La Novena de Beethoven, un canto universal a la fraternidad y a los valores humanos, sonó ayer tarde en el Auditorio de Oviedo, en el concierto presidido por los Reyes y organizado por la Fundación Princesa de Asturias y que abre los actos de entrega de los galardones del mismo nombre.

Desde su estreno en 1824 la Sinfonía nº 9 op. 125 "Coral" de Beethoven se convirtió en una de las obras más populares e interpretadas de la historia de la música. Ayer, el público disfrutó con ella. Eso sí, con un ojo puesto a los movimientos de Felipe y Letizia, en palco presidencial. La Sala Sinfónica del Auditorio Príncipe Felipe estaba llena a rebosar, incluyendo las últimas filas del anfiteatro, los palcos laterales y la zona de butacas que se oculta tras el escenario, y que sólo se abre en ocasiones concretas en las que se espera una afluencia masiva.

Los solistas del concierto de anoche fueron la soprano Sonja Gornik, la mezzo-soprano Olesya Petrova, el tenor Daniel Kirch, y el barítono Alexey Dedov. Junto a ellos, estuvieron el coro de la Fundación Princesa de Asturias y la Orquesta Sinfónica del Principado, todos ellos bajo las órdenes del maestro Rossen Milanov.

La categoría de concierto extraordinario se dejó sentir ayer en todos los ámbitos. A la llegada de los monarcas, la orquesta dio comienzo al concierto con la interpretación del Himno de España, con total puntualidad y con el Auditorio al completo de pie.

La novena sinfonía de Beethoven es una obra poderosa en cuanto a proporciones y sonoridad, y una habitual en las salas de conciertos. Todo ello aumenta las exigencias de los intérpretes, que deben estar a la altura.

Rossen Milanov mostró ayer un gesto seguro durante toda la jornada, con una correcta elección de "tempi". Podría haber quien discrepe al respecto, porque algunos momentos fueron un poco más ágiles de lo que suele ser habitual, pero se mantuvo en todo momento dentro de los estándares que suelen ser habituales hoy día en las salas de conciertos.

Los solistas, dispuestos en torno al director, cumplieron con discreción sus papeles. La interpretación que más convenció fue la del bajo Alexey Dedov, que mostró una voz potente, aunque quizá muy abierta, y un fraseo un poco rudo. La soprano Sonja Gornik se defendió en su papel, pero se echó en falta una voz más ancha en el agudo, especialmente en algunos pasajes en los que debe destacar por encima de la orquesta y el resto de los solistas. La mezzo rusa Olesya Petrova estuvo correcta, se intuye un timbre vocal oscuro, aunque quizá requería una mayor potencia vocal. Por su parte, el tenor Daniel Kirch mostró una voz nasal, con un vibrato demasiado amplio en el registro agudo, y una dudosa proyección sonora.

La OSPA hizo gala de un pleno conocimiento de la partitura, con una interpretación muy flexible y rica en cuanto a contrastes dinámicos, con un balance muy conseguido en cada una de las intervenciones de los instrumentos, como si se tratase de una obra de música de cámara. Al mismo tiempo, también supo responder en los momentos álgidos de la sinfonía con fortes sonoros.

El coro de la Fundación Princesa de Asturias muestra mucha disposición a la hora de enfrentarse a una obra como ésta. El concierto terminó con el Auditorio de nuevo en pie cuando sonó el Himno de Asturias. Al finalizar hubo cierta incertidumbre a la hora de desalojar la sala.