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Una incursión en la "grande guerra"

El centenario de la batalla de Caporetto, buen pretexto para visitar los escenarios bélicos de Italia, Eslovenia y Austria

Una incursión en la "grande guerra"

Los Dolomitas son un paraíso para los montañeros, pero entre la primavera de 1915 y finales de 1918 se convirtieron en un auténtico infierno de hierro y fuego. Italianos y austro-húngaros eligieron estas alturas para desangrarse mutuamente en lo que los primeros llaman la "grande guerra". Este año se cumple un siglo de la batalla de Caporetto (hoy Kobarid, en Eslovenia), una de las escasas victorias de los austríacos. Puede ser una buena excusa para visitar los escenarios de aquella lejana guerra y descubrir zonas de gran belleza, desde el monte Adamello, hasta la altiplanicie de Asiago, pasando por el valle del Isonzo o el Carso. Los museos, muchos al aire libre, florecen en ese arco que forma la frontera entre Italia, Austria y Eslovenia, y para los más avezados quedan las vías ferratas, rutas por las que se accede a las trincheras excavadas en la alta montaña.

Un museo interesante está en Temù, el de la Guerra Blanca en el Adamello-Presanella, que explica los avatares de un frente situado a 3.000 metros de altura. La visita puede completarse con el Museo de las Tropas Alpinas, en el monte Doss, cerca de Trento y del mausoleo a Cesare Battisti, el irredentista ajusticiado por los austríacos en 1916. En Trento está su medieval plaza del Duomo, el palacio del Buenconsiglio, sus trampantojos y arquitectura austríaca. Muy cerca queda el Museo Histórico Italiano de la Guerra, en el castillo de Rovereto, una preciosa ciudad a orillas del Adige. Está además a tiro de piedra de la bella Riva di Garda.

Aún hay muchos vestigios de la cadena de fuertes que los austríacos construyeron para defender el Tirol, decenas de ellos. En la altiplano de Asiago, entre Folgaria y Lavarone, merecen una visita el Belvedere-Gschwendt, el Campo Luserna o el Verle.

Austríacos e italianos llevaron la guerra al corazón de los Dolomitas, la Marmolada, donde los primeros excavaron una fortaleza de hielo. Aquí está una las vías ferratas más famosas y asequibles. Son incontables los escenarios en los Dolomitas, como el mítico Col di Lana o el paso Fedaia, donde hay un coqueto museo. Y no hay que perderse la catedral de piedra de las Tre Cime de Lavaredo, muy accesibles, cerca del lago Misurina y del bonito Sesto. Para conocer cómo fue la guerra en los Alpes Cárnicos hay que irse Timau y subir luego al Museo al Aire Libre Rottwand. Hay otro en el Monte Ermada, cerca de Monfalcone, escenario de las brutales batallas del Isonzo. En los Alpes Julianos, merecen la pena el Museo de Cave del Predil, cerca del bonito lago de montaña del mismo nombre y de la ciudad de Tarvisio. Para completar esta incursión es imprescindible ir al Museo de Kobarid, en Eslovenia, y al de la castigada Gorizia, la ciudad del escritor Carlo Michelstaedter, recordado con una estatua. Su casco viejo es muy recomendable, y también hacer parada en restaurantes como Al Chiostro. Las huellas de la "grande guerra" son incontables. Merece la pena perderse por los cementerios militares, como el de Sorgenti (Nasswand), cerca de Dobbiaco, o subir al sagrario de Castel Dante, al lado de Rovereto, como homenaje a los caídos de una olvidada guerra.

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