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Humor maloliente

Un consejo de amigo: si has visto el tráiler ya has visto los principales chistes de la película así que te la puedes ahorrar. El resto tiene menos gracia aún y solo se salvan algunos momentos en los que comediantas como Wiig o McKinnon salen al rescate del director. Galifianakis no. Es muy pesadito y su vis cómica es más escasa que los vestidos de la Pedroche.

El director hizo bien el gamberro con Napoleon Dynamite pero de eso hace ya más de una década y ahora sus afanes transgresores se limitan a pedorretas, disparos accidentales en el culo, coches que rebotan contra verjas en lugar de derribarlas, atracos idiotas, asesinos a sueldo que llevan orejas de sus víctimas en los bolsillos y peleas entre mujeres con cremas vaginales como arma arrojadiza. Ah, y un tipo evacuando en una piscina. Divertidísimo, ¿no? (aquí se impone bostezar).

El caso es que esta historia basada en hechos reales sobre una especie de El Dioni a la americana (Sabina, dónde estás) tiene elementos potencialmente valiosos. En otras manos, claro. Con otros planos.

Te viene a la cabeza la tarjeta de visita de los Coen, últimamente muy citados como "esta película era ideal para los hermanos que hicieron Fargo), y es que la historia de un pobre diablo enamorado de una pobre diablesa y enfrentado a un patético diablillo que vaga por las callejuelas mexicanas llorando sus penas y termina aliándose con un ejecutor chapuzas para vengarse tiene en sus entrañas muchos ingredientes que bien cocinados darían para un menú mucho más apetitoso.

Y contundente. Tal como está, Masterminds (título original barrido por el descacharrante distribuidor español) es un refrito sin sabor con chorretes de humor escatológico, tropezones de humor amarillo y ocasionales gotas de patetismo emocional que sí respetan el meollo de conmovedora derrota donde viven sus personajes basados en deshechos reales.

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