La infancia que vivió hace más de 500 años Hieronymus van Aeken Bosch, conocido por todos como El Bosco, no tuvo nada que ver con la de los niños de hoy de esta parte del planeta, pero una cosa no ha cambiado y es la capacidad de los más pequeños de transitar mundos que a los adultos, generalmente, les están vetados. Universos como el salido de la mente del que fuera pintor de cabecera de Felipe II y en cuyo famoso tríptico de El jardín de las delicias se basa el libro ilustrado El Bosco. La extraña historia de Hieronymus, el gorro, la mochila y la pelota, una obra, editada con esmero por Ekaré, a la que nos ha apetecido acercarnos en estas fechas, generalmente tiempo de balances, y que ha sido de lo más sugerente de 2016, año en que se cumplió el V centenario de la muerte del pintor holandés, que el Museo de El Prado celebró con una espectacular exposición compuesta por obras procedentes de todas las pinacotecas del mundo.

Precisamente Holanda fue el país donde se formó el veterano artista indonesio Thé Tjong-Khing, autor del citado álbum ilustrado en el que su protagonista, Hieronymus, tras precipitarse por un acantilado, aterrizará en un mundo maravilloso poblado por las extrañas criaturas que en el siglo XVI creara el fascinante artista, que libre de cualquier atadura formal, tanto ha influido en las generaciones posteriores. Thé Tjong-Khing, apasionado conocedor del imaginario de El Bosco, sumerge al protagonista en un sinfín de aventuras que ayudarán a los niños a acercarse a una obra capital de la historia del arte, en la que serán capaces de ver cosas que ni siquiera somos capaces de imaginar.

Y por no dejar los mundos poblados de misterios y criaturas imposibles, seguimos con el libro, horneado por la editorial Libre Albedrío, Tic Tac. Cuatro cuentos y un secreto, una obra bella por dentro y por fuera, donde un jardín también será protagonista. El libro está escrito por Diego Arboleda, ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2014, e ilustrado por la argentina Eugenia Ábalos, quien, a lo largo de su interesante trayectoria, ha iluminado textos de autores clásicos como Dostoievsky, Wilde, Balzac o Chéjov, y que se vuelve a unir a Arboleda, con el que ganó en un par de ocasiones el Premio de Cuentos Ilustrados Ciudad de Badajoz, para alumbrar una edición que, por su belleza formal, te atrapa antes de abrir sus páginas. Ambos autores son muestra del talento que circula por el mundo del álbum ilustrado en nuestro país.

Las historias que conforman el libro y que nos llevarán a descubrir ese gran secreto custodiado por los relojeros, nos hablan de la infancia, de la amistad y de ese gran misterio, generador de miles de textos filosóficos y científicos, del que nadie puede escapar: el tiempo. Historias que harán pensar a los niños y que ayudarán a despertar el lado mágico que yace dormido en los mayores, porque sabemos que "todos los años tienen un otoño, pero no todos los otoños tienen un perro mecánico que no sabe ladrar, un hombre sin rostro que ama el silencio, doce esbeltas golondrinas y un misterioso jardín en el que, en lugar de plantas, crecen relojes". Suena a viaje mágico, ¿verdad?

Está claro, si El Bosco fuera niño hoy, no podría pasar sin leer este libro.