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Un viaje borroso a las malas calles de Manila

De brillante hay poco en este Mendoza que piensa que con echarse a las malas calles de Manila con una cámara al hombro y ponerse a grabar escenas sin una historia consistente y unos personajes bien definidos detrás es suficiente. Y no. Su Ma'Rosa parece que ha roto el idilio con parte de sus admiradores, quizás ofuscados porque su mareante película es una especie de parodia involuntaria del cine que propone su director. Su homenaje desaforado al neorrealismo italiano sustituye la veracidad y el desgarro por personajes anquilosados, una realización tosca inventa a estas alturas del siglo XXI la imagen borrosa como pasaporte a la autenticidad, y la falta de conexión con el espectador impide que éste se identifique con el ejercicio de truculencias y suciedades anónimas. A Mendoza le saca del apuro a veces parte del reparto pero en otros casos algunos actores hunden cada escena en la que aparecen. Adentrarse en los bajos fondos con cámara temblorosa y desenfocada bajo lluvias tenaces tiene un interés documental que se desvanece en cuanto entra en escena el conflicto dramático de esos dos tenderos que venden drogas ilegalmente para sobrevivir y que se ven sometidos al acoso despiadado de una policía corrupta y miserable. La denuncia es obvia pero siempre necesaria, y como contrapeso surge la familia a modo de clavo helado en un mundo que está ardiendo.

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