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Misterios y metáforas

Bob Dylan sólo se dejó ver en el escenario en las dos veces que visitó Asturias para cantar, en 1993 y 1999 En ambos casos, su presencia sirvió para agrandar su leyenda, que une a varias generaciones

Dos imágenes de Bob Dylan durante su visita a Asturias en 1993 para actuar en la plaza de toros de Gijón.

Cuando Bob Dylan se presentó en Asturias por primera vez (año 1993) para actuar en la plaza de toros de Gijón, su llegada fue un misterio. Sólo se veían autobuses negros en los que, al parecer, viajaban su equipo técnico y sus músicos, además de su mánager y "su compañera sentimental". El caso es que fue visto y no visto. Dylan asomó únicamente en el escenario. Antes, nada se supo de su vida por aquí.

La segunda vez, en 1999, la cosa ya tuvo su gracia, hasta casi crear una leyenda urbana. Se hablaba de una furgoneta negra estilo "Equipo A", o así, que se pasó la noche aparcada a las puertas del hotel de la Reconquista de Oviedo, con Dylan durmiendo dentro del furgón y su habitación vacía en una de las plantas del hotel. Quedaba bonito para alargar estas cosas de las leyendas del rock, pero no parecía muy creíble.

El caso es que al "trovador" se le buscó día y noche y no se le vio el pelo. Hasta el punto de que, una media hora antes de comenzar el concierto en el teatro Jovellanos de Gijón, se preguntó a la organización si había llegado. Alguien con mucho humor dijo: "No le vimos ni el sombrero, no sabemos si entró disfrazado o era Gabino de Lorenzo con gabardina", comentó para hacer una coña con el entonces alcalde de Oviedo. Lo cierto es que en esas dos visitas a Asturias sólo se le vio en los dos escenarios, especialmente en el del teatro Jovellanos, donde dejó una profunda huella entre los privilegiados que consiguieron la entrada.

La única certeza es pues que el autor que puso la música popular en su sitio cantó por aquí sus ahora letras de Nobel. O, como suelen decir algunos cantautores, la voz que "nos puso las pilas nos dejó cerca su marca". Él fue quien elevó el estatus de la canción folk, de la música profundamente popular y del rock. Por lo último, por meter vatios en sus canciones, por "electrificarse", se le llamó Judas, por traidor, por abandonar la pureza folk. Hay grandes historias al respecto, como que en el Festival de Newport un ofendidísimo Pete Seeger cortó a machetazo limpio, o así, los cables para guardar la pureza acústica del folk ante la amenaza decibélica. Eso, los vatios, ya fueron bendecidos más adelante con canciones como "Like a rolling stone", tantas veces incluida como el mejor single de la historia en pelea directa con "Good vibrations", de "Beach Boys", o el lacrimógeno "Imagine", de John Lennon.

En los tiempos de aquel Festival de Newport de los años sesenta sonaba aún acústica "It's all over now, Baby Blue", la historia de una "chica deprimida" con tal metáfora que hace pensar y repensar. Tanto que en una ocasión a una norteamericana nativa, conocida del que suscribe, se le pidió que le diera una vuelta de tuerca a la metáfora en español. Ante la insistencia por saber cuál era el mensaje ante tal estribillo o tal estrofa, terminó, tras reflexionar y meditar un buen rato, por dar una explicación contundente que concluyó con el siguiente resultado: "Dice que todos los hombres sois unos hijos de p...", sentenció.

Siempre han dicho los filólogos, traductores y demás expertos en el traslado de las canciones de Dylan que había que dominar su lengua muy bien, tener la cabeza muy bien amueblada y, en caso de traducción, que fuera de algún virguero con vocación poética. Algunas están un pelín más claras por su mensaje más asumible, caso de "Blowin' in the wind". La melodía valía además para todo, tanto que en España fue himno católico entendiendo que se cantaba en las misas por los coros juveniles con guitarras acústicas en ristre y una letra acomodada al templo eclesiástico. Pero fuere como fuere a todo quisqui le quedó en la cabeza aquello de "La respuesta, amigo mío, está en el viento, la respuesta está flotando en el viento..."

Más apuros hay para captar la tristeza de "Mister Tambourine man"; más fácil fue en cambio la muy cinematográfica "Hurricane", cuya letra fue el guión tal cual de la película "Huracán Carter".

En fin, un premio Nobel para un gran poeta de la música, un trovador de nuestro tiempo que movió y removió conciencias, que cambió el estado de las cosas y que puso la música popular en el podio de los pensadores. Todo ello hizo que la legión de seguidores dylanianos fuera aumentando con el paso de los tiempos. Prácticamente ninguna generación se perdió a Dylan, inspirador de tantas cosas en el compromiso social, bélico, de la justicia, del amor y desamor, de la religión (deambuló por diversas confesiones hasta cantar ante el Papa).

Y de esa continuidad en los fieles dylanianos hay muchos certificados. Por ejemplo, cuando llegó a Gijón por segunda vez al teatro Jovellanos ya producía emoción el hecho de verlo en un teatro. Tal circunstancia había creado un erizamiento capilar general en la afición, entre ellos un joven pontevedrés que lo seguía por el mundo. Cuando apareció Bob en el escenario del Jovellanos, al joven le salió del alma una exclamación: "¡Guapo!". Evidentemente ya no estaba Dylan en su punto de belleza ideal, pero esa emoción de casi tocarlo desde la butaca provocaba alucinaciones. Algo similar le debió de ocurrir a otra joven que saltó al escenario en plena sesión ante un Dylan impresionado, que se asustó y dio un paso atrás, pero sin dejar de estar pendiente de que a su guitarrista no se les escapara ninguna nota.

El joven pontevedrés fue guía para muchos en aquel concierto, ya que Dylan no es muy asumible en directo. O mejor, hay que ser un sabio dylaniano para distinguir si está cantando "All along the watchtower" o si la siguiente es "Just like woman". En directo, este Nobel vive en su mundo y entrega las canciones de maneras variadas.

Dylan había dejado toda su gloria en Gijón antes, en la citada sesión del año 1993. La percepción y el público eran distintos. En ese segundo concierto, donde enseguida sonó "Memphis blues again", venía con una gira en la que combinaba sus perlas históricas con el disco "Good as i been to you", un álbum editado poco antes de arranca su tour mundial. Entonces eran tiempos de "levantamiento indie" y se hablaba de los cincuentones que lo iban a ver. Ahora se habla de un Nobel al que admiran seguidores desde los 15 hasta los 122 años, o así.

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