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Hablemos en serie

"Marte", traspié de un planeta cojo

La serie de "National Geographic" funciona en su parte documental pero la ficción es un desastre

Un momento de la serie "Marte", rodada en paisajes de Marruecos.

Si te dicen que un canal del prestigio de "National Geographic" y un cineasta consolidado como Ron Howard (dejemos al margen su enorme irregularidad, porque tan pronto de hace una sólida película como te arrea "El código Da Vinci") unen sus esfuerzos para realizar una miniserie sobre la colonización de Marte que mezcle realidad y ficción lo lógico es que te frotes las manos y te prepares para disfrutar con un producto de primerísimo nivel. Algo grande, vaya.

Y de eso (marcia)nada.

"Marte" se estrella. El accidente no llega por la parte documental situada en la actualidad, y en la que expertos y científicos explican lo que ocurriría en una hipotética misión marciana, poniendo al día lo que se está haciendo, lo que se necesita y aventurado lo que sucedería llegado el caso. No todos los testimonios tienen el mismo interés, y en algunos casos son incluso irrelevantes y / o reiterativos, pero en general ofrecen una visión didáctica y lúcida (dejemos al margen algunas intervenciones demasiado comerciales) para que nos enteremos del estado de la cuestión. Ya sabemos que uno de los defectos de "National Geographic" es su tendencia a repetir lo mismo varias veces para que ningún espectador se despiste, y eso puede cansar, pero es un mal menor. El gran problema llega cuando la serie abandona la zona de confort divulgativa y se mete en la parte de ficción contando las peripecias de los viajeros de la nave Daedalus en 2033. Que es un auténtico fiasco. Personajes planos y unidimensionales, diálogos terribles, actores de países distintos -Jihae (Corea del Sur), Ben Cotton (Canadá), Sammi Rotibi (Nigeria) o Alberto Ammann (Argentina)- que no tienen nada a lo que agarrarse para intentar dar una dimensión humana creíble y sólida. Y un director (Everardo Gout) especialmente perjudicial que no sabe sacar provecho a las situaciones y que deja pasar de largo los momentos que más se prestarían a cristalizar el drama o la tensión rodándolo todo sin garra, al borde mismo de la indiferencia. Sirvan como ejemplo las secuencias del descenso a la oscuridad (debería haber visto "Abyss" de James Cameron para saber lo que hay que hacer) o la carrera contrarreloj para salvar a uno de los personajes de una muerte segura. El guión es tan previsible y anodino que, en un intento desesperado de echar algo de sal al guiso, se saca un inevitable romance, tan light como todo lo demás. Tampoco los efectos especiales son nada del otro jueves.

Quien no se descuelgue de la serie en los tres primeros capítulos puede disfrutar un poco más a partir del cuarto. La llegada de una impresionante tormenta de arena que convierte a los exploradores en cautivos sin salida (la imagen de ese tsunami es impactante), los procesos de alteraciones mentales en algunos de ellos y, sobre todo, la relación que se estrecha entre un personaje y las plantas con las que dialoga en medio de una inmensa soledad, proporcionan ligeros destellos de interés, aunque no sean suficientes para compensar ese desarmante desequilibrio entre el sello "National Geographic" y los pegotes de ficción. Es inevitable esperar que el último capítulo levante algo el listón y eche el cierre a la función con un esfuerzo extra, pero es todo lo contrario, y Marte concluye con la misma sosería y endeblez.

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