Para Javier Gómez Noya (Basilea, Suiza, 1983) todo se reduce a una cuestión simple: superar obstáculos. Algunos son identificables. Ahí están los Brownlee, los hermanos más famosos del triatlón con los que suele competir por los éxitos. Otros son más peligrosos. Con 16 años a Gómez Noya le fue detectada una anomalía cardiaca que le apartó de la competición. En realidad se trataba de una discusión médica que parecía frenar su carrera de golpe. Perseveró y recuperó su licencia. Pero en 2004 la Federación volvió a vetarle. También logró superar la segunda zancadilla. "Creo que aquella experiencia me ha ayudado en el futuro", dice ahora sonriente mientras atiende a LA NUEVA ESPAÑA en el salón del Hotel de La Reconquista. El viernes recibirá el premio "Princesa de Asturias" de los Deportes por una carrera trufada de títulos y de superar límites en una disciplina, el triatlón (nadar 1.500 metros, cubrir en bicicleta 40 kilómetros y correr 10 kilómetros), solo apta para privilegiados.

-¿Un galardón así logra aliviar la decepción de no haber podido participar en los Juegos Olímpicos de Río por lesión?

-Son cosas diferentes. Éste es un premio muy especial, para mí y para el triatlón. Es histórico en mi deporte. Pero la decepción de los Juegos no me lo va a quitar nadie. Fue un golpe duro, pero como todos los golpes que he tenido, hay que recuperarse y volver más fuerte.

-La distinción a una carrera...

-A todo lo que he vivido: las dificultades que he superado, los éxitos, el esfuerzo...

-¿Le hace sentirse mayor?

-(Risas). Llevo unos cuantos años en esto pero no me lo tomo como un final a mi carrera. Esto sigue.

-Es un premio a un deporte en auge.

-Lo quiero considerar así, como un premio al triatlón. Y es muy importante para nuestro deporte, para darle un empujón más y que suba un peldaño en cuanto a prestigio.

-Una curiosidad: la imagen de Alistair Brownlee ayudando a su hermano Jonathan, al borde del desmayo, a completar un triatlón, ¿ayuda o es perjudicial?

-No es la manera de fomentar el triatlón. Es un deporte muy bonito que promueve unos valores de compañerismo, superación, juego limpio... Pero cuando un deportista está en esas condiciones, al borde de la inconsciencia, lo más sensato es que el médico de carrera le atienda. Entiendo a Alistair pero no debe ser ejemplo en las pruebas populares.

-Repasemos su carrera. Empezó con el fútbol y decían que era rápido, pero justito de calidad...

-Pues sí... Corría por la banda derecha, era extremo. Me gustaba el fútbol. Pero me llenaban más los deportes individuales, cuando las cosas dependían de mi propio esfuerzo, no de un equipo. Y así empecé con la piscina.

-En un momento dado se le plantea la posibilidad del triatlón. ¿Cómo fue?

-Mi primer triatlón fue en Asturias. Por casualidad, fue en 1998. Unos compañeros me comentaron que había un triatlón en Castropol. Tenía 15 años y me atrajo desde el principio. Tenía facilidad para correr aunque no hubiera entrenado. Y respecto a la bici, salía con mi padre de pequeño, pero no entrenaba.

-De las tres disciplinas, ¿con cuál disfruta más?

-Se disfruta con las tres, pero me encanta correr.

-Al deportista amateur siempre hay un día tonto en el que no le apetece entrenar. ¿Eso a usted no le pasa, no?

-Sí, sí. Claro. Yo también tengo días en los que me duele el cuerpo y me gustaría quedarme a dormir, por supuesto.

-¿Y qué piensa para ponerse manos a la obra?

-Pienso en el objetivo. A dónde quiero llegar, qué supondría lograrlo. Me voy alimentando y motivando con esa idea. Son momentos duros: te levantas y sabes que tienes que entrenar, pero después va mejorando.

-Sus problemas con el corazón le habrán forjado su carácter...

-Sí, es parte de mi vida. Fue un palo que me llegó muy joven, pero una vez que lo superas te haces más fuerte. Eso pasa en cualquier aspecto de la vida. Ha tenido reflejo en mi carrera.

-¿Fue más duro ese parón o un mal resultado deportivo?

-El tiempo parado, sin duda. Un mal resultado entra dentro de la competición. En lo otro me sentí impotente.

-¿Y el mejor momento de su carrera?

-Hay muchos, es difícil elegir. Quizás el sprint que le gane a Jonathan (Brownlee) en 2013 en Londres por la repercusión que tuvo.

-5 títulos mundiales. ¿No se cansa de ganar?

-No. De lo que te cansas es de perder.

-En alguna ocasión ha dicho que "triunfar no te hace mejor persona".

-En algunas ocasiones te puede hacer peor persona porque puedes alejarte del mundo real. Hay que tener los pies en el suelo. Solo por correr, nadar o pedalear más rápido que otra gente no quiere decir que seas mejor persona.

-Ha ganado una plata en los Juegos Olímpicos (Londres 2012) pero queda la sensación de que debería haber ganado más.

-A veces con deportes como el triatlón se comete la injusticia de valorarlo todo por los resultados en Juegos Olímpicos. Me di cuenta en Pekín 2008, donde llegué lesionado y quedé cuarto. Una parte de la prensa me criticó. Aprendí cómo funciona este país con los Juegos. En Londres tuve una gran experiencia con la plata y la mala suerte llegó en Río.

-¿Se apunta a Tokio 2020?

-Tokio está ahí, pienso un poquito en ello pero no me quiero cerrar las puertas a pasarme a pruebas de larga distancia. No quiero ponerme una meta tan a largo plazo. Tengo 33 años y no sé cómo va a evolucionar mi cuerpo ni los rivales. Si me veo competitivo, lo intentaré.

-¿Alguna vez ha calculado las horas que entrena al año?

-Hay semanas de treinta y pico horas...

-¿En qué porcentaje influye la cabeza en su deporte?

-Mucho. Es lo que te mantiene, lo que te hace tomar decisiones en carrera, salir a entrenar todos los días... Más que las piernas, la cabeza marca la diferencia entre ganar y no ganar.

-¿Cuál es el mejor consejo que le hayan dicho a lo largo de su vida?

-Suena a tópico pero que luche por mis sueños. Me lo dio mi padre y lo sigo a rajatabla.