El hombre que, en el cine, convirtió Canillas en Moscú y los bosques navarros en Nottingham, el arquitecto de cientos de universos habitables, no pudo resistirse a trazar su encuadre final. En el camposanto de Luarca, "el más hermoso de Asturias" como asegura su hijo Alberto, descansa ya Gil Parrondo. Un último refugio elegido por el escenógrafo luarqués que ganó dos "Oscar" y cuatro "Goya", frente al mar Cantábrico que tanto amaba y bañado por la inimitable luz asturiana.

Toda la escena, de hecho, parecía diseñada por Parrondo. Luarca amaneció ayer luminosa y vital. Era día de mercado en la villa, y la confluencia de los puestos con las instalaciones propias de las fiestas navideñas, todo ello bajo el clemente sol de Pascua, se reflejaba en las calles, pobladas de buenos deseos. Mas al mediodía, la villa giró la cabeza hacia la iglesia de Santa Eulalia, donde se oficiaba el funeral por su más distinguido artista. El entorno de la iglesia se llenó rápidamente de amigos y familiares de Parrondo. Entre ellos estaba la escritora valdesana Esther García, quien recuerda a Gil Parrondo como una persona "humilde" que siempre se acordó de su Luarca natal. "Es una estrella que brilló y brilla", dijo García, quien destacó la decisión de Parrondo de descansar para siempre en su villa natal.

"Nunca se olvidó de Luarca ni de la parroquia de Trevías", añadía el exdirector del Conservatorio de Música de Luarca, Pepe Avello, que instaba a sus paisanos a "acordarse y homenajear a este ilustre que quiso descansar para siempre en Luarca".

La llegada de la familia más próxima a Parrondo, su mujer, sus hijos y nueras, sus nietos, trajo consigo un respetuoso silencio, que por un instante convirtió la iglesia en una singular burbuja, en un espacio "en off" respecto al bullicioso mercado. Era el momento de los pésames, de los abrazos emocionados.

Ya dentro de la iglesia, el párroco, Emilio Menéndez, ocupó el lugar de narrador para trazar una cariñosa semblanza del luarqués más universal, junto al que es ya su vecino en el camposanto, Severo Ochoa.

"La belleza de nuestro paisaje tiene en Gil Parrondo a su mejor mentor, que hizo de él su último diseño artístico, queriendo formar parte para siempre de esta villa", afirmó Menéndez, quien incidió en que "quien tuvo el dominio absoluto de los escenarios, el control sin límite de los decorados, no encontró mejor marco para que sus cenizas descansen definitivamente entre nosotros". Una decisión lógica para quien siempre tuvo ojo clínico para cuestiones estéticas.

El momento más emotivo del funeral nació de una revelación privada. Fue Menéndez quien transmitió las palabras, aunque su autora original es Isabel, una de las nietas de Parrondo: "Mi abuelo es muy sabio y muy bueno. Lo sabía todo porque siempre nos respondía a todo. Siempre tenía tiempo para jugar con nosotros, y para enseñarnos a dibujar. Podríamos usar todas sus cosas: sus carpetas, sus dibujos? nunca se enfadaba. Era un abuelo único".

Terminado el oficio, familiares y allegados ascendieron hacia el camposanto de Luarca, esa hermosa atalaya bañada por el sol desde la cual, a pleno día, se ve el mar, y a la que en la noche ilumina el faro. Allí, las cenizas de Gil Parrondo fueron depositadas en un panteón de hijos ilustres de Luarca, dotado por el Ayuntamiento. Un espacio que se inaugura con los restos de Gil Parrondo.

"Fue su deseo descansar en el cementerio de Luarca. Por eso queremos dar las gracias al Ayuntamiento, al Gobierno del Principado y a todos los que han hecho posible este momento, para él tan importante. Porque era un asturiano que siempre quiso volver a Asturias y descansar aquí, viendo el mar, con la luz tan bonita de su Asturias", afirmó Alberto Parrondo, hijo del decorador.

Allí, junto a la morada eterna del cineasta, afloraron los recuerdos y las anécdotas. Emilio Rico, sobrino del fallecido, recordó a su familiar por ser "divertido, culto y muy cercano". "Tenía una memoria prodigiosa y dibujaba muy bien", afirmó. La también familiar del fallecido Aurora Consuelo Rico destacó el carácter "cariñoso y amable" de Gil Parrondo. "Con Asturias se le nublaban los ojos", dijo.

"Ha sido un magnífico marido, padre, suegro, abuelo, siempre enseñándonos a todos algo positivo", afirmó su hija, Inmaculada Parrondo quien se mostró agradecida por este plano final: "Mi padre siempre decía 'nadie dirá de mí que he muerto joven'. Y yo creo que era su momento, que ahora descansa en paz. En Luarca, donde él quiso, y viendo el mar. Estamos contentos".