Nuria Espert haciendo en un sofá de Nuria Espert es uno de esos regalos escénicos que dejan a sus muchos fieles, y al público en general, con la sensación de que están ante una de las raras magas que han velado por el teatro hasta ahora mismo, después de más de dos mil quinientos años de historia. Ocurrió ayer en Gijón, en el Jovellanos, donde la galardonada con el premio "Princesa de Asturias" de las Artes habló de sus cosas -más de seis décadas sobre las tablas siempre en busca de la excelencia- ante unos setecientos espectadores de excepción que no dejaron de aplaudir sus muchas frases con miga y ponerse en pie para despedir a quien regresará, el próximo abril, con "Incendios", su último gran éxito. Fue un adiós con sonrisa.

Considerada con fundamento como la mejor actriz española del último medio siglo (hay quien alarga incluso unas cuantas décadas más su reinado), Nuria Espert respondió a las preguntas de Marcos Ordóñez. El crítico teatral de "El País" elogió el gusto por el riesgo y la capacidad de entrega a su profesión de una artista que sigue, cumplidos los ochenta años, en la cúspide de su arte. Sin desfallecer. Profesional e intensa. Así que a nadie extrañó que la presentará como "Lady Nuria Espert".

La actriz y directora repasó su singular carrera, desde aquella "Medea" que interpretó en 1954 en el Teatre Grec, en Barcelona, hasta ese "Incendios" que sigue agotando papel en el Teatro de La Abadía, en Madrid. "La gran lección es la modestia, todo te lo tienes que ganar cada día", dijo.

Para la intérprete de ojos almendrados y voz medida, el premio que recibe hoy en el Campoamor es, también, un reconocimiento a una profesión "llena de dureza". "El mundo del teatro lo ha recibido con una gran alegría", relató. Los galardones "Princesa de Asturias" son, según señaló, un acontecimiento que "dan prestigio al país (España) cuando éste lo está perdiendo a toneladas".

Habló de su marido, el fallecido empresario teatral Armando Moreno, al que retrató como un "cómplice" que dio curso a la constante exigencia profesional de la actriz: "Tuvimos que hipotecar varias veces la casa, pero, aunque no regalan nada, siento que he sido una privilegiada". Y un aviso para todos: "Sólo existe el sacrificio y el esfuerzo personal". Recordó a algunos de los directores con los que ha querido trabajar para estar a los órdenes de los mejores: de Víctor García a Lluís Pasqual, de Miguel del Arco a Mario Gas. No hay que confundirse: "El teatro habla a cada espectador". Y una lección que parece aprendida de Diderot y de su "La paradoja del comediante": "Es el público quien ha de emocionarse".

Hubo tiempo para que la actriz agradeciera, a su vez, los homenajes que la escena teatral asturiana le ha hecho estos días en el teatro Arango y en el Archivo Histórico. Pasaron un vídeo con pasajes de esas citas. Y para las preguntas del público. ¿Su opinión de los hombres después de interpretar a Hamlet, Próspero y Lear? "Amo al hombre que no permite que asome la violencia, esa letrita del ADN", respondió. Y la interrogaron sobre un imposible, una vida en la que Nuria Espert no fuera actriz: "No se me ocurre qué otra cosa podría ser en la vida". Con razón.