Philippe Kahn esperaba con impaciencia el nacimiento de su hija, en un hospital de Santa Cruz (California). Era 1997 y, mientras aguardaba el alumbramiento, Kahn comenzó a preguntarse cómo podría enviar una foto del neonato a sus amigos y familiares, en Estados Unidos y el extranjero. Lo logró usando la conexión de su teléfono móvil.

Dos décadas después de aquel hito, la primera fotografía distribuida de manera instantánea a través del móvil, el mundo de la fotografía y de la propia comunicación han cambiado por completo, y aspectos como la originalidad de la obra fotográfica o su autoría han pasado a ser cuestiones difusas. Unos aspectos sobre los que reflexiona la exposición "Yo quería ser fotógrafo", inaugurada ayer en la Sala SabadellHerrero de Oviedo.

La muestra, comisariada por Anna Planas y Fannie Escoulen, está coproducida por la Fundación Banco Sabadell y la Fundación Foto Colectania, y recoge la obra de doce autores: Laurence Aëgerter, Antoine d'Agata, Roger Guaus, Mishka Henner, Jan Hofer y Severin Zaugg, Michael Mandiberg, Doug Rickard, Thomas Ruff, Oliver Sieber y Katja Stuke, y Stéphanie Solinas.

"Hoy es muy difícil definir quién es fotógrafo y cuál es su papel en la sociedad, porque todo el mundo tiene acceso a la fotografía", explica Anna Planas. La comisaria incide en que esta hiperaccesibilidad y la sobreabundancia de imágenes hace que muchos creadores exploren fórmulas nuevas para trabajar con las fotografías, ya sean propias o ajenas.

Un ejemplo paradigmático es el de Michael Mandiberg, que plantea una reflexión sobre la apropiación al confrontar la serie de fotografías que Walker Evans realizó en 1936 a una familia del Alabama, los Burroughs, y la refotografía de esas mismas imágenes presentada por Sherrie Levine en 1979. Rizando el rizo, Mandiberg creó dos páginas web idénticas, que reproducen las mismas imágenes, pero atribuyéndolas en una a Levine y en la otra a Evans, y que permite imprimirlas con un certificado de originalidad.

"Mandiberg se apropia de esas imágenes y las pone a disposición del público a través de internet. Aquí, el público puede venir e imprimir una fotografía: se llevan a casa una pieza original, pero es un Mandiberg original", explica Planas.

Así, a través de la apropiación de las imágenes se subvierte el concepto de autoría. Algo que también centra la obra de otros creadores representados en la muestra como Laurence Aëgerter, que presenta una serie de fotografías de la catedral de Bourges extraídas de un libro de la década de 1950, Mishka Henner o Doug Rickard y Antoine d'Agata, que trabajan con imágenes extraídas de internet.

En esta exploración del pasado inmediato y el vertiginoso presente de la fotografía, la ruptura de los límites tradicionales es continua. Un ejemplo es la pieza de Oliver Sieber y Katja Stuke, que presentan una exposición en la que fusionan su obra, reproducida en formato físico, con dos vídeos en bucle en los que se reproducen imágenes de otros fotógrafos, escaneadas de los volúmenes de su biblioteca personal. "Así muestran no sólo el producto, su propia obra, sino también los referentes culturales que los inspiran", analiza Planas.

El debate en torno a la autoría, a los derechos de autor incluso, no se queda solo ahí. Los avances técnicos propician incluso la generación de imágenes sin autor, como pueden ser las capturadas por cámaras de seguridad o de control de tráfico. El potencial artístico de estas imágenes, no obstante, es notable, como demuestran Jan Hofer y Severin Zaugg, que presentan en la muestra algunos resultados de un proyecto aún en curso: "Digital Radar Camera System", una selección de imágenes procedentes de los controles móviles de velocidad de la Policía de Zurich.

Distorsión, repetición, copia, apropiación... Los nuevos mecanismos de captura y tratamiento de las imágenes difuminan los límites entre la creación fotográfica y la manipulación digital de la imagen. Una tenue frontera que es, precisamente, en la que viven los fotógrafos.