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Fruta con picos y prieto picudo

Estay 2015.

Si han oído hablar del durio sabrán que se trata de la fruta que peor huele del mundo y también de la más cara. Si la han probado puede que acierten a comprender por qué su precio es tan elevado o puede que no. En el caso, claro está, que después de olerla se atrevan a pegarle un mordisco.

Para que se hagan una idea, el durio, tropical y con pinchos, ha sido prohibida por su intenso olor en todo el sistema de transportes de Singapur. Alguien dirá que en Singapur son muy exigentes con la limpieza y que arrojar basura en las calles está penado con multas superiores a los 500 dólares. Sí, pero el durio resulta apestoso hasta tal punto que para comerlo uno tiene que olvidarse de que lo que hay delante es una fruta y pensar inmediatamente en un queso camembert cuando está pasado y desprende ese narcotizante efluvio a amoniaco que le caracteriza. Intentar llevárselo a la boca requiere el mismo valor que tragar una porción de peyote.

Anthony Bourdain, cocinero, escritor y sobre todo viajero incansable, dijo de él que era como si hubiesen enterrado un cadáver con un queso stilton entre los brazos y lo hubieran exhumado meses después. Una auténtica barbaridad.

Probé el durio para no desentonar. Donde fueres haz lo que vieres: en el Sudeste asiático está considerado un manjar. No me pareció ni tanto ni tan calvo. Se puede comer en helado, en ensalada junto a otros vegetales, o plancheado con aceite de coco. Una forma de aligerar su sabor es acompañarlo de mermelada.

La pieza de fruta, que crece en un árbol gigante que se llama duriano, puede llegar a pesar hasta dos kilos. Su aspecto es oval y tiene pinchos, algo que ayuda a intimidar aún más, al consumidor que no está familiarizado con el producto. Cuando los durios maduran y caen de los árboles los viandantes corren el riesgo de recibir una especie de obús punzante en la cabeza. No pasen, bajo ninguna circunstancia, por debajo de un duriano.

Prieto picudo. La joven bodega Dominio Dostares asombra con su versión esencial de la variedad prieto picudo característica de Pajares de los Oteros (León). Estay 2015 es la décima añada de esta referencia leonesa que ha cambiado la botella bordelesa por la borgoñona. Su enólogo Rafael Somonte lo presenta como el más varietal de todos los vinos, con más fuerza del terruño y en el que menos ha influido la mano del hombre. Cien por cien prieto picudo, este tinto joven, de intensa frutalidad roja y negra, largo, generoso y alegre, para beber a cualquier hora y en cualquier momento, procede de seis meses de barrica y otros tantos de crianza en la propia botella. La bodega insiste en que es prieto picudo en estado puro. Ya digo, muy bebible. Y también muy económico. El precio de la botella es de ocho euros.

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