La Fundación Princesa de Asturias organiza cada año el concierto antesala a la entrega de los Premios, presidido por Sus Majestades los Reyes de España. Concierto de gran peso institucional, congrega a personalidades de la vida política, social y cultural, con una proyección importante, para la capital asturiana y los intérpretes implicados. En sus bodas de plata, el Concierto de Premios Princesa de Asturias incluyó la "Novena" de Beethoven: hito en el repertorio sinfónico, que marcó su desarrollo en el siglo XIX. Apuesta segura para cerrar una agenda de actividades, en la que debería de sumar peso la parte musical, con su labor dinamizadora de la cultura en Asturias. Esta actividad se remonta a la década de 1980, cuando nació el Área Musical de la Fundación, que gestiona la actividad de los coros de la institución y la Escuela Internacional de Música.

"¡Abrazaos, millones de seres!". La "Novena Sinfonía" de Beethoven es una obra que ha trascendido como símbolo para la conciliación universal. Los versos de la "Oda a la Alegría" de Schiller, a los que Beethoven dio con la música un significado más elevado, reflejan un anhelo de libertad típicamente romántico. Las voces y los instrumentos de la orquesta se funden en el último movimiento de la sinfonía, conocida como "Coral". Libertad para crear, libertad para ser, en armonía con ideas ilustradas. La sinfonía rompía así, con su diversidad polifónica, moldes compositivos previos. Existe en la "Novena" una confrontación de fuerzas original y poética, que se resuelve de manera compensada. Así, la obra amplió horizontes en la historia de la música. Así, la "Novena" es una obra cumbre que aún inspira ideales absolutos para la humanidad.

Fue por tanto una elección significativa para el programa del XXV Concierto de Premios Princesa de Asturias. Que sirva para inspirar nuestra mirada hacia el futuro, en este presente convulso, cuando la convivencia se convierte en un reto mientras se desvirtúan las libertades individuales. Sin embargo, no fue quizá la obra más adecuada para lucimiento de los efectivos, especialmente de las voces; y no sólo por reducirse su interpretación al último movimiento, sino por la particular escritura y efectos en la parte del coro, con las cuerdas agudas al límite. Creo que la interpretación logró impactar al auditorio, pero de manera forzada; con las "explosiones" del coro esperadas, pero sin los escalofríos que provoca esta obra en su desarrollo, que supo a poco, salvo un par de momentos de intensidad contrastante, cantando a la fraternidad divina. Del cuarteto de voces solistas, de empaste bastante efectivo, cabría mencionar al tenor Daniel Kirch -a pesar de las breves intervenciones-, por la fuerza vocal al sostener su solo.

Con ellos, la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) volvió a los atriles, como formación habitual del Concierto de Premios, bajo dirección de su titular, Rossen Milanov. La orquesta se mostró audaz, flexible y ajustada, a pesar de que la sala abierta del lado posterior del escenario hace que el sonido viaje caprichoso, en el recorrido de los volúmenes orquestales. En cualquier caso, la versión de Milanov cuidó la articulación del discurso en su desarrollo, atento a los planos intermedios y los contrastes de la obra, para llegar a las cotas más altas de interpretación en el "Scherzo", con partes muy delicadas de ejecución.

Cumplida esta edición, cabe esperar el resultado de la elección del programa el año que viene. Tampoco es tarea sencilla, y menos a medida que avanzan las ediciones, para acotar en el repertorio sinfónico coral las obras adecuadas a las características de este evento, buscando además la novedad.