Richard Ford reconoce que no es un buen turista. Cuando llega a un lugar nuevo simplemente le gusta pasear con su mujer, Kristina. "Solo hago cosas con ella", afirma. Llevan 52 años viviendo juntos. "Sin niños, ese es el secreto", murmura en español con una sonrisa. Después se echa a reír. El premio "Princesa de Asturias" de las Letras no iba a conceder ninguna entrevista durante su visita en la región. Al menos no oficialmente. Pero al ser saludado por dos periodistas de LA NUEVA ESPAÑA no dudó en sentarse a charlar con ellas. "Voy a terminar el almuerzo y vuelvo", dijo.

Y volvió. Se sentó en una butaca de una de las mesas del "hall" del Hotel de la Reconquista de Oviedo. El norteamericano es un hombre alto, extremadamente educado, con unos ojos azul claro que se enternecen cuando habla de Kristina Ford, de soltera Hensley. Ambos se conocieron en la universidad estatal de Michigan. Él tenía 19 años; ella 17. Desde entonces no se han separado. Ahora tienen 73 y 71 años, pero su expresión, su sonrisa y su entusiasmo derrochan jovialidad. Incluso en sus calcetines. Todos los que Ford enseñó al sentarse en las actividades que la Fundación Princesa de Asturias organizó en su honor eran de colores vibrantes.

También en Asturias la pareja lo ha hecho prácticamente todo juntos. No han pasado desapercibidos los gestos de cariño entre ambos. Las caricias y las miradas que se dedican desde que están en el Principado. Los dos llegaron hasta la región en tren. No en avión, como suele ser habitual entre los premiados. ¿Que por qué? "Porque fuimos inteligentes", bromea Ford. "El camino en tren es lento, precioso". La lentitud es una cualidad que define al escritor norteamericano. Dice que escribe lento porque fue disléxico. También habla de forma pausada.

Pausado pero sin pausa. Prosigue. "Puedes ver el paisaje, tomar sentido de las distancias, ver los lugares de los que habías escuchado hablar antes. Puedes dormir si quieres, leer si quieres, tener una conversación si quieres. Voy en tren a todas partes", admite. En el tren también pudieron disfrutar del paisaje que aparece entre León y Asturias. "Hay unas montañas enormes, con paredes escarpadas y riscos. El paisaje es muy salvaje, me encanta", dice. "Mi mujer y yo vamos mucho a las montañas, porque cazamos juntos. Vamos mucho allí", reconoce.

El caso es que no le gustan los aeropuertos y conduce cuando no le queda otra. Además, el camino en coche habría sido demasiado confuso. Eso sí, en su tierra conduce una moto.

A donde sí condujo, el martes, fue a Luarca. Ellos viven en Maine, un estado de la costa este de EE UU. Así que querían ver qué había "al otro lado del mar". Y al otro lado del Atlántico se toparon con un pueblo que les gustó mucho. "Estábamos los dos un poco cansados, así que sólo dimos una vuelta por las calles. Mi mujer es urbanista y está interesada en los edificios. En la arquitectura y en los lugares donde vive la gente", explica.

También les está encantando la capital asturiana. "Es difícil decir qué no te gusta Oviedo porque es precioso", dice. "La gente es muy amable. Te paran en la calle para decirte cosas agradables. Se hacen fotografías conmigo y eso es algo que no pasa todos los días, pero me está pasando esta semana y es maravilloso", admite. Algunas de esas fotografías cuelgan en los perfiles de personas en redes sociales.

Y es que la pareja se ha estado dejando ver por la ciudad. Por ahí estuvieron de compras, así que es posible que haya visto los escaparates de alguna librería ovetense, todas ellas llenas de sus libros: de ediciones de "El día de la independencia", "Canadá" o "El periodista deportivo". Títulos, en su mayoría, con el nombre en español. Porque son traducciones, y eso es algo que a él le encanta. Como autores en español, cita al escritor Roberto Bolaño, autor de "Los detectives salvajes". También a Neruda, a quien ya citó en el acto que el viernes tuvo el pasado martes en el Palacio de Congresos de Oviedo.

"El efecto de la traducción que disminuye la importancia de las diferencias nacionales. Cuando leo un libro publicado en España, lo que pienso es: 'que hagan mis libros españoles, no libros americanos traducidos al español'. Hay que transformar el libro al español, no sólo traducir. Cuando mis libros son publicados aquí en español, el hecho de que yo soy un americano no importa", explica. Y clarifica: "Cuando leo a Bolaño, por ejemplo, no pienso que sea chileno, pienso que es un escritor. Sin identidad nacional. Esa es la belleza de la traducción: que minimiza las diferencias nacionales. Si no minimizamos esas diferencias en cierto punto, puede pasar que el valor del trabajo se vea disminuido. En términos convencionales, para mí, que soy de un lugar pequeño de Mississippi, ser capaz de escribir libros que alguien puede leer en Oviedo es ridículo. Imposible. No puede pasar. Pero cuando disminuyes las distancias que hay entre medias, haciendo que el lenguaje sea leíble, el hecho de que venga de un lugar pequeño Mississippi no significa nada". Para él, la literatura trata de "coexistir con gente, de encontrar emociones y entendimientos comunes", asegura.

Sobre lectura también habló en el acto con clubes de lectura. "Sería imposible de imaginar un acto así en los Estados Unidos", reconocía ayer. Por un lado, porque las distancias en su país son muy largas. Y, por otro, porque allí no existe una "cultura de leer". "Así que pensar en 1.600 personas viajando desde todas partes de España para estar presentes en un acto de un escritor sería impensable en Estados Unidos. Pero aquí está claro que el Rey y la Fundación fomentan esto, lo que es un regalo enorme para el país. Pasaron tres o cuatro meses leyendo y hablando sobre mis libros", afirmó. "Ayer de noche me preguntaron que por qué leemos. Dije que porque te hace saber que existe alguien más, que no estás solo".

Para él Asturias, con todos los paisajes que engloba, tiene zonas que se asimilan a EE UU. "Tiene el mar: que no es muy diferente a donde vivimos, y tiene montaña, que no es muy difícil de asemejar con Montana". El autor de "El día de la independencia" cree que también tiene similitudes con partes de la Costa Oeste. Especialmente con California, donde también hay eucaliptos. Además, en cuanto a las viejas montañas -"no nuevas"- cree que podrían parecerse algo a los ranchos californianos. "Pero no me gusta pensar eso. Sólo quiero pensar en España. Cuando voy a algún lugar nuevo no me gusta encontrar parecidos. Creo que si pienso en dónde vivo pierdo algo del sitio dónde estoy. Los americanos cada vez que llegan a Europa dicen: 'Esto es como Texas, esto como Nueva York, esto California, Chicago'. No, no, no. Esto es como Toledo. Esto es como León", dice convencido. Y termina la conversación dando las gracias, haciendo gala una vez más de su, siempre presente, cordialidad.