No es tan fácil, no. Y además queda muchísimo camino por recorrer. Es menos habitual de lo que parece que un niño vea cómo su padre hace la comida, friega los platos o limpia el polvo de los muebles; y en muchos lugares de España, sin necesidad de viajar a sus rincones más profundos y oscuros, este tipo de tareas son consideradas una vergüenza indigna del género masculino. Las situaciones anteriormente descritas, que generalmente recaen en la mujer, no tienen nada de banal y son sólo un ejemplo -punta del iceberg- de la ardua tarea que espera a todos aquellos que luchan por una igualdad entre géneros, el único antidoto efectivo contra la lacra de la violencia machista que ha desembocado en el asesinato de 20 mujeres (por desgracia no sería raro que entre que se escribe esto y su publicación la cifra aumentase) en lo que llevamos de este 2017. La clave para el cambio radica siempre en el mismo sitio: la educación. El futuro es de los más pequeños y en sus manos está una nueva sociedad más justa, y a ellos, sobre todo, hay que dirigir el mensaje, algo de lo que son muy conscientes en la editorial Kókinos, que, con motivo del Día Internacional de la Mujer, que se celebra el próximo 8 de marzo, nos presenta una serie de obras que pretenden germinar la igualdad en esas pequeñas cabezas pensantes. Es el caso de la obra "Los colores de Dulari", que narra la historia de una joven de origen humilde que tuvo que trabajar muy duro desde niña en la India, un país donde la vida de las mujeres vale bastante menos de una rupia, y que un día se atreve a coger las riendas de su vida y decide hacerse pintora. Este viaje, el de Dulari Devi, es el que cuenta la escritora Gita Wolf a partir de la narración de la propia artista, responsable de unas ilustraciones, basadas en el estilo Mithila característico de la región de Bihar, que convierten a este ejemplar en una verdadera obra de arte llena de un colorido con el que la protagonista logró superar todas las sombras que la acechaban por el simple hecho de haber nacido mujer. Las mismas que acechan, aunque de una forma tan sutil que pasa desapercibida la mayoría de las veces, a las mujeres de la parte rica del mundo, a las que está dirigida el libro (sin excluir a los hombres) "Mamá, quiero ser feminista" en el que su autora, Carmen G. de la Cueva, narra su progresiva toma de conciencia desde el tradicional pueblo sevillano en el que nació y se crió hasta su actual activismo por los derechos de las mujeres, muchas de las cuales siguen creyendo que no es necesario cambiar nada de la sociedad en que viven porque ni siquiera se han parado a pensar en la multitud de señales negativas que les rodean, todas encaminadas a mantenerlas en un segundo plano respecto al hombre. Ése es el mensaje que la autora, en perfecta simbiosis con la ilustradora Malota, quiere hacer llegar a sus lectores y para ello se sirve de su propia experiencia y de la de las que hoy se consideran grandes referentes del feminismo, como Emily Dickinson, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir y la más actual Virginie Despentes, entre otras muchas. Incluye incluso homenajes a referentes de su infancia como aquella niña pelirroja y pecosa que vivía rompiendo las reglas y que todos llamaban Pippi Calzaslargas, lo que da una idea del desenfado y de la diversión que proporciona esta obra editada por Lumen.