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El mafioso y el profesor

Ewan McGregor y Harris.

La serie El infiltrado y la película Un traidor como los nuestros tienen dos cosas en común. Primera: se basan en dos de las novelas más flojas del gran Le Carré ya superada su memorable etapa de cronista de la guerra fría y convertido en relator cualificado pero más impersonal de las nuevas guerras calientes que desangran al mundo. Segunda: ambas están dirigidas por mujeres. En el primer caso, por una cineasta con mucha personalidad como Susanne Bier y, en el segundo, por la impersonal Susanna White. La serie tenía interés sobre todo por el envoltorio visual de Blier (solo quebrado en un último capítulo recargado de concesiones comerciales) y la guerra entre un malvado carismático y un héroe saturado de cicatrices. La película carece de un villano digno de mención y se centra, sobre todo, en la relación entre un hombre de (des)confianza de la mafia rusa y un profesor de poesía inglés con serios problemas matrimoniales. Si te crees que ambos personajes pueden hacerse íntimos amigos hasta el punto de que el segundo se juegue literalmente la vidapor el primero, la historia funciona, más por el trabajo del imponente Stellan Skarsgård que por un Ewan McGregor que no parece muy convencido. White oscila entre el preciosismo del ballet inicialcon el estilo funcional del resto y el resultado, se deja ver y se olvida al instante.

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