Este cuento tiene una princesa y un hada cabreada, un conjuro y un pueblo que sufre la maldición de estar dormido un siglo. El argumento lo conocemos, cierto: la Bella Durmiente. Y se ha escrito tanto y hemos visto tantas películas que podría parecer imposible encontrar una veta que aporte una mirada distinta. Pues el prodigio de dar con ella tiene nombre y apellidos: Rébecca Dautremer. Y un título: El pueblo durmiente. ¿Qué propone la autora? Dar un giro radical a la historia y que sea el lector quien se despierte.

¿Y cómo hacerlo? Un ejemplo práctico: vamos a una página en la que hay dos personajes desdibujados sobre un fondo blanco. Un anciano le explica a un joven lo que sucede en la página vecina: un pueblo dormido. ¿Qué hay de cierto en semejante prodigio? ¿Cómo puede ser real semejante irrealidad? Lo que hacen, sin saberlo, es cuestionar el engranaje de la ficción potenciando la magia de la literatura. Ese pueblo no tiene trazos desvaídos. Es extremadamente realista, hermoso, cercano. Entonces, el joven cruza la frontera de papel y entra en la página convirtiéndose en el príncipe que puede poner fin al encantamiento.

Un libro bellísimo. Para todas las edades.