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Comidas y bebidas

El huevo célebre y la cocina literaria

Ayer, qué cosas, se celebró el Día Mundial del Huevo. Los huevos, pese a la leyenda negra del colesterol tantas veces refutada en los últimos años por la investigación científica, se utilizan para casi todo en la cocina. A mí me gustan fritos, no siempre con puntilla, depende del aderezo, acompañados de trufa blanca o negra rallada por encima, con unos pimientos o una morcilla fresca pasada por la sartén. A baja temperatura, con papada de cerdo o foie-gras. O escalfados, sobre un fondo de espinacas salteadas, buenísimos. Sin embargo, hay tres preparaciones que se apartan de lo habitual y que merecen ser tenidas en cuenta: son, por un lado, los huevos mollet, cocidos durante cinco minutos, desparramados sobre una tostada y servidos junto a unas lonchas de jamón, salmón ahumado, calabacines o berenjena. Por otro, están los huevos Benedict, pochados y servidos sobre tostadas con bacon y salsa holandesa.Y, finalmente, los huevos Sardou, llamados así por la autora dramática Victorien Sardou, que los solía desayunar en el célebre restaurante Antoine's (713, St. Louis St.), una dirección imprescindible del French Quarter en Nueva Orleans. Los huevos Sardou se presentan escalfados sobre fondos de alcachofa y puré de espinacas, napados con salsa holandesa y espolvoreados con paprika. Como acompañamiento, un tomate asado con sal Maldon.

El huevo es materia omnipresente en la cocina. Forma perfecta y síntesis alimentaria que permite al polluelo crecer dentro de su caparazón. El escultor Brancusi, en busca del óvalo perfecto, se pasó el tramo final de su vida acariciando un huevo de mármol y Colón acható uno de gallina para demostrar a los incrédulos que en este mundo nada es imposible. Cada vez que rebano la corteza de un huevo pasado por agua me acuerdo del vituperado hombre que descubrió América. Dalí se valió del huevo cósmico como reclamo de su extravagancia. Muchos han visto en el huevo la representación del caos original, y algunas mitologías tienen a la cáscara como la tierra, a la membrana como el aire, a la clara como el agua y a la yema como el fuego. En vista de la trascendencia, resulta imposible no darle importancia a este sujeto clave de nuestras vidas que es el huevo. Ramón Gómez de la Serna, alardeando de su maravilloso ingenio, escribió aquello de que las gallinas deberían denunciar cada mañana en las comisarías de policía los huevos que les roban.

Sopas de letras. La Escuela de Hostelería del IES Valle de Aller siempre encuentra, por lo general, un motivo para festejar la cocina. La semana que viene será literario coincidiendo con la inauguración de la temporada del Aula Restaurante La Carisa. Los martes, miércoles y jueves ofrecerá un atractivo y copioso menú a 12 euros: ensopado uruguayo de "Juan Darién" de los "Cuentos de la selva", de Horacio Quiroga; el cocido madrileño, de "Fortunata y Jacinta"; el timbal de macarrones, de "El gatopardo"; unas caballas al horno, de "Maigret y el asesino"; unas albóndigas nicaraguenses, de "Las albóndigas del coronel", de Rubén Darío; el pastel Strasbourg, de Sherlock Holmes; los scones, de " Un puñado de centeno", de Agatha Christie, y la famosa magdalena de "En busca del tiempo perdido", de Marcel Proust. Una buena rentrée. Para reservar, es necesario llamar al 985480469.

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