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Ropa inspirada en el arte

Florero de Vista Alegre.

¿En qué se parece un vestido a un cuadro? Es una pregunta difícil de responder, pero llena de lógica. Tanto el lienzo como la tela sirven para expresar en ellos una idea estética. Un cuadro colgado en el salón habla de su propietario, como la vestimenta define a su portador.

Quizás estos argumentos y otros parecidos sean los que esta primavera encumbrarán al arte como principal fuente de inspiración para una moda delicada, repleta de detalles contemporáneos. Un buen ejemplo son las propuestas de Dior, con vestidos vaporosos, pensados para exquisitas bailarinas, que parecen sacados de una obra de Edgar Degas. Céline es otra de las firmas que toma como referencia los cortes geométricos que recuerdan a la pintura abstracta que irrumpió en el siglo XX dibujando un nuevo panorama estético, bien aprovechado por la moda.

Los abrigos y las bolsas de Hillier Bartley incluyen globos oculares garabateados. Pierpaolo Piccioli, jefe creativo de Valentino, colaboró con Zandra Rhodes en las ilustraciones religiosas de Hieronymus Bosch. La tendencia a ligar arte y atuendo no es nueva. A partir de 1908 la moda renunció al volumen y fue a buscar el plano, las transparencias y la superposición de capas. Los trajes se desinflaron y Madeleine Vionnet, Paul Poiret, Callot Soeurs, Jacques Doucet y Grabrielle Chanel esculpieron una nueva silueta, como un escultor cincela el mármol. Vionnet exploró el cuerpo desde su propio punto de vista, y supo expresar la belleza de la figura femenina con sus innovadoras formas y exclusivas técnicas de corte. En sus dibujos queda demostrada la influencia del arte japonés y los estilos artísticos de principios de siglo, especialmente el cubismo. Hoy, las españolas Ana Locking y Amaya Arzuaga siguen por la misma senda, con modelos repletos de formas geométricas.

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