La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La espuma de las horas

La misteriosa bomba de Milán

Carlo Feltrinelli cuenta la vida de su padre, el editor que jugó todas las cartas de la baraja en la Italia de los años de plomo y murió trágicamente

Giangiacomo Feltrinelli con Fidel Castro.

"Un editor vive bajo el bombardeo del papel impreso en un mundo ya carente de fronteras y de grandes distancias, y a su vez se dedica al bombardeo: entre las bombas que le caen encima de la mesa debe elegir cuáles son las que debe volver a lanzar y hacer explotar en la mente de los lectores". Así se expresaba en un artículo publicado por la revista "King", a finales de la década de los sesenta del pasado siglo, Giangiacomo Feltrinelli, refiriéndose a la publicación de libros un trabajo con el que había adquirido gran notoriedad. Sobre todo a raíz de que vieran la luz "El doctor Zhivago", de Pasternak, y "El Gatopardo", de Lampedusa, que habían rechazado Einaudi y Mondadori y que él, siendo comunista, se atrevía a editar. La izquierda sujeta al mandato de Moscú lo tildó de reaccionario.

La noche del 14 de marzo de 1972 una auténtica explosión acabó convirtiéndose para Feltrinelli en un triste y trágico final. Su cadáver irreconocible fue encontrado en Milán junto al poste de alta tensión que la víctima quería volar, con una bomba de fabricación casera, supuestamente para dejar sin luz a la ciudad. El artefacto falló, dejando al que la accionaba boca arriba y con una de las piernas a la altura de la cabeza, a un metro del cuerpo. Dos días más tarde las autopsias revelaron algo que dejó a Italia helada. El cadáver era de Giangiacomo Feltrinelli, de 46 años, influyentes editor, vástago de una de las familias más ricas del país descendiente de la alta burguesía que en 1946 había llorado el destierro del monarca. Izquierdista, hijo díscolo de la oligarquía, era a la vez disidente del PCI y amigo de Fidel Castro. Para la derecha, un millonario comunista encaprichado con la causa de los desfavorecidos. Para muchos de sus compañeros de viaje, un viajero lo suficientemente incómodo que vivía su propia heterodoxia de manera algo angustiosa hasta el punto de conseguir angustiar a los demás.

Italia no se había recuperado todavía del terrible atentado de Piazza Fontana. La política era en aquellos años de plomo huidiza e incomprensible. Un gobierno moderado, votado por la bienpensante mayoría silenciosa, se plegaba a tapar las tramas surgidas de los servicios secretos y permitía que los desencuentros de clase los condicionasen las bombas. Como oposición, la izquierda, contagiada de una especie de revolucionarismo infantil, en vez de contribuir a desenredar el nudo lo enredaba todavía más, y difundía la psicosis de un inminente golpe de estado fascista, de derecha, alejado de cualquier lógica.

La Policía comunicó entonces que el editor murió mientras planificaba un atentado terrorista. Muchos no se creyeron la versión oficial. Difundieron que Feltrinelli había sido asesinado por la CIA, que lo investigaba por sus conexiones con Castro, y conducido al lugar de la explosión bajo efectos narcóticos. Así contado no tenía mucho sentido. Giangiacomo Feltrinelli había sido desde el primer momento un niño rico. Imbuido de ideales, desde la adolescencia supo asimilar la rebeldía antifascista. Más tarde con el dinero de la familia fundó una editorial que imprimía libros de autores progresistas, y sentó las bases para una cadena de librerías populares en toda Italia. Se convirtió en uno de los mayores donantes del Partido Comunista hasta que rompió con él y empezó a ser demonizado.

La historia de Giangiacomo Feltrinelli es un río de acontecimientos que permiten indagar en la historia reciente más turbulenta de Italia: entraña contradicción y misterio, de principio a fin. Anagrama ha recuperado ahora "Senior Service", la biografía escrita por su hijo Carlo, a finales de la década de los noventa y titulada así en referencia a la marca de cigarrillos que fumaba su padre: un trabajo conmovedor que penetra en las luces y sombras de una vida singular y compleja, de manera absolutamente desinhibida. Un auténtico thriller.

Cuando su padre murió trágicamente en Milán, Carlo Feltrinelli apenas tenía 10 años. En la actualidad preside el grupo editorial, al que se han unido otro tipo de negocios y no deja de crecer. Escribe: "El padre es el padre y yo soy el hijo. Lo que ha quedado ha quedado. Sin nostalgia. Él me enseñó a quitarle las escamas al pescado y a asar la carne, a caminar por la nieve y a conducir deprisa, a considerar que no sólo hay peras o manzanas, sino también frutas que dan néctar en el desierto, a reconocer la historia del poeta que murió en su jaula y otras muchas cosas que todavía no sé, o forman parte del lenguaje secreto". Y concluye: "La explosión sucedió por un movimiento brusco en la tela que presiona sobre la tapa del reloj, ¿o tal vez alguien preparó el temporizador cambiando la aguja de las horas por la de los minutos?". Como él mismo dice la respuesta acabaría con la intriga, pero no establecería lo verdaderamente importante.

Compartir el artículo

stats