La propuesta del concierto de abono que ofreció la OSPA en el Auditorio de Oviedo, ayer tarde, titulada "El mundo de ayer I", incluía quizá una de las obras más famosas de la obra de Gustav Mahler, como lo es su Sinfonía nº 5, de la que el cine ha sabido dar buena cuenta. La interpretación que de esta composición hizo la Sinfónica del Principado sedujo al público. Fue un Mahler grandioso.

El programa incluía también con una de las obras más desconocidas de Tchaikovsky, su concierto-fantasía para piano y orquesta op. 56, que el canon interpretativo relegó entre las obras del compositor ruso, siempre detrás de sus conciertos. El pianista y también director de orquesta irlandés Barry Douglas, verdadero conocedor de la música de Tchaikovsky, eligió interpretar esta "rareza" en los dos conciertos que ofreció junto a la OSPA esta semana. Conocido por la intensidad lírica de sus interpretaciones y su técnica ejemplar, Douglas también se ha propuesto demostrar que los catálogos de los grandes maestros esconden obras maestras que es importante dar a conocer al público. Este concierto-fantasía de Tchaikovsky es muy exigente para el piano que es el protagonista absoluto de esta partitura, con extensas cadencias y pasajes en los que únicamente interviene el solista, que exploran las capacidades técnicas del instrumento y del instrumentista, sin descuidar por ello la belleza melódica, que poco o nada tiene que envidiar a otras obras del compositor. Como propina, Douglas interpretó la "Canción de otoño" de Tchaikovsky.

La segunda parte estuvo dedicada a la Sinfonía nº 5 en do sostenido mayor de Mahler. La OSPA y Rossen Milanov supieron captar el dramatismo que contiene esta obra desde el primer compás de la marcha fúnebre con el que comienza la sinfonía.

El trompa, José Luis Morato, que interpretó como solista el tercer movimiento de esta sinfonía, brilló especialmente. También la sección de madera exhibió un sonido muy compenetrado. A pesar del desgaste físico que requiere esta obra tan larga e intensa, la tensión de la OSPA no decayó en ningún momento. Rosen Milanov, en el tercer movimiento, se encargó en todo momento de darle agilidad a la interpretación y de resaltar los momentos más dinámicos de la partitura. La sinfonía se la dedicaron a José Pérez de Arteaga, crítico y musicólogo fallecido esta semana.