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LUIS FEGA | Pintor, inauguró ayer una exposición en la galería Cornión

"Hay quien se emperra en que la pintura está muerta, pero ni lo está ni lo estará"

"Quien se dedica a crear, por decirlo así, tiene que innovar, lo que ocurre es que resulta muy difícil en este siglo, en plena era de la comunicación"

Luis Fega, ayer, ante dos de las obras de su exposición gijonesa. MARCOS LEÓN

Está considerado como uno de los pintores españoles más notables de su generación. El asturiano de Piantón (Vegadeo) Luis Fega (1952) inauguró ayer en Cornión, su galería gijonesa de referencia y con la que estuvo ya en ARCO a finales de los ochenta, una exposición con algunos de sus últimos cuadros. Es la suya una trayectoria de búsqueda y hallazgo, que huye de la acomodación sin renunciar a las líneas expresivas que definen su estilo.

-¿Qué supone "Ecos del silencio" dentro de su obra?

-No pongo título previamente a mi pintura, pero como está de moda titular las exposiciones por esa dificultad que hay ahora de discernir lo que es arte de lo que no lo es y, quizás, porque los críticos lo piden para orientarse, pues también lo hago. Picasso, Matisse o Juan Gris no titulaban sus exposiciones. "Ecos del silencio" forma parte de una trilogía. En la primera entrega, "Grafías del olvido", trataba de sacar del subconsciente algo que no sabes que tienes; en la segunda, empezaron a aparecer formas que recordaban una cierta figuración. Ahora bien, no me siento a gusto cuando tengo que contar historias en los cuadros. Creo con sinceridad que, al igual que la música, la pintura es un lenguaje. Estoy convencido. Todo lo que tengo que contar está en el cuadro.

-¿La propia pintura debe contarse a sí misma?

-Por supuesto. Una señora le dijo a un gran músico, creo que Mozart: "Maestro, me encanta lo que acaba de tocar, ¿me lo explica?". Y aquél respondió: "Sí, claro". ¿Qué hizo? Pues se sentó al piano y volvió a interpretar la música. No cabe otra explicación. ¿Qué vas a explicar? Lo que te explica es tu trabajo. La pintura, al igual que la música, la literatura o el cine, se explica a sí misma. Es una estupidez explicar un lenguaje recurriendo a otro.

-¿Nunca le ha interesado la figuración?

-Sí me ha interesado. He hecho retrato, paisaje... Ahora bien, me interesa no por ser reflejo de la realidad. Al principio pintas intentando imitar; cuando tienes un poco de recorrido te interesa un lenguaje específico a partir del color, el gesto, la textura, la composición... Y hacer algo con esos ingredientes. La pintura es un arte específico, se basta a sí misma, porque de lo contrario no habría abstracción. Por eso es absurdo lo de los títulos. La creación es plasmar mundos nuevos; de lo contrario, es copia, salvo que le añadas una carga de sensibilidad. Lo que produce el gran cambio del arte en el siglo XX es, precisamente, la fotografía.

-Los pintores empiezan a plantearse qué hacer...

-Exacto. La fotografía obligó a los pintores a internarse en un territorio específico. Y de ahí surge un lenguaje propio de la pintura.

-En estos cuadros últimos está el estilo y las características de la pintura de Luis Fega, pero hay un cierto cambio. ¿Está de acuerdo?

-Sí, es un cambio intencionado. La palabra artista me resulta rimbombante. Yo soy pintor y nada más. Pero si me quiero diferenciar de un artesano, que es alguien que repite un modelo que sabe hacer muy bien, no puedo estar jamás satisfecho con lo hecho. Es decir, tengo que ponérmelo difícil y hacer cosas nuevas. El que se dedica a crear, por decirlo así, tiene que innovar. El problema es que resulta muy difícil en este siglo XXI, en plena era de la comunicación, cuando en un segundo sabes, por ejemplo, lo que se está haciendo en Japón. Y curiosamente no hay, sin embargo, la creatividad que sí hubo en el siglo XX.

