de Fausto. Asimismo, resulta creíble su interpretación, especialmente en sus intervenciones junto a Maite Alberola. Tras intentar suicidarse, Fausto implora la asistencia del infierno, y es entonces cuando aparece Mefistófeles, encarnado por el barítono Mark S. Doss, ataviado con esmoquin, abrigo largo, gafas de sol y el pelo blanco recogido en una icónica coleta que recordaba al "Kaiser" de la moda, Karl Lagerfeld. El barítono americano fue uno de los más ovacionados ayer, no en vano su interpretación fue carismática, y estuvo a la altura de las exigencias vocales. Destacó especialmente su sonoro registro grave. Convirtió a Mefistófeles en el auténtico protagonista de la velada.

El momento que más desagradó al público que al final pataleó ayer fue el segundo acto. La kermesse emplazada en una hostería por los libretistas Jules Barbier y Michel Carré, se traslada ahora con Carreres y su equipo a un desfile de moda, comparable a los que actualmente se pueden encontrar en la semana de la moda de Madrid o París. Es aquí donde aparece Marguerite, como si de una top model se tratase. La escenografía hace referencia al mundo de la publicidad y la televisión, pero distorsiona por completo la imagen original de una Marguerite humilde y cándida, que sí se retoma según avanza la ópera. Maite Alberola, que debutaba en este papel, estuvo bien musicalmente y exhibió un timbre vocal oscuro y amplio, especialmente en el registro grave. Como era previsible, los asistentes elogiaron especialmente el aria de las joyas del tercer acto ("Ah! je ris de me voir si belle en ce miroir"), pero no llegó a convencer del todo al público ovetense.

Los personajes secundarios ganaron presencia en esta propuesta escénica. Muy bien valorada fue también la intervención de Borja Quiza como Valentín. Todas sus intervenciones suscitaron gran admiración, pero cabe destacar también su lucha fatal con Fausto a su regreso de la batalla. Especialmente dramáticos fueron sus últimos momentos de vida, cuando maldice a Marguerite por ser la responsable de su desgracia.

La mezzo-soprano Lidia Vinyes interpreta a Siebel, el alumno de Fausto y pretendiente de Marguerite, que por la intercesión de Carreres aparece caracterizado aquí como una mujer, en un acertado intento de desvincularse de las imposiciones amorosas del siglo XIX. Destacable fue también la actuación de María José Suárez. Los números de conjunto tienen mucho peso en esta ópera, y alcanzar un balance sonoro óptimo entre los distintos personajes que intervienen en cada uno de ellos no siempre es fácil, pero en la función de ayer en el Campoamor quedó constancia del trabajo realizado durante los ensayos de estos días previos.

El encuentro entre Mefistófeles y Marguerite en la catedral, tras la muerte de Valentín, es uno de los momentos de mayor tensión dramática de la obra, en el que pudo verse metafóricamente cómo ella sacrificó al hijo que tuvo con Fausto, entregándoselo a Mefistófeles delante de la tumba de su hermano. La noche de Walpurgis, sobre la que había cierta expectación porque se aludía a una orgía, fue muy comedida. Destacó especialmente en ella el trabajo del coro y también la figuración. El coro de la Ópera de Oviedo ha demostrado estar a la altura no sólo en el ámbito musical, sino también en el interpretativo, y sus intervenciones fuera de escena no supusieron un impedimento si no que crearon muy buen efecto sonoro, especialmente en el último acto.

En esta ocasión estuvo en el foso la orquesta Oviedo Filarmonía dirigida por el maestro Álvaro Albiach. La formación ovetense ha realizado una labor de acompañamiento muy versátil, fiel al carácter de la obra, y también exhibieron su potencia sonora en los momentos más dramáticos.

"Faust" es actualmente uno de los títulos más representativos de la "Grand opéra" francesa. Un género que lleva implícito muchos cambios en los decorados y una enorme carga espectacular, que en algunos casos podría echarse en falta en esta producción estrenada ayer en Oviedo. No obstante los trabajos de iluminación y efectos visuales suponen una ayuda muy acertada para solventarlo.

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