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EMILIO CASARES | Catedrático emérito, padre de la musicología en España

"El sistema educativo ha fallado, no genera auténticos aficionados a la música culta"

"Suprimir los Premios Líricos en Oviedo fue una decisión poco pensada que me causó tristeza, la música es uno de los signos distintivos de esta ciudad"

Emilio Casares, en el hotel de la Reconquista. IRMA COLLÍN

Hay dos palabras que Emilio Casares (León, 1943), musicólogo, catedrático emérito, fundador y primer director del Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), repite a lo largo de la entrevista: acción y vocación. Casares es historia con mayúscula de los estudios musicales españoles en los últimos cuarenta años, y el origen de todo ello está en la Universidad de Oviedo, en la que se licenció en Historia en 1971, y en la que años después accedería a la primera cátedra de Historia de la Música e impulsaría la primera especialidad de Musicología de la universidad española. En 1989 dio el salto a la Complutense, en la que después de años de lucha, en 1997 logró implantar la especialidad. Creó y dirigió las Semanas de la Música, que acabarían transformándose en el Festival Internacional de Música y Danza de Asturias. Creador y primer director del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, dedicado a la recuperación del patrimonio musical español, ha coordinado el "Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana", obra fundamental y ya imprescindible, y el "Diccionario de la Zarzuela. España e Hispanoamérica".

Fue uno de los doce notables que diseñó el proyecto musical del PSOE que allá por los 80 del pasado siglo dotó de orquestas y auditorios a España. También tuvo gran protagonismo en la inclusión de la música en la enseñanza en el Bachillerato, "mucho antes de que Wert según me dicen los profesores, haya fulminado en torno al treinta por ciento del tiempo que se dedica a la música".

Retirado oficialmente, aunque sigue impartiendo clases e investigando, el pasado 5 de diciembre recibió en San Sebastián, de manos de los Reyes, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Ha celebrado la Navidad en Oviedo. Es miembro del patronato de la orquesta Oviedo Filarmonía.

-¿Sienta bien recibir una Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes?

-Fue una sorpresa real. Nunca esperas que por hacer lo que te gusta y hacerlo con cierto éxito tengan que premiarte. Ver crecer las cosas que has contribuido a poner en marcha, eso ya es más que un premio. En el discurso que pronuncié cuando me retiré, ya dije que la gente llamaba trabajo a lo que había hecho, pero yo lo llamo vocación, una palabra que a mí me gusta mucho y que parece que está pasada de moda.

-¿Siente que ha hecho muchas cosas?

-He hecho bastantes pero siempre gracias a la gente que me ha rodeado y a mis alumnos. Me he confundido pocas veces en la búsqueda de las personas que me han ayudado. Es inconcebible que acciones como el "Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana", en el que trabajaron 720 personas, o todo el trabajo del Instituto hubieran podido salir adelante sin personas con la misma vocación que yo.

-¿El gran Diccionario de la Música es su acción más trascendental?

-Es la obra más grande que se ha hecho en el campo de la música española, pero no es mía, yo la he dirigido. Es un diccionario de diez volúmenes, de mil páginas en letra pequeña cada uno, en el que por primera vez se presentan todas nuestras músicas, las folclóricas, el pop, el rock, la clásica, todas, en el que han participado 720 especialistas y en el que hemos intentado que cada firma fuera la mejor en ese campo. Le dedicamos doce años de nuestra vida y es un libro insustituible. La obra nace en Oviedo, en nuestro departamento. Es una acción que tiene que ver con la creación de esa infraestructura musical que empezó a partir del triunfo del PSOE, en 1982. Fue muy importante la entrada de la Sociedad General de Autores (SGAE) en el proyecto, y ello se debió a mi inteligente amigo Teddy Bautista.

-Formó parte de la comisión de doce personas que elaboró el proyecto musical del PSOE en los años ochenta. ¿Qué balance hace?

-La comisión la presidía Alfonso Guerra, un tipo bastante listo, y nos reuníamos en el hotel Intercontinental de Madrid. Llevé a una de las reuniones el decreto de la República sobre acción musical y teatral publicado en el BOE el 31 de abril de 1931 en el que ya figuraba la creación de 28 orquestas, de coros nacionales, de teatros nacionales de ópera y de zarzuela. De ahí salió todo. Hemos sabido crear maravillosas infraestructuras, pero no hemos sabido hacerlas rentables.

-¿La introducción de la asignatura de Música en el Bachillerato también figuraba en el programa?

-Eso se debe a otra acción. Fui a León a presentar uno de los dos discos que hice sobre las primeras músicas de la catedral, de aquella colección del Ministerio "Monumentos de la música española". Vino el que era entonces director general de Enseñanza Media. Hablamos de la ausencia de la música del Bachillerato. Le dije que me parecía una indecencia. El señor Felipe González y todos los de mi generación, añadí, hemos terminado un duro bachillerato sin toparnos nunca con Beethoven. Sabíamos quien era Einstein, no entendíamos a Kant pero lo tragábamos, sabíamos los poetas de primera, de segunda y hasta de tercera, yo sabía los profetas mayores y menores y jamás me había topado ni con Mozart ni con Brahms ni con Beethoven o Falla. Pensé que aquello no iría a ningún sitio, pero semanas después me hizo el encargo de diseñar el contenido del primer temario. Para mi fue una de las cosas más importantes que han sucedido.

-Se da la paradoja de que la democracia popularizó la música clásica y la lírica y, ahora, parece que vuelve a ser cultura de élites.

-El producto musical se vende caro. Dejando aparte los descuentos que hay en todos los teatros, los 150 euros de una butaca de patio para ver una ópera no es un precio razonable. La última vez que estuve en Berlín, mi mujer y yo fuimos a ver una ópera de Mozart dirigida por Alberto Zedda por 65 euros, un precio mucho más razonable. Además, el sistema educativo ha fallado porque no genera auténticos aficionados. En la ópera y en la zarzuela apenas ves juventud. Hace unos días di tres horas de clase a 42 alumnos de tercero de Musicología. Pregunté cuántos habían visto una zarzuela y 19 de ellos nunca lo habían hecho. Llegará un momento en que la gente no entienda que el Gobierno subvencione espectáculos a los que solo va la gente mayor y la que se lo puede pagar. El único teatro de Madrid donde no sucede esto es en el de la Zarzuela, donde el precio de la butaca es de 40-45 euros.

-¿Ve alguna forma de revertir la situación?

-El futuro es peligroso porque estos chicos y chicas que nos gobernarán, en algunos lugares ya lo hacen, nunca van a la ópera, a la zarzuela o a los conciertos, y Beethoven, Mozart, Schubert o Falla no cuentan para ellos. Lo digo sin ira y con tristeza. Han llegado a gobernar en Madrid y este año suprimieron la zarzuela de los jardines del Palacio Real. La raíz está en la enseñanza. Los niños deben ir a conciertos desde pequeños. La música es un arte temporal que necesita tiempo. Una sinfonía o una obertura duran lo que duran. Los gobiernos y teatros deben introducir elementos correctores. Hay que decirles que no destruyan la música culta, la ópera o la zarzuela, corríjanla. Tal vez habría que reducir el coste de las producciones. No son buenos tiempos para la lírica.

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