El obispo de Astorga, el asturiano Juan Antonio Menéndez, ha apartado de su puesto a un sacerdote por considerarlo responsable del primer caso de pederastia reconocido por la Santa Sede en Castilla y León. José Manuel Ramos Gordón, delegado de Patrimonio del Obispado de Astorga y párroco de Tábara, permanece apartado de las parroquias desde el 1 de julio de 2016 por cometer abusos sexuales, al menos, contra dos hermanos gemelos menores de edad durante el curso 1988-1989, cuando era profesor en el Seminario Menor de La Bañeza.

Homenaje de la localidad zamorana de Tábara al expárroco José Manuel Ramos Gordón, cuando ya cumplía castigo

Tal y como desvela en exclusiva "La Opinión de Zamora", del mismo grupo editorial que LA NUEVA ESPAÑA, Juan Antonio Menéndez decretó la privación del oficio de párroco "durante un periodo no inferior a un año, en el que tendrá un seguimiento tutelado por un sacerdote, realizará ejercicios espirituales de mes y desarrollará labores asistenciales a favor de los sacerdotes ancianos e impedidos, así como otras tareas caritativas".

Esta decisión explica la precipitada e inesperada marcha de quien fuera cura en la comarca tabaresa desde el año 1990; "dicen que el obispo lo ha ascendido a un puesto de más responsabilidad", era el comentario que circulaba por los pueblos para explicar su repentina marcha. Nada más lejos de la realidad, la verdadera causa fue la acusación de pederastia, reconocida por el propio Ramos Gordón, contra "al menos" dos exseminaristas de 14 años en el momento de los hechos.

Juan Antonio Menéndez, obispo asturiano de la Diócesis de Astorga desde el 19 de diciembre de 2015, heredó este caso, del que le informaron puntualmente tanto su predecesor Camilo Lorenzo Iglesias como "los sacerdotes de la curia diocesana que han intervenido en el desarrollo del procedimiento".

Carta enviada por el obispo asturiano de Astorga a la víctima de los abusos.

Un procedimiento administrativo penal instruido por la Diócesis de Astorga durante el año 2015, a raíz de la denuncia realizada por F. L., exseminarista, en una carta dirigida al papa Francisco en noviembre de 2014, contra José Manuel Ramos Gordón, con la acusación de abusos sexuales perpetrados por este sacerdote contra el denunciante y "algunos alumnos más" del Seminario Menor de La Bañeza durante el curso 1988-89, cuando estudiaban 8.º de EGB.

El abusador se ha manifestado "arrepentido" y el propio obispo de Astorga, por carta, ha pedido "humildemente perdón" a la víctima en nombre de la Iglesia, a la vez que expresaba su "profundo dolor" por hechos "tan deplorables y que han causado tanto sufrimiento a usted y a otros alumnos de nuestro Seminario Menor". El prelado afirma que "puedo asegurarle, en primer lugar, que se ha actuado con toda diligencia, siguiendo las directrices de la Santa Sede y de la legislación canónica vigente". A la vez que le brinda "todo mi apoyo como pastor de esta Iglesia de Astorga, puedo garantizarle que se harán todos los esfuerzos para evitar que en el futuro puedan repetirse hechos semejantes como los que usted ha sufrido".

El de José Manuel Ramos Gordón es el primer caso de pederastia verificado, reconocido y castigado por la Iglesia católica -a través de la Santa Sede- que trasciende en la comunidad de Castilla y León. Una acusación admitida por el propio religioso durante el proceso canónico penal abierto por El Vaticano y que ha instruido el Obispado de Astorga, nombrando instructor del procedimiento al vicario judicial, Julio Alonso.

Homenaje Cofradía del Carmen de Tábara en septiembre de 2016, ya cumpliendo castigo

Con fecha 6 de mayo de 2016 ordenó la ejecución de las medidas "que yo mismo (el obispo) había establecido el 10 de febrero de 2016 y que fueron ratificadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe, en Rescripto de 5 de abril de 2016".

La salida a la luz de un escándalo de pederastia en Granada -el llamado "caso Romanones" en el que está procesado un sacerdote acusado de abusar sexualmente de un menor de edad desde 2004, cuando tenía 14 años- fue el detonante de la denuncia. "Los últimos acontecimientos me han hecho revivir mi experiencia y heridas que pensaba habían cicatrizado", confiesa F. L. en la carta al pontífice.