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Hoy Es Siempre Todavía

"Estoy disconforme porque la vida me gusta mucho y se acaba pero las ganas no menguan"

"Hicimos un espectáculo sobre la vida de un empresario importante que se jubilaba... la crisis obliga a ser elástico"

Laura Iglesia, en la escalera 2 del muro de Gijón. MARCOS LEÓN

Laura Iglesia (Gijón, mayo de 1968) es directora de la compañía de teatro "Higiénico Papel", fundada en 1998, que necesita unas cien actuaciones anuales para pagar alquiler y garbanzos. "El otoño es de mucho trabajo y tengo que recorrer el país. Antes decíamos 'no' a la insensatez; ahora nunca porque hace falta".

-¿Cómo está?

-No estoy mal para 48 años. Echo un poco de menos la fuerza y la energía de tiempo atrás. Me noto en plenitud y madurez y, en algunos aspectos, noto la experiencia y sabiduría que da el tiempo, pero los años pasan y pesan.

-¿No le sale bien la cuenta?

-No. Siento que la vida es extremadamente corta. Hay muchas cosas que hacer, personas que conocer, libros que leer y países que visitar. Tengo la sensación de que no empecé, sólo me quedan 20 años de plenitud y no puedes vivir cinco años en uno. Me siento disconforme con la realidad. La vida me gusta mucho y es finita y las ganas, el entusiasmo y la curiosidad no menguan.

-Su socio es Carlos Dávila.

-Muy importante en mi vida. Lo conocí en Cimadevilla en 1991, cuando él estudiaba en el Instituto del Teatro y empezamos a salir pronto. Es fundador de la compañía, vivimos juntos 19 años -ahora no- y tenemos un hijo en común. Es un ser excepcional, una buenísima persona de carácter muy apacible. Le digo que es un extraterrestre.

-¿Y usted?

-Tengo un carácter más tempestuoso. Somos un equipo muy bueno de trabajo, nos reímos mucho y el amor al teatro siempre nos ha unido por encima de la relación de pareja.

De niña, Laura Iglesia leía la epístola desde el altar del colegio Santo Ángel. "Me cogía a las alas doradas del águila del atril y decía segura las palabras difíciles, como 'tesalonicenses'. Luego pasé años de pánico escénico".

-¿Sabe qué pasó?

-En el colegio Valmayor, en COU, gané un concurso con un poema de cinco folios, un despropósito. Me dieron la enhorabuena y el diploma, me pusieron un micrófono y me dijeron "lee". Lo paseé extremadamente mal. Meses después empecé a separarme del micrófono y del público.

-¿Cómo se le quitó el miedo?

-Sin remedio. Como directora y portavoz de la compañía tenía que dar ruedas de prensa, conferencias y cursos. Debuté como actriz con 39 años en "1001. Una odisea en el desierto", un espectáculo infantil, con un personaje corto y muy caracterizada.

-No pensaba ser actriz.

-Iba a estudiar Medicina y ser cirujano, como mi padre, pero me faltó nota para entrar. Tuve una adolescencia turbulenta: en casa el ambiente era inestable y hacía lo que me daba la gana.

-¿Qué estudió?

-Hice un año en Biológicas, mi primer curso con chicos. En mi mundo cotidiano no tenía relaciones con chicos. Me parecía alucinante el colegueo. Lo pasé muy bien y fui mucho al monte. Académicamente fue catastrófico y pasé a Filología Española porque me gustaba la literatura.

-¿Cómo llegó al teatro?

-Por casualidad e inconsciencia. En 1994, mientras estudiaba, trabajaba en animación sociocultural y eso me hacía ir a cursos de técnicas diversas. Me apunté a uno de comunicación y expresión oral que daba Maxi Rodríguez sin saber qué era. Conocía gente del teatro y, de forma lúdica, empezamos a actuar. En 1996 le dimos forma de asociación cultural y en 1998 nos apeteció que se viera y nos presentamos a Feten.

-¿Terminó la carrera?

-Sí, e hice dos másteres. Me encanta estudiar.

-¿Cómo cayó en su familia que se hiciera teatrera?

-A mi madre le pareció muy bien. Mi padre no quiso enterarse. Carlos Dávila es funcionario, ahora en excedencia, y en los inicios de la compañía era como si viviéramos de eso y el teatro fuera para los sábados.

-La compañía empieza a funcionar y se hace madre.

-Al principio, no podía viajar, luego gasté fortunas en cuidadoras y tiré del apoyo de una prima. Ahora, Pablo hace segundo de Bachillerato y quinto de danza en el Conservatorio, baila en un espectáculo musical de la compañía, viene a algunos viajes y, con 17 años, tiene cierta autonomía.

-¿Qué quiere para él?

-Que sea feliz. Me encantaría que no pasara penurias y le aconsejo que tenga un plan B. La danza da una vida corta y una lesión la termina de golpe y te deja colgado en mitad de la nada. Por otra parte, le animo a tope.

-Llegó al teatro por casualidad, tuvo que superar el miedo escénico, ¿cómo se siente ahora?

-Llevo nueve años actuando y me siento un poco intrusa. Soy una directora autodidacta y sé que actuar requiere entrenamiento y horas de trabajo. Actuar es más placentero en el ensayo que en las funciones. Disfruto más fuera del escenario que dentro. Dentro, siempre tengo un estado de nervios y de concentración y no me acabo de relajar. Acabamos de reponer "Ricardo III" y estuve las dos horas y media desde la mesa de luces y sonido y fue un subidón tremendo.

"Higiénico Papel" ofrece un repertorio de diez espectáculos. Hacen teatro a la carta, para un congreso, para una campaña de centro comercial.

-A un empresario importante que se jubilaba le hicimos un espectáculo sobre su vida. Hicimos investigación para saber qué acento tiene, cómo se mueve, cómo es... La crisis obliga a adaptarse y ser elástico.

-Limitaciones de Asturias.

-En Madrid o Barcelona, las compañías pequeñas encuentran una sala pequeña en la que trabajar los fines de semana. Aquí estrenas y, a lo mejor, en dos meses no vuelves a hacer la función y la tienes que adaptar a las medidas del espacio en el que vas a actuar, que cada vez es distinto. Somos todoterrenos.

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