-¿Por qué cree que hay menos creatividad?

-Igual estoy muy equivocado, pero en el siglo XX nace el jazz, el blues... Sólo en pintura hubo más de cuarenta movimientos. Y, también, en pensamiento político. ¿Qué hay ahora? Bueno, quizás el ecologismo, el sentimiento de protección de la naturaleza. En el arte hay mezcolanza y los "neo". Hay quien cree que por usar el ordenador está haciendo arte nuevo, cuando sólo utiliza una herramienta sin que el resultado final sea nuevo.

-En su pintura hay siempre una especie de juego entre lo azaroso del gesto y un cierto orden. ¿Esa tensión es más explícita en estos cuadros últimos?

-Le he dado siempre mucha importancia a un azar controlado. Hay un fondo preparado y después viene el gesto, casi siempre en negro, que no admite corrección. La pintura de contrastes le va muy bien a mi forma de ser, más que las armonías. Estoy a gusto ahí.

-Me refería a que parece más evidente en su pintura última esa búsqueda de un orden...

-Está bien dicho, porque en mi pintura expresionista, de gesto, puedo salirme de los límites del cuadro. Y en algunos de estos cuadros sí hay una contención, una especie de cubo o de habitación en donde intento ordenar o meter ciertos elementos. Es un espacio constreñido. Antes me refería al estado del arte actual, pero donde hay una gran creatividad es en la ciencia: la teoría de cuerdas y más cosas. Hay quien dice que la pintura está muerta, se emperran en eso, pero ni lo está ni lo estará nunca.

-¿Por qué esa insistencia en hablar de la agonía de la pintura? Muchos artistas jóvenes están ya, de hecho, en otra cosa.

-En el mundo del arte hay una serie instancias muy poderosas que tratan de imponer modas. Un crítico importante, con tal de seguir en el candelero, repite cosas así. Si deja de afirmar que la pintura está muerta, ¿qué dice? Es una estupidez. ¿Qué es difícil hacer un cuadro nuevo? Por supuesto.

-Usted siguió su propio camino a partir del expresionismo abstracto americano. ¿Qué le atrajo hacia esa forma de pintar?

-Picasso pintó "Las señoritas de Avignon" en 1907. Durante quince o veinte años dieron vueltas a aquello, pero seguían con la figuración. Los norteamericanos, gente de un país nuevo en el que no pesaba tanto la tradición como en Europa, sí añadieron una libertad nueva al arte: podían pintar un cuadro de quince metros de rojo y con un rodillo. A mí me atrajo, en un momento en que el arte español estaba uno poco acartonado, esa liberación de las ataduras.

-De todas formas, su pintura enlaza también con cierto informalismo español...

-No lo niego. España es un país de auténticos pintores, aunque en el mundo no se conoce el arte español. Es sorprendente, pero puede creerme. En cambio se conoce el arte de Hispanoamérica, de México a Perú. No sé qué nos pasa, pero no somos capaces de proyectar nuestro arte. Volviendo a lo que dice: me siento heredero de Tàpies, de Saura, Millares... Vengo de una tradición en la que está Picasso, Goya... Cuando empecé a pintar era consciente de que mis cosas venían de Goya. Estoy muy a gusto siguiendo esa senda. Baudrillard decía que el arte debe dar un nuevo sentido a lo que existe, "desmagnetizar" constelaciones, crear mundos. No digo que yo lo haga, pero es lo que intento.

-¿Es un pintor constante?

-Soy un currante. En agosto descansé un poco en Vegadeo, pero después me he encerrado día tras día sin parar, incluidas las Navidades, para pintar los cuadros de esta exposición y de otra que tengo en Madrid. He estado meses sin apenas salir a la calle: de casa al estudio. Soy un poco obsesivo.

-¿Hacia dónde va su pintura?

-No sé decir. Hago lo que puedo y lo que habla por mí son las obras. Le prometo que me esfuerzo. Ahora mismo peso seis kilos menos por el trabajo.

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