Si te dicen que vas a leer la historia del mayor imaginador de todos los tiempos que hará de su vida una obra maestra, lo lógico es que te crees muchas expectativas. Más aún cuando te enteras de que la novela que tienes entre las manos es un cóctel literario explosivo donde tienen cabida desde los elementos fantásticos hasta los ingredientes históricos, pasando por unas cuantas gotas de humor, que no falte, una rodaja de terror que aporte un sabroso contraste y aventura. Mucha aventura. Todo ello agitado por las manos que crearon novelas como El asesino hipocondríaco y El sueño del otro: Juan Jacinto Muñoz Rengel. Y el resultado, El gran imaginador (o la fabulosa historia del viajero de los cien nombres) no defrauda. Todo lo contrario. El evidente esfuerzo del autor, tanto en el proceso de gestación para que el armazón literario tenga un buen blindaje de documentación, como en la ejecución, con una sabia y armoniosa utilización de las palabras más evocadoras dentro de una estructura construida con precisión y un ritmo que no se permite descuidos, hacen de esta novela no solo un brillante ejercicio literario sino también un seductor entretenimiento.

"No sucedió en tierra firme, sino a bordo de una de las seiscientas embarcaciones que en aquellos instantes colisionaban con estrépito en una delgada y concurridísima lengua de mar; en el centro mismo del más accidentado Mediterráneo, entre la humareda maloliente que levantaba la pólvora, el clamor de los cañones y la lluvia de los más diversos proyectiles. Allí fue donde se cruzaron las vidas de los dos singulares escritores".

Nos plantamos en la Atenas del siglo XVI. Conocemos a Nikolaos Popoulos, un hombre que llega a este mundo con un don asombroso: una imaginación inimaginable. Lo que desea con todas sus fuerzas es ser escritor, llevar esa capacidad de ensoñación inagotable por los cauces de la creación literaria. Pero esa bendición queda aplacada por una maldición que se diría una broma pesada del destino porque sus proyectos artísticos son constantemente boicoteados por la realidad. Y su propia realidad parece competir en peripecias fascinantes con su imaginación, llenos de personajes asombrosos: desde los míticos corsarios o los piratas uscoques hasta la Condesa Sangrienta y el gólem de Praga (que serían la inspiración de los mitos de Drácula y el monstruo de Frankenstein, nada menos) pasando por el mismísimo Miguel de Cervantes antes de que llegue a ser el literato inmortal. Una vida apasionada y apasionante Rengel utiliza como excusa para adentrarse en los misterios de la fabulación. Tres años de escritura le ha costado al autor construir una obra de complejo andamiaje con un lenguaje exquisito y un ritmo fluido que demuestran el empeño por contar esta historia tan antigua con modos modernos, prescindiendo de tramas lineales y empleando a fondo la herramienta del humor. Un canto a la fantasía en estado puro, en fin, que se echa en brazos de la fabulación de historias extraordinarias como expresión máxima de la ficción aunque hunda sus raíces en la realidad.